Homilía: Solemnidad de la Ascensión del Señor

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA“Contemplación y acción”

Hoy la liturgia nos ofrece la Solemnidad de la Ascensión del Señor: “Jesús ascendió al cielo ante la atenta mirada de sus apóstoles” para significar que ha concluido en la tierra la misión de salvar a la humanidad con su muerte y resurrección que Dios Padre le encomendó y, al mismo tiempo, la Ascensión implica el inicio de su presencia entre nosotros de una manera sacramental pero real a través del Espíritu Santo enviado en pentecostés sobre María y los apóstoles que actúa en la vida de la Iglesia.

Podemos decir que con la Ascensión del Señor, damos inicio a la misión de la Iglesia hasta los confines de la tierra: “pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos hasta los confines de la tierra”.

En la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 1, 1-11), vemos a los apóstoles ligados aún a la perspectiva política, de restauración del reino de Israel. Ellos preguntan a Jesús: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?”. Los apóstoles no han comprendido aun con profundidad el sentido de la obra de Jesús en el misterio pascual.

En la segunda lectura del libro a los Hebreos (Hbr 9, 24-28; 10, 19-23), presenta explícitamente la muerte de Jesús como un sacrificio, el más perfecto de los sacrificios, comparando el resultado de este sacrificio de la entrada de Jesús en el cielo con la entrada del sumo sacerdote en el Santo de los santos del templo de los judíos.

El evangelio de san Lucas (Lc 24, 46-53), nos revela que la consecuencia de la Ascensión es fundamente de nuestra esperanza de reunirnos al final con Cristo en cielo y al mismo tiempo es un estímulo para trabajar en la transformación del mundo según el plan de Dios.

1- Jesús asciende a los cielos

La ascensión de Jesús significa la solemne culminación de la misión que le había confiado el Padre de empezar la construcción del Reino de Dios y comunicar la vida divina a la humanidad mediante su muerte en la cruz y su resurrección gloriosa.

Al principio de este plan está la encarnación del Hijo eterno del Padre, que se había humillado despojándose de su divinidad para asumir nuestra débil condición humana.

Jesús al culminar su misión aquí en la tierra, regresa junto al Padre constituyéndose Señor del universo. Con esto se cierra el período de tiempo y se abre otra etapa, una nueva época en la historia de la salvación. Jesús después de dedicarse a formar a sus discípulos durante tres años, inmediatamente al ascender a los cielos, entrará en acción la tercera persona de Trinidad, el Espíritu Santo que “procede del Padre y del Hijo”.

Los apóstoles tuvieron dificultad para comprender todo lo sucedido. Por eso hacen una pregunta con tinte más bien político donde manifiestan sus inquietudes sobre la restauración política de Israel. Hasta el último momento albergaron sueños de poder: “No les toca a ustedes conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad”.

Llega la hora en que los discípulos deberán asumir sus responsabilidades y llevar la buena noticia de la salvación a todos los rincones de la tierra. Estamos en la víspera como para comenzar un nuevo capítulo de la historia de la salvación, que es el tiempo de la Iglesia.

Es interesante lo que se lee en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Cuando miraban fijos al cielo, mientras Él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre ustedes y llevado al cielo, volverá como lo han visto marcharse”.

2- La Ascensión engendra una espiritualidad encarnada

La escena de la Ascensión deja un margen de distracción en los discípulos: “hombres de Galilea, ¿Por qué siguen mirando al cielo?”. Da la sensación que los discípulos se quedaron embelesados por lo de arriba, perdiendo interés por lo de abajo, es decir, se contentaron con la contemplación mirando arriba, olvidando que hay toda una realidad una historia y un desafío por enfrentar para transformar y encausar hacia Dios. Es importante en la vida de todo discípulo y misionero de Jesús el mirar arriba, considerando como principio de espiritualidad; sin embargo, no puede limitarse a la contemplación o la oración contemplativa. La espiritualidad no puede significar inmovilidad o parálisis. El mandato evangelizador exige al discípulo actuar.

“Como nos lo recuerda frecuentemente el Papa Francisco, debemos ser una Iglesia en salida misionera, que llega a donde está la gente que más necesita la Palabra de Dios, urgida por recuperar la esperanza y el deseo de vivir. Como agentes evangelizadores, no podemos aguardar a que ellos vengan a nosotros. Debemos salir a su encuentro”.

Esta solemnidad de la Ascensión nos invita a adorar el misterio de Jesucristo resucitado que regresa glorioso junto al Padre después de haber cumplido su misión. Al mismo tiempo nos motiva con nueva vitalidad y entusiasmo para que asumamos, con renovadas energías, nuestras responsabilidades como anunciadores del Evangelio.

Conclusión

Al contemplar el misterio de la Ascensión del Señor descubrimos estos dos aspectos que deben caracterizar la vida del discípulo y misionero de Jesús: contemplar y obrar, dos aspectos complementarios necesarios para la misión.

Pidamos al Señor que nos conceda una profunda fe y la alegría en la Ascensión de Jesús, junto con la docilidad para con la fuerza  extraordinaria y que debemos acoger en nuestra vida; que se nos ofrece en ella y que debemos acoger en nuestras vida para vivir nuestra misión de ser discípulo y misionero de Jesús, es decir, constructores del reino de Dios.