Tiempo de Navidad: Solemnidad de la Sagrada Familia de Nazareth

Homilía

Hoy, dentro del tiempo de la Navidad, celebramos la solemnidad de la Sagrada Familia de Nazareth, modelo de toda familia cristiana.

La sociedad actual y de manera particular la cristiana católica, está enfrentando duras batallas frente a aquellos que quieren desvirtuar la identidad de la familia instituida por Dios desde la creación y dignificada por Cristo. Nuestra fe afirma que la familia debe comenzar con la unión sacramental de un varón con una mujer y crear el ambiente de los valores humanos y cristianos donde nacen, crecen y maduran los hijos. Nos vemos atacados por las diversas ideologías de género, un feminismo fanático y malintencionado, y los modelos de uniones al margen de lo que establece la misma estructura natural del hombre y la mujer.

Ante esta realidad que intenta ofuscar la familia, en este domingo las lecturas que nos propone la liturgia de la palabra nos presentan una clara imagen de la identidad de la familia según el modelo instituido por Dios desde el Génesis.

La primera lectura nos muestra a Ana, que, gracias a su oración insistente, recibió de Dios un hijo, Samuel, y ahora lo lleva al santuario para consagrarlo al servicio del Señor.

La segunda lectura nos recuerda que somos hijos de Dios: no formamos parte sólo de una familia humana, sino que somos también miembros de la familia de Dios, y esto nos confiere una dignidad extraordinaria.

El evangelio nos muestra que en la Sagrada Familia no todo fue siempre tranquilidad, como podríamos pensar, sino que también pasó por pruebas y dificultades.

1- La familia cristiana

Dios al crear al hombre, los creó varón y mujer a imagen y semejanza de Él para que ellos estuvieran juntos formando una familia humana. Este hecho fue elevado a nivel de sacramento por Jesús, el Hijo de Dios, que nació en Belén como la Palabra divina hecha carne.

Esta unión creada por Dios en el principio como una institución estable, ha sufrido y sigue sufriendo amenazas creadas por hombres con diversos nuevos modelos de uniones entre los seres humanos. Estas nuevas uniones no fueron ni serán modelos de familias según el plan de Dios.

Las lecturas que hoy presenta la liturgia refleja que la familia querida por el Creador es aquella donde convive un varón con una mujer de quienes nacen los hijos para ser criados y educados facilitando así su proceso de madurez en los valores humanos y cristianos.

El evangelio de hoy nos hace ver a Jesús, María y José como modelo de toda familia cristiana; así también la primera lectura nos pone delante  figuras del Antiguo Testamento: a Ana, a su esposo Elcaná y a Samuel, un hijo fruto de un milagro.

Hoy al celebrar esta solemnidad, estamos en un momento para unir fuerzas y testimoniar con valentía y fortaleza la identidad de una familia verdaderamente cristiana donde papá y mamá actúan como primeros educadores de la fe y de los valores. Invoquemos la  intercesión de la sagrada familia de Nazaret.

2- Una familia en plena batalla

Al contemplar el evangelio de hoy, nos damos cuenta de que toda familia tiene sus propias dificultades, sus propias batallas que debe enfrentar para vencer. La sagrada familia de Nazaret tuvo varias dificultades que superaron a fuerza de prudencia, paciencia, oración y mucho amor a Dios y amor familiar.

Jesús se había extraviado cuando caminaban juntos de Jerusalén a su casa. Los padres al enterarse de que Jesús no estaba en la caravana, tuvieron que volver a Jerusalén en busca del hijo perdido. A diferencia de aquella vez cuando el niño Jesús fue perdido y hallado en el templo entre los maestros de la ley, hoy un hijo se pierde de manera mucho más lamentable y a veces muy dolorosa. Recordemos a los hijos que se extravían entre lo que se les ofrece en la sociedad: drogas, placeres, vida nocturna peligrosa, ideologías ajenas a la dignidad del ser humano, engaños y desengaños de todo tipo… Así surgen jóvenes sin horizontes y niños de la calle. Las rupturas de las familias son muchas veces causa de estas pérdidas. Es un hecho que durante la pandemia aumentaron las separaciones y solicitudes del divorcio. Todos estos casos requieren del buen desempeño de los responsables. Al igual que María y José quienes con prontitud volvieron en búsqueda de su hijo, los padres de familia no deben dejar de buscar a sus hijos; las autoridades tanto políticas y judiciales, como educativas y eclesiales, deben con prontitud ponerse en marcha para recoger a todos aquellos quienes se han perdido en el camino de la vida debido a ofertas engañosas que los sedujeron.

3- Jesús, modelo para los hijos

Vemos en el evangelio cómo Jesús se somete a sus padres hasta que alcance la madurez de la edad y educación. Se puede constatar que “el Hijo de Dios no se muestra superior a sus padres; más aún, es un adolescente que les respeta y obedece”. El evangelio nos dice que Jesús así “iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.

Leyendo esta frase en clave navideña podemos afirmar que aquí el Evangelio manifiesta claramente la realidad de la Encarnación: “Jesús asumió verdaderamente nuestra existencia humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, recorriendo todas las etapas necesarias del crecimiento humano”.

Es hermoso saber que Jesús, a quien nosotros consideramos perfecto desde el origen en cuanto Hijo de Dios, al mismo, como ser humano, crecía no sólo en edad, sino también en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres. De este modo, se nos presenta como auténtico hombre; su Encarnación no es una ficción. Jesús compartió verdaderamente nuestra situación y conoció todas las dificultades y alegrías, esperanzas y aspiraciones características del crecimiento humano.

Por otra parte la primera lectura da una enseñanza clave para los padres con relación a sus hijos.

Ana comprende que, al consagrar su hijo al Señor, no lo pierde. Este hijo seguirá siendo siempre su hijo; es un vínculo viviente entre ella y el Señor. Esta restitución del don al Señor, que constituye una unión fuerte, profunda con su hijo.

“Este episodio contiene una enseñanza para todos los padres: los hijos son siempre un don estupendo de Dios. No hay nada más bello que una vida que se desarrolla poco a poco con una gran cantidad de dones y cualidades y capacidades físicas, afectivas e intelectuales. Un niño no es un juguete, ni una niña es una muñeca. El juguete, la muñeca, pertenecen a los niños, y los usan para jugar, para hacer con ellos lo que quieren, y ellos no protestan nunca… Un niño, en cambio, es un ser humano pleno de dignidad, que ha de ser respetado y conducido a Dios, porque es una persona capaz de conocer y amar a Dios. Y en su vida no hay alegría mayor que ésta.”

Conclusión:

Decía san Agustín de Hipona “Mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado”. Esta frase nos habla del amor a Dios. San Agustín fue un enamorado de Dios como fuente de todo bien. Que este mismo amor a la fuente del amor nos ilumine a tener un auténtico amor a la familia según la Sagrada Familia de Nazareth. Recemos que la sociedad recupere su esencia al convivir todos como hijos e hijas de Dios en armonía con la naturaleza y con Dios. Tal como nos lo recuerda la segunda lectura: “queridos hijos, desde ahora somos hijos de Dios”; si somos hijos de Dios, es necesario una buena convivencia con los demás, en primer término en el seno de la familia.