SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Dios se manifiesta a la humanidad
En el contexto del período litúrgico denominado tiempo de Navidad, hoy celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor. Esta conmemoración tradicionalmente en nuestro país Paraguay la llamamos la fiesta de los Reyes Magos. Epifanía es una palabra que significa manifestación, en este sentido, ésta solemnidad quiere decir que Dios se muestra a la humanidad. El hombre puede conocer a Dios que se desvela.

Las lecturas hoy nos presentan nuevamente al niño nacido de la Virgen María, que vino no sólo para el pueblo de Israel, representado en los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada hoy por los Magos de Oriente.
Estos Magos que vienen de Oriente son los primeros de esa gran procesión de la que habla el profeta Isaías en la primera lectura (cf. Is 60,1-6). “Una procesión que desde entonces no se ha interrumpido jamás, y que en todas las épocas reconoce el mensaje de la estrella y encuentra el Niño que nos muestra la ternura de Dios”. Esta solemnidad es un llamado a peregrinar exterior e interiormente hacía Jesús.

La segunda lectura la carta de san Pablo a los Efesios (Ef 3, 2-6) nos recuerda que la salvación de Cristo actúa a favor de todos, judíos y gentiles: “Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles”.

El evangelio de san Mateo (Mt 2, 1-12), nos relata los hechos referidos a la gran peregrinación que hicieron los Reyes de oriente: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Por lo tanto, es una invitación a contemplar la escena para dejarse iluminar por su luz hasta que transforme la mente y el corazón.

1- Una peregrinación interior
Los reyes magos representan a toda la humanidad. Vinieron desde muy lejos guiados por la estrella de Belén para adorar al Niño que acababa de nacer. Esta peregrinación se realiza siguiendo una luz que los guía, la estrella que brilla marcando el rumbo hacia la meta. Podemos hacer estas preguntas: ¿Qué camino queremos hacer durante este nuevo año? ¿Quién será nuestro guía, qué estrella seguiremos: el orgullo o la humildad, la ambición o la generosidad, la avaricia o la caridad, la verdad o la falsedad, el dialogo o la imposición, el amor o el egoísmo? ¿Seguiremos a Jesús el hijo de Dios o a los ídolos personificados en las diversas ideologías y poderes del mundo que se obstinan por el mal camino?

Los tres reyes magos han dejado guiarse por la estrella de Belén que los encaminó hasta el Nino Jesús para adorarle. Le obsequian oro, incienso y mirra, tres regalos que identifican la naturaleza del Niño. El oro es símbolo del rey y su divinidad, el incienso es símbolo del profeta, y la mirra simboliza la humanidad del niño. Por lo tanto, Dios se manifiesta en la inocencia y la debilidad de un niño quien es al mismo tiempo rey y Dios, profeta por excelencia y hombre a plenitud.

Peregrinemos interiormente hasta Jesús guiados por su estrella que ilumina y brilla en su Palabra, por su resplandor que se manifiesta en la Iglesia Pueblo de Dios peregrino con su magisterio; se trata de la luz de la intercesión de los santos, la iluminación de un buen consejero, el brillo de un director espiritual, buen amigo o confesor, etc… Los reyes magos representando a toda la humanidad hicieron este recorrido interior. Algo les inquietó motivándoles a ponerse en camino y buscar hasta encontrarse con el nuevo Rey que acababa de nacer. No podemos quedarnos petrificados en un lugar geográfico ni cronológico, estamos hechos para la peregrinación constante; todos aquellos que se inmovilizan están condenados a desaparecer sin remedio. Procuremos siempre estar en camino hacía Jesús, y dejémosle a Él que peregrine en lo más profundo de nuestro corazón.

2- Una peregrinación exterior
La estrella que guía a los reyes magos marca una ruta, una dirección de la que ellos no pueden desviarse si quieren llegar a la meta, llegar hasta Jesús. La lejana región de donde provienen requiere un largo caminar con todo lo que eso representa: peligro, cansancio, tiempo, sed, algunas veces dudas para continuar. A pesar de todo eso siguieron hasta llegar a Jerusalén y fueron a consultar: “Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”.

La peregrinación interior, esa búsqueda de Dios en la vida y esa luz que nos guía debe conducir a ese encuentro con el Jesús concreto de carne y hueso. ¿A qué supuesta luz que brilla sigo en mi vida? ¿Quién es ese Jesús de carne y hueso a quien debo encontrar y seguir? ¿Dónde me lleva la luz que brilla en la Palabra, en la Iglesia, en los sacramentos, etc.?
Dios se ha manifestado en Jesús para nuestra salvación, Jesús se manifiesta en cada uno de nuestros hermanos pequeños: “cuanto hicisteis con unos de estos hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 31- 46). En este tiempo de crisis y necesidades que atravesamos, busquemos llegar donde están los cimientos de nuestra vida para ofrendar nuestros regalos al igual que los reyes de oriente. La vida se cimienta en Dios, en su gracia, en su luz, en su Palabra hecha carne que viene a traernos la paz y la justicia.

Decía el Papa Francisco en una de sus reflexiones: “ofrendar un don grato a Jesús es cuidar a un enfermo, dedicarle tiempo a una persona difícil, ayudar a alguien que no nos resulta interesante, ofrecer el perdón a quien nos ha ofendido”. Son dones gratuitos, no pueden faltar en la vida cristiana. De lo contrario, nos recuerda Jesús, si amamos a los que nos aman, hacemos como los paganos (cf. Mt 5,46-47). Miremos nuestras manos, a menudo vacías de amor, y tratemos de pensar hoy en un don gratuito, sin nada a cambio, que podamos ofrecer. Será agradable al Señor. “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” nos recuerda el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 20, 35b). Toda peregrinación interior debe desembocar en una peregrinación exterior como manifestación concreta de ese encuentro con Jesús.

Conclusión
Seamos gratos a Dios que por amor se manifiesta en su Verbo hecho carne para nuestra salud integral, contemplemos en silencio la inmensidad de este misterio que rebasa toda nuestra limitada facultad. Oremos ante el misterio de la Epifanía para que Dios con su gracia inunde el corazón y la mente de toda la humanidad reconociendo a su Creador y el Señor de todo.

Según san Agustín de Hipona, aquellos magos fueron los primeros gentiles en conocer a Cristo el Señor. “Sin verse sacudidos por su palabra, siguieron la estrella que se les manifestó y, cual lengua del cielo, les hablaba de manera visible de la Palabra que aún no hablaba. Por ello, pareció justo, y lo es en realidad, que los gentiles reconocieran con ánimo agradecido el día de la salvación de quienes fueron sus primicias y lo dedicaran con obsequiosa solemnidad y acción de gracias a Cristo, el Señor”. Regalemos al Señor nuestro tiempo, nuestro talento, nuestras capacidades y nuestra vida, que realmente de Él lo hemos recibido todo.

Por Pbro. Ángel Ramón Collar N.

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