Homilía: «Solidaridad y justicia»

III DOMINGO (GAUDETE) DE ADVIENTO CICLO C

Falta poco para que celebremos la Navidad de Jesús, una fiesta netamente cristiana que requiere una buena preparación. En el transcurso de esta preparación, estamos en un momento especial que la liturgia lo llama domingo de Gaudete, es decir, el domingo de la alegría.

Las lecturas de hoy tiene dos momentos bien diferenciados. Por una parte marca en sintonía de mensajes la invitación a la alegría: “alégrense…”. Sobre todo, hay que alegrarse porque Jesús está por nacer en el portal de Belén. En cambio, la segunda parte, sobre todo en el evangelio de san Lucas es un anuncio de conversión y perdón.

La primera lectura, del libro del profeta Sofonías (Sof 3, 14-18), es una exhortación a gritar de alegría porque el Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre Jerusalén a raíz de la corrupción y la idolatría en la que cayó: “alégrate y regocíjate, hija de Sion… el Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos”. El texto del profeta es un hermoso llamado a estar alegre porque Dios ya ha perdonado la culpa.

El responsorio del Salmo, de Is. 12, 2-6, invita a aclamar con júbilo al Señor que está en medio de nosotros; “¡aclamemos al Señor con alegría!”

La segunda lectura proviene de la carta de san Pablo a los Filipenses (Filp 4, 4-7) y recomienda estar siempre contentos en el Señor: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense”.

El evangelio de san Lucas (Lc 3, 2b-3. 10-18) presenta al precursor de Jesús, Juan el Bautista bautizando y enseñando a las gentes para que cambien del rumbo de sus vidas. “Este comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”.

Veamos algunos aspectos de las enseñanzas que nos propone la Liturgia de la Palabra que hemos presentado.

2- La necesaria alegría del Discípulo y Misionero de Jesús

Para entender mejor en que consiste la alegría evangélica, es útil colocarla sobre el trasfondo de opuesto, es decir, la tristeza. Básicamente la tristeza es un estado del ánimo que se caracteriza por el desánimo y la insatisfacción, es un dolor emocional que incomoda a la persona.

La tristeza o ausencia de alegría: En la sagrada escritura la causa de la tristeza se identifica con la presencia del pecado, la desobediencia a Dios, la falta de escucha de la voz de la conciencia que grita en la interioridad de la persona advirtiendo de la presencia del mal en la vida. Simplificando podemos decir que la tristeza va unida al pecado. Si el pecado no produce inmediatamente esa emoción negativa de desazón, tarde o temprano lo hará. El mal nunca puede generar alegría ni satisfacción por largo tiempo.

La alegría, el “gaudete,” brota de la presencia de la gracia de Dios en la vida de la persona, en particular en el discípulo y misionero de Jesús, llámese laico, religioso/a, sacerdotes, etc. Es por esta razón que se opone totalmente al sentimiento de tristeza y dolor provocado por el pecado. Este “gaudete” no significa ausencia de dificultades, pero supera los sinsabores de la vida y lleva a la paz, la templanza, la paciencia, la serenidad; alegría y presencia de Dios van unidas.

La invitación hecha por el profeta Sofonías en la primera lectura es un llamado a reconocer el motivo de la falta de alegría en la vida, de tal manera que nos arrepintamos de todo pecado para que Dios nos perdone. Sólo Él nos podrá devolver aquella alegría que perdimos por motivo de nuestros actos de desobediencia a Dios. El profeta anima al pueblo de Israel que estuvo en la corrupción y la idolatría, anunciando que Dios le perdonó devolviéndole el gozo perdido: “¡Grita de alegría hija de Sion, Israel alégrate, y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén¡. El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado tus enemigos”.

¿Cuáles son los motivos de nuestra falta de alegría en nuestra vida, en la familia y en la sociedad? ¿Cuáles son aquellos pecados que motivan la ausencia de Dios en nuestras vidas y no nos permiten saborear el gozo del Señor? Tal vez necesitamos hacer un serio examen de conciencia para descubrir mejor aquellas actitudes, realidades y motivos que alejan de nosotros aquel profundo contento que debe caracterizarnos. Dice San Pablo a los Filipenses: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir alégrense”. Esta felicidad de fondo es al mismo tiempo una responsabilidad y una condición del discípulo de Jesús. El papa Francisco nos lo recuerda repetidamente que debemos evangelizar con alegría.

2- Necesario cambio de vida

El evangelio de hoy nos presenta un programa bien claro que se puede considerar como hoja de ruta para autoevaluarnos en vista de un cambio de vida.

Juan el Bautista anuncia un bautismo de conversión para el perdón de los pecados y nos presenta criterios bien actuales para nuestra vivencia diaria. Se le acercan toda clase de personas que se puede agrupar en tres: la muchedumbre, los publicanos y unos soldados. Cada grupo viene con la misma pregunta: ¿Qué debemos hacer nosotros? y el profeta responde a cada grupo según las circunstancias de sus vidas.

A la muchedumbre le orienta exhortándoles a la solidaridad: “el que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene, y el que tenga que comer, haga otro tanto”. Compartir es el verdadero modo de preparar la venida del Señor. De lo que se trata no es de conservar de modo egoísta para nosotros mismos los dones del Señor, sino de compartirlos, de emplearlos para practicar la solidaridad con la gente necesitada. Este consejo vale para todos.

A continuación, se presentan los publicanos; son recaudadores de impuestos, un grupo de gente muy despreciada por los judíos por su deshonestidad y por ser colaboracionista a favor de los romanos que han invadido Jerusalén. Ellos también preguntan a Juan sobre lo que deben hacer. La respuesta del profeta es nada más que lo siguiente: no exigir más de lo establecido. Deben abstenerse de toda extorción practicando la justica y limitarse en pedir nada más que el impuesto establecido por la autoridad. Juan el Bautista pide que renuncien al modo de vida que les enriquece por la deshonestidad. Les exhorta a practicar su trabajo con verdadero sentido de justicia.

Se acercan a Juan unos soldados y preguntan: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” La respuesta es simple: “no hagan extorción a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”. Por tanto, lo que se les pide es que practique la justicia.

Conclusión

No será posible preparar la venida de Jesús sin la alegría y la paz que provienen de la justicia y la solidaridad bien practicadas. Esto nos invita hoy, en este tiempo de Adviento, a estar atentos en particular a practicar con alegría evangélica la justicia y la honradez juntamente con la solidaridad para compartir lo que tenemos. Vivir el gozo del que nos hablan las lecturas significa vivir en la gracia de Dios; san Agustín de Hipona en una de sus célebres frases dice: “Mejor es una felicidad temporal, que una eternidad miserable”. La alegría, si es bien entendida en el sentido del “gaudete” de la liturgia de hoy, viene de la presencia de la gracia de Dios misericordioso en nuestra vida y nos llegará ahora mismo, ya en esta vida, y además, nos librará de una eternidad en la miseria.