DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN

“Una muerte que da vida en abundancia”

Estos días santos, después de dos años de ausencia de los fieles en los templos debido a la pandemia, hemos vuelto a nuestras iglesias. El Viernes Santo estuvimos nuevamente acompañado aquella cruel escena cuando las autoridades políticas y religiosas condenaron a muerte a Jesús, el inocente y santo encima de toda santidad. La liturgia de la palabra nos ofreció una magnífica oportunidad para contemplar con fe y devoción la pasión y la muerte del Señor. En todas las diócesis de nuestro país, volvió con fuerza a vivirse la Semana Santa con procesiones y celebraciones presenciales. Es como un resucitar después de dos años de ausencia, silencio y oscuridad.

En este clima de vuelta al templo, hoy domingo día del Señor y domingo de Pascua, celebramos la gran victoria de la vida ante la muerte, la luz ante la oscuridad, la gracia ante el pecado y la victoria de la resurrección ante la realidad del oscuro y frio sepulcro –sede de la muerte-. Jesús que murió en la cruz, resucitó victorioso venciendo la muerte y el pecado. Celebramos la resurrección del Señor. La fiesta de pascua, la más importante de todo el año litúrgico, es una fiesta de la luz radiante: el Señor resucitado nos ilumina, pone a nuestro alcance una inmensa alegría, una inmensa esperanza y nos llena de su amor.

Las lecturas nos hablan de la resurrección del Señor desde diversos ángulos:

Los Hechos de los Apóstoles (Hch 10, 34-43), nos transmiten un vigoroso discurso del apóstol Pedro, en el que da testimonio de su experiencia con Jesús resucitado.

En su Carta a los Colosenses (Col 3, 1-4), san Pablo explica el significado de la resurrección para los que han sido bautizados.

El evangelio de san Juan (Jn 20, -9), nos describe la tumba vacía; los protagonistas de esta escena son María Magdalena, Simón Pedro y Juan.

1- Una muerte que da vida en abundancia

El camino del Señor no ha terminado en un sepulcro. Al amanecer del domingo, Dios lo resucitó de entre los muertos, triunfando así sobre la muerte, el pecado y el odio.

El texto de los Hechos de los Apóstoles nos transmite un discurso del apóstol Pedro que hace una síntesis del significado de la vida y de la predicación de Jesús. Lo más interesante de este discurso es la contundencia con que expresa la experiencia del Señor resucitado; describe esta experiencia con tres verbos: lo vimos a él, y con él comimos y bebimos:

“Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que Él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con Él después de que resucitó de entre los muertos”. Esta experiencia de Jesús resucitado, vivida por los Apóstoles, constituye el pilar fundamental de la acción evangelizadora de la Iglesia. Hasta el fin de los tiempos, ella seguirá anunciando esta experiencia del Resucitado. En su discurso, Pedro explica la misión recibida del Señor: predicarlo por medio de la palabra y anunciarlo por el testimonio de vida. La palabra y el ejemplo son los dos vehículos de la evangelización.

Jesús murió en la cruz para resucitar al tercer día venciendo de esta manera la muerte y el pecado, liberándonos de toda esclavitud que lleva a la muerte. Celebremos hoy, Domingo de Pascua, con regocijo este acontecimiento que nos invita a testimoniar con la vida nuestra alegría de la fe y nuestra esperanza.

Al recibir con la resurrección de Jesús la vida, es decir, al formar parte de la vida de Jesús por el sacramento del bautismo, tengamos esa gratitud de ofrecerle nuestra propia vida para vivir sirviendo con amor como decía san Ignacio de Loyola: “en todo servir con amor”.

2- El sentido de la resurrección

El evangelio de san Juan nos presenta a María Magdalena, Pedro y Juan participando vivamente del acontecimiento misterioso de la resurrección. Los tres han vivido un mismo hecho de forma diferente: María encuentra la tumba vacía, y, ante el asombro va y le informa a Pedro y al discípulo a quien el Señor amaba. Pedro y el otro discípulo van corriendo al sepulcro para corroborar lo sucedido. Primero llegó el discípulo a quien el Señor amaba el cual miró, pero no entró, después llegó Pedro entró, miró y creyeron los dos. “Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte”. El acontecimiento de la resurrección de Jesús no lo reconocieron los discípulos a partir de la Escritura, pero fue éste hecho el que iluminó lo que decían las Escrituras. Solo después de este hecho comprendieron los apóstoles lo que querían decir las escrituras y también las predicciones de Jesús. La resurrección de Jesús fue el acontecimiento que iluminó la mente y el corazón de los discípulos. Reconocieron que Jesús vivió su pasión con amor inigualable y por eso había obtenido de su Padre la resurrección, una vida llena de misterio, amor, belleza y poder.

Jesús resucitado es fuente de luz, reconfortante y positiva. La resurrección de Jesús revela el sentido de su pasión. La resurrección muestra todo el valor de la pasión: demuestra que esto no ha sido una derrota, sino la victoria del amor.

Entrar en el misterio del sufrimiento de Jesús necesita una clave de lectura que se descubre solamente a la luz de la Resurrección; sus discípulos entendieron finalmente quién era Jesús, y cuál es el alcance de su misión. La Resurrección es como un potente reflector que ilumina en su totalidad la misión de Cristo. Que los aleluyas de júbilo que entona la Iglesia universal en este domingo nos llenen de certeza para anunciar, con la palabra y el ejemplo, que el Señor está vivo en medio de nosotros.

Conclusión

“La ley de la libertad es la ley del amor, no la del temor” (San Agustín). Jesús libre de toda mancha de pecado, con su amor infinito a la humanidad, dio su vida en la cruz y resucitó al tercer día, dándonos la vida plena; vivamos según esta ley de la libertad de los hijos de Dios que consiste en llenarse del auténtico amor testimoniando con alegría la resurrección de Cristo, así como lo hicieron los apóstoles y la Iglesia primitiva.

Que las fiestas pascuales nos introduzcan ya ahora en la luz de la gracia, iluminando nuestra vida para evitar toda corrupción de pecado, pisando firmes la tierra, pero con la mirada puesta en la Jerusalén celestial, aspirando siempre los bienes espirituales que nos recuerda la segunda lectura: “tengan los pensamientos puestos en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios”.

Felices Pascuas de Resurrección para todos!!!