DOMINGO XI ORDINARIO, CICLO A

“Compasión, Elección y  Misión”

Este domingo la liturgia de la palabra nos presenta a un Dios tan misericordioso que se preocupa por la humanidad, esto se refleja en el constante acompañamiento que hace YAVEH a su pueblo elegido, pueblo sacerdotal, también en la justificación de los pecadores y finalmente la compasión de Jesús por una multitud dispersa.

La primera lectura del libro del Éxodo (Ex 19, 1-6), nos presenta a un Moisés que sube y baja en la montaña. Las subidas y las bajadas tienen un sentido espiritual: Moisés sube y Dios le habla, baja al pueblo y comunica las palabras de Dios.[1]

La segunda lectura de la carta de Pablo a los romanos (Rom 5, 6-11), ilustra que el acceso a la salvación implica por un lado esa paz psicológica caracterizada por la serenidad y la tranquilidad y al mismo tiempo la paz teológica espiritual, es decir, esa relación de amistad con Dios y por tanto la plenitud de los bienes dado que Dios es fuente de todo bien.[2] Esto no implica ausencia de dificultades, es posible que haya aumento de las contrariedades, pero el cristiano sabe que triunfará el bien.

El evangelio de Mateo (Mt 9, 35—10,8), nos presenta a un Jesús compadecido por las gentes que andan fatigados y abatidos como ovejas sin pastor. Escoge a doce apóstoles dándole indicaciones precisas: la misión va dirigida sólo a Israel, el anuncio del reino debe ir acompañado por signos de curaciones, los discípulos han de partir sin equipaje, es decir, con plena disponibilidad.

1- La elección

Según el evangelio de hoy, Jesús al ver a la multitud tuvo compasión de ellos por lo que no puede abandonarles a su suerte. Ante esta carencia del pueblo, Jesús establece un sistema u organización para la atención o la evangelización que perdurará en el tiempo. Para el efecto elige a los 12 Apóstoles dándoles instrucciones precisas para la misión. En este grupo de 12, Pedro lleva siempre la delantera, es decir, él es el primado en la organización y en los trabajos, él es el líder establecido por el mismo Jesús para ser el primero entre los 12.

Jesús al elegir a los apóstoles, les da unas instrucciones precisas como condición para el anuncio del evangelio. Al principio la misión se limitaría a los israelitas, los dispersos del pueblo elegido por Dios: “no vayan a las regiones paganas ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos”. En un segundo momento se realizará la misión a los pueblos extranjeros.

Esta misión realizada entre los israelitas, debe estar acompañado de signos y curaciones: “Vayan a las ovejas perdidas del pueblo de Israel, proclamen que el reino de Dios está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios”.

Toda misión requiere un llamado, todo llamado exige una respuesta, disponibilidad y prontitud para la acción.

2- Orar por la mies y los obreros

La mies de la que habla el evangelio de Mateo se refiere al pueblo elegido por Dios, en particular aquellos miembros del pueblo que están extenuados como ovejas que no tienen pastor. Pero al mismo tiempo la mies representa a todos el mundo, porque el mensaje de Jesús debe llegar a todos los rincones del mundo.

Jesús manifiesta su compasión por aquellos que se encuentran abatidos, olvidados, ignorados y abandonados a su suerte. “tuvo compasión… porque estaban como ovejas sin pastor.”[3] Todavía después de dos mil años, existen muchos hombres y mujeres, niños y jóvenes, quienes son ignorados, excluidos de un injusto sistema que favorece a algunos y excluye ignorando a una multitud. Ellos necesitan de un pastor que les instruya y les acompañe. Obreros explotados, familias enteras que viven en la indigencia, jóvenes a quienes se les niega un espacio para su formación o un trabajo digno, niños víctimas de diversos tipos de violencias, mujeres a quienes se les cierran las puertas por su condición femenina o simplemente son explotadas. La mies es mucha, el campo laboral es inmenso, el desafío es muy grande, por lo tanto se necesita obreros para la mies.

Consiente de la magnitud de las necesidades, Jesús nos induce a orar al dueño de la mies para que envié más obreros: “Rueguen al dueño de lo sembrado, para que envíe más trabajadores para la cosecha.”

Conclusión

Dice San Agustín: “No me permite callar la caridad de Cristo, para quien deseo conquistar a todos los hombres, en cuanto depende de mi voluntad”.

Moisés como porta voz de Dios transmite al pueblo el mensaje: “ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada; así también Pablo en la segunda lectura nos recuerda que la salvación consiste en la plenitud del bien recibido de Dios.

El evangelio de Mateo, nos presenta a un Jesús compasivo, inquieto por el sufrimiento del prójimo, un Jesús que para responder a las necesidades recurre a sus colaboradores y al mismo tiempo los envía para trabajar en la mies con las instrucciones de orar, curar, y renunciar todo aquello que pueda dificultar la tarea. 

Vivimos en medio de una sociedad agobiada por graves carencias. Jesús nos envía hoy, como lo hizo hace dos mil  años con sus discípulos, para llevar una palabra de esperanza. Asumamos nuestro compromiso evangelizador  en el entorno familiar, en nuestras actividades económicas y laborales, y como miembros de la comunidad[4].


[1] COMENTARIO al Antiguo Testamente I. La casa de la Biblia. Sígueme Verbo Divino. 1997. Pág. 149-150.

[2] COMENTARIO al Nuevo Testamente I. La casa de la Biblia. Sígueme Verbo Divino. 1995. Pág. 429.

[3] La Liturgia cotidiana. Alimento de cada día. Junio 2023. Nº 131-año XI. San Pablo. Pág. 62-63.

[4] http://homiletica.org/jorgehumberto/Jorgehumbertopelaez077.htm

Por: Pbro. Ángel Collar

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