XXVI DOMINGO ORDINARIO, CICLO A

“Te puse delante la vida o la muerte”
Al ir avanzando el transcurso de este tiempo litúrgico, la liturgia de la palabra nos va descubriendo distintos aspectos de la revelación de Dios y la compleja realidad del ser humano creyente, que buscando obedecer los mandamientos por un lado, en otras ocasiones desobedece cayendo en el pecado.


Las lecturas de hoy revelan la doble posibilidad que tiene el ser humano actuando con obediencia o desobediencia a Dios y las consecuencias de cada una de estas actitudes.


La primera lectura del profeta Ezequiel (Ez 18, 25-28), preparando el terreno para el evangelio recuerda que: “si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere. Si el malvado se aparta del mal… conservará su vida.”


La segunda lectura de la carta de Pablo a los filipenses (Filp 2, 1-11), muestra cual debe ser al comportamiento cristiano: “tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. De sentimientos de total generosidad, de aceptar incluso las humillaciones por obediencia a la voluntad de Dios.


El evangelio en san Mateo (Mt 21, 28-32) , es un fragmento que refleja nuestra incoherencia que se produce a veces en nuestras actitudes. Aparecen dos hijos con actitudes y respuestas diferentes. Un padre se dirige a sus al primero le dice: “hijo ve hoy a trabajar en mi viña. Sí Señor respondió, pero no fue.” Se dirige al segundo: “hijo ve hoy a trabajar en mi viña, respondió no quiero, pero al rato se fue.” Esto significa que un ser humano de bueno puede volverse malo y de malo puede volverse bueno.


1- El vaivén del hombre
El ser humano dotado de inteligencia-razón, libertad y voluntad, es capaz de cambiar su modo de actuar asumiendo una actitud de incoherencia en un doble sentido: de ser bueno y honrado, puede ser malo y deshonrado; de malo y corrupto, puede volverse bueno y santo. Si persevera en la corrupción, la deshonestidad, la deshonra, se encaminará hacia la muerte y la eterna corrupción, en cambio el que se mantiene en el camino del bien gozará de la dicha y la vida en abundancia.
En la primera lectura el profeta Ezequiel muestra cual es el final del que comete el mal y cuál es la gracia de aquel que reorienta su vida por el sendero del bien: “Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere. Si el malvado se aparta del mal… conservará su vida.”


Ciertamente todos los seres humanos buscan la felicidad para gozar de la vida consigo mismo, con la familia y con la sociedad. En esta búsqueda se presentan las dos alternativas: el camino del bien identificado con los valores de la honestidad, la verdad, la justicia, la santidad, el amor, la paz, la caridad, la fraternidad, la solidaridad, etc. el otro camino que se presenta como alternativa es el camino de la idolatría identificado con: el poder, el placer y la riqueza cuyo final consiste en el insolado abandono del ser humano para sufrir el hielo de la soledad e indiferencia de todo.


Sin embargo el que consigue reorientar su vida retomando el sendero del bien, apartándose del mal, conservará su vida.


2- Dios nos muestra el sendero a seguir
La inteligencia, la voluntad y la libertad del hombre se ven afectados por el pecado que quiere incitar hacia el mal camino que conduce a la desgracia de la muerte; sin embargo, Dios con su gracia nos auxilia para no dejarnos arrastrar por la fuerza siniestra del enemigo que busca arruinar nuestra felicidad.


Dios al establecer un medio para auxiliarnos, establece también la necesidad de la humildad como medio para acceder a su gracia. La segunda lectura de la carta de Pablo a los filipenses nos muestra cual debe ser al comportamiento cristiano para acceder a la gracia santificante que al actuar en el ser humano cura todas las heridas generadas por el mal. Esta carta de Pablo nos invita a tener los mismos estremecimientos de Cristo: “tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. De sentimientos es decir, dejar que Jesús empape todo nuestro ser con su bondad y ternura identificándonos con su total generosidad, que expresa su disponibilidad hasta para aceptar incluso las diversas humillaciones por obediencia a la voluntad de Dios Padre misericordioso.


Dice el libro de Deuteronomio: “Que los cielos y la tierra escuchen y recuerden lo que acabo de decir; te puse delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge pues la vida para que viva tú y tu descendencia”. Es lo mismo decir: ante ti pongo el bien y el mal, la vida y la muerte, la luz y la tiniebla, la bendición o la maldición, la felicidad o la desgracia, el acierto o el desacierto, la verdad y la mentira, la justicia y la injusticia, la honradez y la deshonra, la sinceridad y la falsedad, la autenticidad y la hipocresía, la fidelidad y la infidelidad, etc…” tú eliges entro uno u otro. Si eliges el sendero del bien Dios te auxiliará con su gracia, si eligen el sendero de las tinieblas el mal te convertirá en su instrumento.


Conclusión
Una de las virtudes que nos hace madurar como ser humano es la obediencia a Dios Padre misericordioso. Toda obediencia requiere de la humildad para aceptar y asumir lo propuesto por Dios. En este sentido San Agustín en una de sus frases célebres nos recuerda que “Cristo el Señor se humilló para que nosotros aprendiéramos a ser humildes”. Aprendamos del mismo Hijo de Dios esa humildad para asemejarnos a Él que obedeció al Padre hasta la muerte en Cruz.

Por: Pbro. Ángel Collar

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