Hoy recordamos al Padre Ortellado

En Paraguay, hoy 04 DE Julio la Iglesia recuerda al Pbro.  Julio César Ortellado quien este año cumple 80 años de su paso al Reino de Dios. La Iglesia señala la recordación del santo y de los futuros santos el día de su muerte.

Biografía

El Padre Julio César Ortellado nació un jueves santo, 12 de abril de 1906 a las tres de la tarde; sus padres, una de las familias más acomodada de Caazapá de aquel entonces: Simón Duarte Jiménez y Doña Juana Bautista Ortellado Espínola.

La ciudad de Caazapá fue centro de la actividad de los padres franciscanos desde siglos atrás. Era, además, una rica zona productiva, agrícola y ganadera. Su padre fue un eficaz ganadero y comerciante de variados rubros, falleció el 6 de febrero de 1943, seis meses después de la muerte de Julio. La madre se destacaba por la sincera caridad hacia cualquier persona necesitada. Además de otros hijos destacados, sobresale Pedro Ortellado (hermano de Julio), quien se recibió de médico, participó en la guerra del Chaco (1932-1935) y fue nombrado primer Ministro de Salud Pública del Paraguay.

Julio César Ortellado fue bautizado por el Pbro. J. Guillermo Diaz, según consta en la obra del P. Carlos Heyn, el certificado decía: “En ésta Parroquia, Iglesia de San Pablo de Caazapá, a diez de agosto de mil novecientos seis (…) yo el insfrancripto encargado interino de ella, bauticé solemnemente a Julio César”.

Caazapá es una ciudad que fue fundada por Fray Luis de Bolaños en 1607, allí se estableció una de las reducciones franciscanas. Uno de los legados de dicha congregación es la profunda religiosidad del pueblo, hecho que evidentemente influyó de sobremanera en la vida del Padre Ortellado.

Desde muy pequeño Julio César asistía a la Iglesia San Pablo, colaboraba como monaguillo, una de las anécdotas que refiere el P. Carlos Heyn: “Después de la catequesis reunía, en su domicilio a unos cuantos chicos de su edad y él, metiéndose en un enorme y viejo barril que se encontraba en el patio y que le servía de púlpito, empezaba a remedar con singular habilidad al párroco del lugar, repitiendo las palabras que éste había pronunciado en su homilía del domingo”.

A los 7 años ingresó en la escuela de su ciudad natal, Caazapá, posteriormente fue invitado por el padre Juan Guillermo Díaz para ingresar en el Seminario Conciliar de Asunción, en ese entonces contaba con la edad de 14 años. A nadie sorprendió la noticia, pues todos los que conocían a Julio decían que reunía todas las cualidades para servir al Señor.

El 22 de febrero de 1921, Julio César Duarte Ortellado salió de su Caazapá natal. Ingresó en el Seminario Conciliar de Asunción, cuyo Rector, en ese entonces era el Padre Kubler. Con otros nueve compañeros, Julio empezó sus estudios y seis años después, solo tres llegaron a sacerdotes: Vicente Arzamendia, Francisco Ríos y Julio César Ortellado.

Viaje y Ordenación

 El 2 de noviembre de 1926, un telegrama del Vicario General del Arzobispado, Mons. Dr. Hermenegildo Roa dio aviso al P. Julio, el permiso para trasladarse a Roma y concluir sus estudios eclesiásticos en el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano. Además de Julio iban otros dos paraguayos: Mariano Celso Pedrozo y Alfredo Boggino. Luego de un mes de viaje, llegaron a Nápoles, de donde se dirigieron a la Ciudad Eterna, en la que llegaron el 8 de diciembre de 1926. Ingresó en el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano y en los primeros meses de 1927 fue tonsurado. Luego de tres años de estudio, el domingo 27 de octubre de 1929 a las 08:00 de la mañana fue ordenado sacerdote por Papa San Pío X, el día de Cristo Rey y un día antes del cumpleaños nº 60 de su padre. En cuanto a su ordenación Julio refería: “No puedo explicar la emoción que yo he sentido. Todo fue demasiado grande y hondo”, un día después de su ordenación celebró su primera misa y rememora en una de sus cartas a sus padres: “Recuerdo cuando yo era chiquito y me ponía el sobretodo viejo de Papá para celebrar la misa y confesar”. “¡Que cosa mi Dios! ¡Todo ha sido verdad, realidad y belleza! Demos gracias a Dios que me ha hecho llegar hasta este día!”

Regreso a Paraguay

El Padre Julio César Ortellado, luego de unas giras por Europa regresa al Paraguay en uno de los cañoneros el: “Humaitá”. Anteriormente fue designado Capellán de la flotilla “Humaitá” y “Paraguay” que serían embarcaciones de gran utilidad durante la Guerra del Chaco. El Padre Julio llegó los primeros días de mayo de 1931 y el 10 del mismo mes celebraba su primera misa en Caazapá e inmediatamente fue designado Vicario Cooperador de la Parroquia de la Encarnación, posteriormente el 7 de diciembre del mismo año fue nombrado, por decreto nº 861, “Teniente Cura de la Iglesia Metropolitana” y “Capellán de la Casa del Buen Pastor”.

El 21 de enero de 1932, fue nombrado, por Decreto nº 864, “Teniente Cura de Caazapá y sus Excusadurías”, también fue nombrado Cura Párroco de Ybycuí y Excusador de Quyquyhó, también de Mbuyapey, por su Obispo Diocesano, Dr. Agustín Rodríguez quien, además lo designó “para servir como Capellán del Ejercito Nacional” en el año 1933. En octubre de ese mismo año fue reasignado en su parroquia de “Ybycuí y sus Excusadurías”. En 1940 recibe el nombramiento de Cura Párroco de la Parroquia de Villarrica, y finalmente el obispo diocesano lo retorna a su parroquia de Ybycuí donde permanece hasta su muerte, 1943.

Algunas Obras

La construcción del Hospital de Ybycuí fue impulsado por el Padre Julio, y gracias a las contribuciones, así como algunos aportes del Estado, en 1936 el Padre Julio resolvió adquirir una propiedad y construir en ella la Casa Parroquial, posteriormente mandó construir el “Hogar San José” para los niños huérfanos o abandonados; inmediatamente, en 1941, gestionó y consiguió en Buenos Aires la venida de las hermanas “Hijas de la Misericordia de la Tercera Orden de San Francisco”. Posteriormente a pesar de las múltiples actividades del Padre Julio se dio inicio a la construcción de la nueva Iglesia de Ybycuí para cuya erección organizó a todos los pobladores de tal manera a que colaboren donando algún material o con trabajos humanos. Bajo su dirección se procedió también a la construcción de los Templos de Quyquyhó y Mbuyapey, así como la construcción de capillas en parajes como Cordillerita, Pereira-cué, Pasó Paré, Palacio-cué, Isla Pa’ũ, Isla Alta, Roaruguá, etc. En otro momento, como un aporte más a su comunidad, el P. Julio asumió la presidencia de la Comisión de Fomento y Trabajo de Ybycuí y como tal reinició la reparación del camino de Quiindy a Ybycuí cuya labor fue fundamental para las comunicaciones con las zonas más alejadas.

Su muerte

Un día el P. Julio visitó a una anciana enferma quien le dijo: “¡Padre yo voy a morir! ¡Tengo miedo, mucho miedo a la muerte! ¡Yo no quiero morir aún! ¡Ayúdame, Padre, ruegue a Dios para que me devuelva la salud!. El sacerdote le respondió serenamente, “Señora, no hay por qué tener miedo a la muerte. La muerte es un bien que nos envía Dios, porque es una liberación para el alma verdaderamente cristiana. Yo también moriré dentro de tres años”. Y precisamente luego de 3 años de ésta premonición, falleció.

Según la investigación hecha por el P. Carlos Heyn, el Pbro. Julio César Ortellado falleció de la terrible enfermedad llamada Tifus, que adquirió por contagio, visitando a un soldadito recién llegado de Asunción. Su desenlace se produjo sin sobresaltos el 4 de julio de 1943 a los 37 años de edad. La consternación colectiva fue impresionante. Todos recordaban al sacerdote de imponente figura, animoso compañero de sus feligreses, animador de obras de bien público. Los restos del Padre Julio fueron depositados en el campo santo local, posteriormente, el 15 de agosto de 1962 gracias a las gestiones de los ybycuimienses los restos del P. Ortellado fueron definitivamente depositados en la Iglesia local de dicha ciudad.

Virtudes personales

El Padre Julio poseía carácter y virtud, era prudente y optimista. Sus pláticas y sermones eran simples conversaciones familiares, además era un gran patriota y lo demostraba a través del amor legítimo a su pueblo y a sus conciudadanos.

Virtudes sacerdotales

Demostraba extraordinaria oración con fervor y fijeza de la mente siendo un modelo de piedad, se observaba en él una tierna devoción a la Santa Eucaristía. “Este contacto intímo y esta amorosa familiaridad con el Dios de la Eucaristía era el tema preferido de sus enseñanzas y predicaciones”, todas estas virtudes facilitaron que, en el año 1942, el Obispo diocesano eligiera la Parroquia del Padre Julio para celebrar el Congreso Eucarístico en Ybycuí. “Su actitud, sus gestos y movimientos en la celebración de la Santa Misa, en sus visitas al Santísimo, en la bendición eucarística, en las procesiones públicas, en la intimidad del sagrario, rebelaban el profundo respeto y la extremada reverencia que guardaba a este divino sacramento”, Según una transcripción que hace el P. Carlos Hyen de los relatos del Mons. Mercado: una feligresa: F. Canatta hace la siguiente mención “en resumen diré que el Padre Julio fue un gran sacerdote y un modelo inigualable de párroco. A él se pueden aplicar las palabras de Jesús a sus discípulos: Por sus frutos los conocerán” Se destacaba en su personalidad una pureza de vida, humildad y profunda caridad. Llevó una vida de austeridades voluntarias, de abnegaciones sin límites y de desprendimiento absoluto de todo lo material y terreno. Su entrega total como sacerdote es un modelo digno en éste “año sacerdotal”, los Obispos al emitir su Carta Pastoral del 2009 señalaron como uno de los modelos al Padre Julio César Ortellado.

Fuente: Observatorio Pastoral – CELAM

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