La Oración perseverante y la Salvación Universal
Hace pocos días atrás recordando la batalla de Acostañú hemos celebrado el día de los niños, a quienes les felicitamos en su día tan especial. Roguemos por ellos así como la mujer cananea del Evangelio de hoy gritó a Jesús pidiendo auxilio para su hijo enfermo.
San Ireneo de Lion decía que “la gloria de Dios es el hombre viviente”, es decir, el hombre que vive íntegramente en el tiempo y la eternidad es el motivo de la gloria de Dios. Hoy las lecturas nos invitan a contemplar a un Dios que quiere y busca la salvación de todos los hombres sin excepción. En otras palabras, Dios a través de su Hijo Jesús nos ofrece la salvación eterna.
En la primera lectura del libro de Isaías (56,1.6-7) nos presenta que la salvación no se limita únicamente a un pueblo, más bien trasciende esa frontera de Israel abriéndose a todos los hombres de la tierra. “A los extranjeros que se han dado al Señor…, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo…”
El responsorio del Salmo es un canto al Dios que abre a todos la posibilidad de salvarse “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben” (Sal 66,2-3.5.6.8)
En la segunda lectura la carta de san Pablo a los romanos (11,13-15.29-32) recuerda que la indulgencia de Dios está disponible para todos: “Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos”, con esto Pablo reconoce y exhorta que la misericordia de Dios está dirigida a todos.
El Evangelio de san Mateo (15,21-28) nos presenta a Jesús ante una mujer cananea que suplica por su hijo enfermo, esta escena nos abre la posibilidad de comprender que Jesús asiste a una no israelita, una extranjera que pide auxilio a favor de su hijo.
1- La oración perseverante
Una madre cananea pide algo a Jesús no para ella sino para el hijo poseído por un demonio. Esta escena del evangelio, es una alerta a no limitarnos únicamente a un grupo o a nuestras propias necesidades ignorando a los demás, este evangelio es un llamado a la sensibilización ante las necesidades del otro y al mismo tiempo nos ayuda a aliviar la propia necesidad al observar alrededor tantísimas gentes con diversos problemas y necesidades de la vida, así nos damos cuenta que la nuestra es insignificante en comparación a la magnitud del prójimo. Sería la aplicación perfecta de la frase: “estamos mal pero también puede ser peor”.
Ante la oración ferviente de la madre cananea, los discípulos actúan como facilitadores o intermediarios del pedido: Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: “Atiéndela, que viene detrás gritando”. Es importante recordar que esta semana conmemoramos el día del niño en nuestro país en memoria de aquellos infantes que dieron sus vidas por la patria.
Cuantos niños necesitan del afecto y la atención de los adultos: niños en diversas situaciones: en la calle, con frio, con hambre, sin oportunidades en la vida, niños abandonados por sus padres, víctimas de violencias, abusos de todo tipo. La oración de esta mujer es la oración de tantas madres que sufren por la enfermedad de sus hijos, tantos padres que al no tener una trabajo digno, no tiene como solventar las necesidades de salud, ropa, alimentación y educación de los hijos.
Actuemos nosotros como los discípulos siendo facilitadores de la misericordia y la gracia de Dios para con los demás. Testimoniemos esta oración con espíritu de servicio como miembros vivos de la Iglesia de Cristo Pueblo de Dios. Hagamos lo que está a nuestro alcance para que las autoridades puedan considerar en sus proyectos de gobiernos a tantos niños necesitados en nuestra sociedad. No cansemos de orar a Dios por ellos así como la cananea al que Jesús la atendió, a nosotros con mayor razón nos atenderá porque somos miembros de su Iglesia pueblo de Dios peregrina en la tierra.
2- La salvación universal
Dios quiere que todos nos salvemos y lo llamemos Padre. Esta invitación a participar de la vida divina no conoce exclusiones. Ciertamente, en la primera etapa de la historia de la salvación, el destinatario preferencial fue el pueblo de Israel, con el cual el Señor estableció una Alianza. Ahora bien, esta oferta inicial dirigida a un pueblo particular, se abrió a la totalidad de la comunidad de los pueblos. En el texto que acabamos de escuchar, el profeta Isaías dice: Dios en su infinita bondad ofrece a todos los pueblos de la tierra esa salvación: “a los extranjeros… los atraeré a mi monte santo”. “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”. Sin lugar a dudas, la oportunidad de recibir esa vida de la que dice San Ireneo, está abierta para todos los seres humanos. Para ganar, es necesario entregar el corazón, la vida a Dios: “Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar, y se va a revelar mi victoria… A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo…. los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración…”. De hecho la mujer cananea del evangelio representa la apertura de la salvación de Dios que se abre para los extranjeros, la gracia trasciende más allá de Israel. En este contexto nosotros tampoco somos del pueblo de Israel; somos hijo de Dios gracias al bautismo que hemos recibido. En nosotros ya se está cumpliendo esa apertura de la salvación a todo el mundo, sin embargo hay un trecho que recorrer aún. Es aquí donde el discípulo y misionero debe ejercer su protagonismo para ser mediador de la gracia de Dios así como lo fueron los apóstoles ante el grito de la madre cananea.
Conclusión
Al participar del mensaje de Jesús éste domingo, seamos consecuentes con la enseñanza: que cada uno actué como instrumento de la gracia de Dios de tal manera que los demás se acerquen a Jesús a través de nosotros. Seamos facilitadores de acercamiento de Dios para los demás, no obstáculos. Que nuestra oración sea ferviente y perseverante ante las necesidades propias y del prójimo, seamos generosos espiritualmente. Consideremos siempre a los niños en nuestras obras, acciones y oraciones, Jesús decía: “dejad que los niños se acerquen a mi… es necesario hacerse como un niño para entrar en el Reino de Dios…” (Mt 19, 13- 15) (Mt 18,3).
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