“Viernes de Dolores”, la Iglesia invita a reflexionar sobre los 7 dolores de la Virgen

El viernes antes del Domingo de Ramos es conocido como “Viernes de Dolores, que se refiere a los dolores que sufrió la Virgen María en su vida terrena, en este día la Iglesia nos invita a reflexionar sobre siete dolores de la Madre de Dios.

Se puede decir que el origen de la devoción de los Siete Dolores está en los mismos evangelios, como no podía ser de otra manera, ya sea porque cada Dolor de la Virgen se encuentra recogido en ellos, ya porque San Juan, al pie de la cruz, es el primer «devoto» de la Virgen dolorosa.
Los siete santos fundadores servitas, devotos de nuestra Señora, recibieron de la Virgen el Viernes Santo de 1239, el deseo de que fundaran una Orden que practicara y difundiera esta Devoción. Esta forma de devoción mariana hace que el cristiano se asocie y viva con María los momentos que ella pasó de dolor en su existencia. Nada de lo humano le es ajeno a la Virgen, tampoco el dolor.

Los Siete Dolores de Nuestra Señora son:

1) La profecía del anciano Simeón (le anuncia que una espada le traspasará el alma: Lc 2, 34-35)
2) La huida a Egipto (María tuvo que emigrar por la amenaza de Herodes: Mt 2,13)
3) El Niño Jesús perdido (María vive un «infierno» con la pérdida de su hijo adolescente que se había quedado en el Templo entre los doctores: Lc 2,48; cf. Cant 3,3)
4) El encuentro de María con Jesús en el camino al Calvario (María no dejó a su Hijo en el momento del dolor y aunque la escena no es referida en los evangelios no hay duda de que ella estuvo a su lado camino del Calvario, ya que estuvo al pie de la cruz).
5) La Crucifixión y muerte de Jesús (María esta al pie de la Cruz con el discípulo amado y otras mujeres: Jn 19, 25)
6) La lanzada que traspasó el Corazón de Jesús y su descendimiento de la cruz (María contempló la lanzada del soldado sobre el cuerpo de Cristo: Jn 19,34)
7) La sepultura de Jesús (a petición de José de Arimatea, Pilato concedió que Cristo fuera sepultado en una tumba nueva y María tuvo que estar allí en las tareas de embalsamamiento y sepultura: Jn 19,38).

María, la que vio al hijo queridísimo, al hijo bueno, al hijo santo, al Dios hecho hombre convertido en una figura rota y doliente, lleno de polvo, con el rostro sucio y triste, con el cabello, que ella tantas veces acarició, ahora pegado en su cara, endurecido y aplastado por la sangre reseca. Esa María que vivió todo eso, fue una Madre dolorosa.

No bajaron los ángeles para enjugar sus lágrimas. No hubo ningún paliativo celestial ni milagroso que aminorara el dolor de la Madre de Dios. Ella soportó la muerte del hijo de pie, con el corazón roto pero de pie, volviendo a decir «si» a la voluntad del Altísimo.
Y allí, por mandato de su hijo agonizante, se convirtió en nuestra madre. Madre de misericordia. Madre de la Esperanza.

Fuente: Catholic.net

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