SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

La familia, universidad de virtudes humanas

Jesús quiso prescindir de muchas cosas al hacerse uno de nosotros. Pero no quiso prescindir del calor y del amor que irradia el ambiente familiar donde aprendió a vivir, a rezar, a trabajar, a callar, a pensar, a hacerse hombre preparado para la gran misión que le tenía confiada el Padre celestial. Un hogar donde Jesús, bajo la atenta mirada de José y María, iba creciendo en sabiduría y gracia ante Dios y ante la gente.

Este domingo en el que celebramos la Sagrada Familia de Nazaret, hemos de considerar a Jesús en su condición  de hijo de María; a la Virgen en su condición de madre y esposa; a san José como padre adoptivo de Jesús y esposo de María. Todo lo que acontece en la Sagrada Familia evoca las virtudes domésticas que reinaban en su entorno: la fe, la fidelidad, el trabajo, honradez y el respeto mutuo entre marido y mujer y entre padres e hijos. Sin embargo, más allá de estas virtudes, los padres de Jesús cumplen con lo prescrito en el libro de Levítico (Lev 12, 3-4)

La palabra de Dios ilumina nuestra reflexión para enriquecer el valor de la familia en la vida de cada uno y su importancia en la sociedad como una escuela o universidad de virtudes humanas y cristiana. Dios tiene un gran proyecto con la humanidad: construir en el mundo una gran familia humana que vive las virtudes como reglas de convivencia. Atraído por esta causa, Jesús se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre a quien debe obedecer y todos aprendan a vivir como hermanos practicando las virtudes humanas. Este es el camino que conduce a la salvación del género humano.

 La primera lectura del libro del Génesis (Gn 15, 1-6; 21,1-3) testimonia la tristeza de Abrán al no tener hijo. Ya está avanzada de edad, lo ismo su esposa Sara, de ahí que perdieron la esperanza; sin embargo, el Señor le hace una promesa que corresponde a su deseo: “…te heredará uno que salido de tus entrañas”.

 La segunda lectura de la carta a los hebreos (Hbr 11, 8.11-12.17-19), revela la enseñanza que el don del hijo comporta una responsabilidad por parte de los padres. Los hijos son un don un regalo que Dios hace a los padres, ellos no son de la propiedad de los padres, por tanto la tarea consiste en acompañar su crecimiento y maduración dándole todo lo necesario para su educación.

 El evangelio de san Lucas (Lc 2, 22-40), nos presenta a María y José que tomas conciencia que Jesús no les pertenece, más bien Dios les confía a los dos para su cuidado, crecimiento y maduración para cumplir una gran misión que ya anuncia los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén.

Considerando estas lecturas de la palabra de Dios que nos hablan de la realidad e identidad de la familia según el plan de Dio, podemos decir con propiedad que para algunos, la familia actual se está arruinando porque se ha perdido el ideal de “familia cristiana”. Para otros, cualquier novedad es un progreso hacia una sociedad nueva… en este sentido, surgen múltiples de supuestas formas de familias como la propuesta por la cuestión del gender que en el fondo quiere modificar el código antropológico inherente o inseparable a todo ser humano.

Pero, ¿cómo es una familia abierta al plan de Dios? ¿Qué rasgos podríamos destacar? Al contemplar las lecturas y en especial el evangelio de  Lucas (Lc 2, 22-40), encontramos a los miembros de la Sagrada Familia de Nazaret: el padre José, la madre María y el Hijo Jesús. Cada una de ellas nos enseña las necesarias actitudes que deben crecer en la familia.

 1º. Amor entre los esposos. La imagen de María y José nos ilustra que la familia está cimentada sobre la figura de un hombre y una mujer. Dice la sagrada Escritura en la carta de Pablo a los colosenses (Col 3, 12-17): “Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro” Es lo primero. Cuando hay sinceridad, transparencia, autenticidad, todo lo bueno es posible. El hogar está vivo cuando los padres son sinceros entre sí, saben quererse, apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse, dialogar y confiar el uno en el otro. La familia empieza a desviar del plan de Dios o a deshumanizarse cuando crece el egoísmo, las discusiones y malentendidos y las desconfianzas por causa de la falsedad. Primero entonces amor autentico entre los esposos marido y mujer.

 2º. Relación entre padres papá y mamá e hijos . En el libro de la literatura sapiencia del Eclesiástico encontramos: “Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros. Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado. Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor” (Eclo 3, 5-6).

No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e hijos viven enfrentados dificultando toda sana comunicación, la vida familiar se convierte en un infierno, se  hace imposible, haciendo que el sabor gozoso y la alegría desaparezca, todos sufren. La familia necesita un clima de confianza mutua para pensar en el bien de todos. Es necesaria la sana u madura relación entre los miembros de la familia inspirada en los valores evangélicos.

 3º. Atención a los más frágiles. El mismo texto sapiencial nos recuerda lo siguiente: “Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él, y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor. Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados” (Eclo 3, 2-14). Todos han de encontrar en su hogar acogida, apoyo y comprensión. Pero la familia se hace más humana sobre todo, cuando en ella se cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se quiere con respeto y paciencia a los mayores, cuando se atiende con solicitud a los enfermos o discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal. Recordemos que la presencia de los más débiles es una caricia que recibimos del mismísimo Jesús que dice “estuve necesitado y me ayudaste” (Mt 25, 35ss).

 4º. Apertura a los necesitados . Relacionado a la atención a los más débiles, es necesaria la apertura a los necesitados. Una familia trabaja por un mundo más humano, cuando no se encierra en sus problemas e intereses, sino que vive abierta a las necesidades de otras familias: hogares rotos que viven situaciones conflictivas y dolorosas, y necesitan apoyo y comprensión; familias sin trabajo ni ingreso alguno, que necesitan ayuda material; familias de inmigrantes que piden acogida y amistad, familias que sufren las inclemencias del clima o las inundaciones.

 5º. Crecimiento de la fe. Por la fe Abrahán obedeció a Dios” (Hbr 11, 8. 11). “Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor…” (Lc 2, 22ss). En la familia se aprende a vivir las cosas más importantes. Por eso, es el mejor lugar para aprender a creer en ese Dios bueno, Padre de todos; para conocer el estilo de vida de Jesús; para descubrir su Buena Noticia; para rezar juntos en torno a la mesa; para tomar parte en la vida de la comunidad de seguidores de Jesús. Estas familias cristianas contribuyen a construir ese mundo más justo, digno y dichoso querido por Dios. Son una bendición para la sociedad. “Esta es la bendición del hombre que teme al Señor… que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida”.

 6º. El evangelio nos presenta dos simpáticos ancianos: Simeón y Ana. Los años y la atención al Espíritu Santo les han dado la sabiduría del corazón. Donde todo el mundo veía a una joven pareja presentando a su bebé al Señor en su templo, Simeón ve el cumplimiento de todas sus expectativas: Ya me puedo ir, Señor. He visto lo que tanto anhelaba. Toma en brazos al Niño y exclama: Este bebé tan pequeñito llamado Jesús, es Dios que nos salva. Iluminará al mundo entero con su palabra y con su vida. Y será la gloria de su pueblo.

 7º. Simeón predice un futuro luminoso en un mundo : social, política y religiosamente oscuro. Es optimista. Pero sabe muy bien que en este mundo las cosas se tienen que ganar. No será cosa fácil. Este Jesús Salvador será combatido por unos y por otros. Y a ti, María, se te partirá el corazón de madre compartiendo el sufrimiento de tu hijo. Pero verás también con gozo que en Israel y también fuera de Israel, muchos andarán a la luz de este Niño.

 8º. ¿Y la anciana Ana? Muchos la descalificarían por beata. Y sin embargo como profetisa que es ve mucho más allá. Daba gracias a Dios y hablaba del niño a todo el mundo que esperaba un cambio de situación, un cambio profundo.

 9º. Simeón y Ana nos recuerdan un punto muy importante hoy especialmente. Los abuelos y abuelas son los transmisores de los valores del evangelio de Jesús a las generaciones jóvenes. La fe de los paraguayos se salvó gracias a muchos abuelos que enseñaron y siguen enseñando a los nietos sin hacer caso del ambiente hostil para la buena costumbre cristianas impuestas por la tirana relativista ideológica de turno.

 10º. José y María no lograban asimilar lo que veían y oían sobre Jesús. Cuando se volvieron a Nazaret, fueron comprendiéndolo todo. Y disfrutaban viendo esperanzados como el niño Jesús que habían presentado al Señor, crecía en todos los aspectos preparándose para ser el Salvador de Israel y la luz del mundo. Tenían el privilegio de ser los educadores del futuro Maestro.

Conclusión

La familia con toda su realidad, es esa pequeña comunidad de padres esposo, esposa e hijos, donde se aprende todo en la vida y para la vida, por eso en importante demarcar su función como la educadora, escuela o universidad de  las virtudes. En ella se recibe, se aprende y se fortalece todos los valores humanos y cristianos. Por eso también tiene la tarea de beneficiar el crecimiento de los hijos favoreciendo el pleno desarrollo de todas las cualidades que Dios ha dado a cada uno de ellos. La familia debe estar orientada hacia esta labor educativa. Hoy más que nunca la familia necesita ser defendida, promocionada y cuidada como escuela de virtudes.

Pbro. Ángel Collar

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