Homilía: La  confianza absoluta en Dios

DOMINGO XIX ORDINARIO CICLO A

Introducción :
Este domingo XIX del tiempo ordinario el mensaje central de la palabra de Dios  consiste en la confianza en Dios, confianza muy necesaria siempre, pero de manera muy especial en el presente, debido a la situación que se vive. Lo que hace unos meses atrás era una preocupación de otros continentes, hoy en cambio nos rodea muy de cerca; y estamos ya constantemente invadidos por el miedo del Covid-19. Ciertamente nos encontramos tan vulnerables ante este minúsculo virus invisible a simple vista que no respeta a nadie, de ninguna clase ni condición social, y para más preocupación, estos días en Ciudad del Este convirtiéndose en el epicentro de contagios, han aumentado enormemente los números de los infectados y las víctimas fatales. Ojalá nuestra actitud sea no tanto de miedo sino de confianza en nuestro Dios que asiste a los Apóstoles en la barca diciéndoles: animo, no tengáis miedo, soy yo. «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» y nos dice a cada uno.

La primera lectura nos presenta al profeta Elías en la montaña del Horeb donde tuvo una rica experiencia de la presencia de Dios que se hizo presente a través de una brisa suave. Es decir, Dios esta vez se hace presente en un perfil bajo sin ruidos. Esto representa la serenidad y la calma en la oración (Re19, 9a.11-13ª).

En la segunda lectura , San Pablo en la carta a los Romanos manifiesta su dolor profundo por motivo de la incredulidad de sus hermanos judíos. Muchos de ellos no creían en Jesús, y esto le provoca inmenso dolor a Pablo. La incredulidad exhibida hoy en día a través de la indiferencia, en el agnosticismo y el ateísmo práctico, que desencadena toda una realidad de desobediencia a Dios, hace que la Iglesia pueblo de Dios sienta un inmenso dolor por la falta de fe y confianza en Dios (Rm 9, 1-5).

El Evangelio a través del pasaje Mt 14, 22-33 nos presenta a Jesús caminando sobre las aguas y nos invita a confiar en él con exclusividad.

1. La fe como confianza en Dios
En el evangelio de hoy, Jesús se muestra como Señor de las tempestades.

En su diálogo con los temerosos discípulos los anima: “Yo soy, no teman”. Así se manifiesta Dios en su Hijo Jesús para enseñarnos que la fe auténtica transforma a los discípulos de hombres dubitativos a discípulos con fe firme. La manifestación de Jesús ocasiona un cambio sustancial: se pasa de una tempestad a una situación de calma; y, en ese nuevo clima, los discípulos pueden confesar: “¡Verdaderamente eres el Hijo de Dios!”

En la primera lectura vemos que a Dios no le encontramos en la tempestad, ni en el terremoto… sino, en la calma. Recordemos la experiencia vivida por el profeta Elías: “Antes del Señor vino un huracán tan violento que descuajaba las montañas y agrietaba las rocas. Pero en el huracán no estaba el Señor.  Después del huracán vino un terremoto. Pero en el terremoto tampoco estaba el Señor. Después del terremoto cayó fuego. Pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Y después del fuego vinieron la calma y el silencio”. Entonces Elías sí pudo encontrarse con Dios. El encuentro con Dios resulta posible en una atmósfera silenciosa, de recogimiento, cuando no estamos distraídos por otras preocupaciones.

Aquellas personas que viven una vida muy agitada por el trabajo, las preocupaciones, la publicidad triunfalista, buscando protagonismo por las fotos y las redes sociales, tienen dificultades serias para encontrarse a sí mismas y para dialogar con Dios. Es necesario cultivar la confianza en Dios a través de la oración serena y sosegada como lo hizo Jesús después de la multiplicación de los panes, y como lo hizo el Profeta Elías en el monte Horeb. Jesús se manifiesta a sus discípulos en la oscuridad de la noche, sin espectadores algunos, en secreto y silenciosamente.

2. El miedo de Pedro
La barca de los discípulos, golpeada por las olas y después conducida a puerto seguro por Jesús, siempre ha sido un símbolo de la Iglesia.

Pedro al ver a Jesús después de oír su voz, tuvo la osadía de ir hacia Él caminando sobre las aguas, pero el miedo le venció y se hundió.

La Iglesia como una barca guiada por Cristo a través del Papa, ha tenido que enfrentar muchas tormentas a lo largo de la historia, fruto de las persecuciones y de sus propias infidelidades y pecados. Hoy estamos todos enfrentados a una realidad microscópica al que llamamos Covid-19 y que amenaza a todos incluyendo la misma Iglesia, sin embargo Jesús nos dice “Animo, soy Yo, no tengáis miedo”.

Los discípulos después de superar el miedo, son más sobrios en la fe, tienen mayor reciedumbre para enfrentarse a cualquier tipo de tormenta posible, todo ha cambiado en ellos.

Así como los discípulos se sintieron impotentes ante las fuerzas desatadas de la naturaleza, también nosotros sentimos miedo. Existen muchas cosas que nos dan miedo como por ejemplo, la fragilidad de nuestra salud ante el coronavirus, la incertidumbre del mañana, los peligros que amenazan nuestra integridad física, la inestabilidad de la economía. Al mismo tiempo las lecturas de hoy nos llenan de paz en medio de esta tempestad. Jesús con su palabra en medio de las crisis que nos angustian, nos dice: ¡Calma, soy yo; no tengan miedo!”.

Conclusión :
Que estas lecturas de la palabra de Dios fortalezcan nuestra fe y nos ayuden a madurar en la confianza en Dios. Así lo decía la segunda lectura del domingo anterior, de la carta de Pablo a los Romanos: todo lo vencemos fácilmente en Cristo Jesús (Rm 8,35.37-39), y en Filipenses el mismo apóstol nos dice: Todo lo puedo en aquel que me fortalece (Fil 4, 13). Estemos seguros de que con la fe puesta en Dios, esta tormenta la superaremos y seremos más fuertes que nunca.

Pbro. Angel Collar

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