Homilía: La paciencia de Dios

DOMINGO XVI ORDINARIO CICLO A

Homilía

Introducción

Hoy la liturgia de la palabra nos propone como clave de reflexión la paciencia de Dios reflejada en las parábolas del Evangelio. La paciencia es una actitud necesaria en la vida del ser humano considerando que muchas realidades dependen directamente de Dios o de la misma naturaleza según sus leyes. Carecer de paciencia sería sinónimo de carecer de la riqueza de un corazón generoso y compasivo con los demás. Lo contrario de la paciencia es la impaciencia que lleva a la intolerancia. La palabra de Dios nos invita a tener una actitud de paciencia y tolerancia.

La primera lectura del libro de la sabiduría nos dice “…enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento”, es decir, Dios da oportunidad para que tengamos tiempo al arrepentimiento, Él es paciente.

El salmo 85 nos recuerda la paciencia y la bondad de Dios: “Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí”.
La segunda lectura, la carta de san Pablo a los Romanos, empieza con este verso: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad”. Podemos creer que Dios nos muestra tanta paciencia y nos da tantas posibilidades para que cambiemos el rumbo de la vida.

En el evangelio Jesús nos presenta tres parábolas ilustrando la bondad de Dios y el lento crecimiento de su Reino. La primer parábola se refiere al trigo y la cizaña que crecen juntos, la segunda parábola nos hace contemplar el grano de mostaza como la semilla más pequeña entre las hortalizas, pero que una vez colocada bajo tierra y brotar, se hace la más grande, y la tercera se refiere a la levadura como ingrediente que no se ve pero hace fermentar el pan dándole volumen y sabor.

1- Primera parábola: El trigo y la cizaña. Esta parábola nos invita a reflexionar sobre la coexistencia del bien y el mal, de los valores y los antivalores, de la generosidad y el egoísmo, de la ternura y la crueldad. Todos los días constatamos esta dolorosa tensión, que se expresa en el entorno social y dentro de cada uno de nosotros. En el contexto de la pandemia nos damos cuenta como coexisten personas que creen en la existencia del covid-19 y por tanto toman medidas ante el hecho y otros que consideran todo como una farsa para manipular a la humanidad, unos que se aprovechan con sus actos turbios de deshonestidad en detrimento de los bienes públicos y otros que gritando al cielo piden justicia.

¿Cómo se explica esto? En el lenguaje campesino del relato evangélico se afirma que “mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó”. Aquí se trata de la presencia del pecado, que tiene raíces muy hondas en el corazón humano. Es estremecedor el poder de la libertad humana para construir y también para destruir; podemos acoger el llamado de Dios, o podemos darle la espalda para tratar de sacar adelante nuestro propio proyecto. Dios siempre nos da la oportunidad con mucha paciencia.

¿Cómo reacciona el dueño de este cultivo al descubrir la presencia de la cizaña? Con paciencia.  Rechaza la propuesta radical que le hacen sus trabajadores: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”, y prefiere esperar el momento de la cosecha. Esta actitud del agricultor es expresada, con gran profundidad teológica, en la primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, donde se habla de la misericordia de Dios: “Siendo tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza”.

Esta parábola del trigo y la cizaña nos ilustra sobre la tensión entre la gracia y el pecado que está presente en la sociedad y en el interior de cada uno de nosotros. Jesucristo conoce esta realidad, y su amor es paciente y misericordioso.

2- Segunda parábola: La semilla de mostaza. El contraste entre la pequeñez de la semilla y la magnitud del arbusto adulto manifiesta la enorme potencia que tiene la semilla del anuncio del Reino, pequeñita al comienzo pero que ha transformado la marcha de la humanidad. La historia de la Iglesia Pueblo de Dios es testimonio de esta realidad: la semilla del Reino fue sembrada en las mentes y corazones de un pequeño grupo de 12 hombres simples que se ganaban la vida alrededor de un lago y algunas mujeres; y partiendo de este modesto comienzo, se ha diseminado a todos los continentes, está presente en culturas muy diferentes y ha dado espléndidos frutos de mucha santidad a lo largo de los siglos.

3- Tercera parábola: La levadura para hacer el pan. Los catequistas y predicadores de todos los tiempos han utilizado esta imagen, tomada de la vida doméstica, para reflexionar sobre el impacto que el testimonio de vida de los creyentes debería tener en la sociedad.

Quienes hemos nacido y vivido en un ambiente de cristiandad, no hemos tenido muy en cuenta esta parábola de la levadura, porque la cultura tradicional estaba ya impregnada de los valores cristianos. Pero a medida que avanza la secularización de la cultura, y la indiferencia religiosa se hace cada vez más notoria, es necesario que este texto lo pongamos en práctica. La formación religiosa y ética está diluyéndose en el ambiente y va desapareciendo de las instituciones educativas poco a poco, con la influencia de la dictadura del relativismo en nombre del pluralismo y de la multiculturalidad; las leyes sobre la familia y la protección de la vida en todas sus etapas se alejan cada vez más de los valores anunciados por la Iglesia.

Ser levadura es dar testimonio de un modo diferente de actuar; es hacer evidentes unos valores frente a la permisividad. Ser levadura es mostrar que se puede ser un profesional exitoso o un político con principios, y actuar mediante la calidad de los servicios y no por caminos torcidos. Ser levadura es estar presentes en la gestión pública manejando con pulcritud los recursos del Estado; es hacer política pensando en el bien común y no en los intereses individuales o de grupo.

Conclusión
Hoy la palabra de Dios, particularmente estas tres parábolas del Reino de los cielos (el trigo y la cizaña, la semilla de mostaza y la levadura) nos invita a reflexionar sobre la novedad que trae la presencia de Jesús en medio de nosotros y cómo esa novedad debe transformar toda la actividad humana a través del testimonio de los bautizados. Al mismo tiempo esta palabra nos ilustra sobre la necesidad de una paciencia activa testimoniando ante la sociedad el Reino de Dios confiados en su infinita bondad y misericordia.

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