Homilía de Mons. Guillermo en el Día del Buen Pastor y Día Nacional de la Familia

Cuarto Domingo de Pascua

Hermanos y hermanas:
Celebramos en este domingo del Buen Pastor, junto con la pastoral familiar de la Diócesis, el Día Nacional de la Familia (Ley 5425, 16/04/2015). Hoy cae también el día del obispo y la jornada mundial de oración por las vocaciones, pero vamos a enfocar nuestra atención especialmente en el tema de la familia.


En tiempos pre-covid se han realizado caminatas públicas, este año hay también bastante iniciativas, en forma de materiales de oración que se han ofrecido a las familias, y el concierto virtual que comenzará poco después de nuestra misa.


¿Qué nos dice hoy nuestro evangelio?
A lo mejor, al hablar de pastores, como también de familias, nos imaginamos un escenario ideal – amplios paisajes con ovejas, o imágenes de familias felices. Claro que esto existe, y demos gracias a Dios. En este tiempo pascual queremos dar gracias a Dios por habernos enviado a Jesús, y por habernos enseñado en la familia de Nazaret un ideal de familia.


Por otro lado, Jesús menciona realidades duras: ovejas en peligro, rebaños dispersos y diezmados, lobos y pastores que mueren en el combate con el mal. Y sabemos que también en las familias no todo es ideal. Vamos a tener que perdonarnos muchas veces, y no abandonar “ovejas negras” de la familia.


Y hay algo más serio todavía: hoy se nos quiere inculcar que el modelo “familia” ha pasado de moda. En vez de esto se mencionan muchos géneros. En algunos países ya es delito no aceptar estas nuevas ideas o dar a los niños una educación sexual cristiana. Con todo esto en mente, miremos el evangelio. Jesús nos habla de los buenos y los malos pastores y presenta tres características distintivas del auténtico, verdadero pastor, que son:
1 dar la vida por las ovejas,
2 tener una gran cercanía de conocimiento y comunión con ellas
3 y la apertura a “ovejas que no son de este redil.”


El que no es el verdadero, auténtico pastor, el asalariado, lo ve todo por el lente comercial. Por ejemplo, seduce al joven a comprar algo caro después ya no le interesan las consecuencias.


Cada papá, cada mamá, son propiamente pastores o pastoras de su familia, como también cada sacerdote y cada obispo tienen esta responsabilidad pastoral. Si aplicamos esto a la realidad de cada uno, ¿que se sigue concretamente?


El buen pastor no se puede ser cobarde o hacerse el «ñembotavy». Ante el peligro no se puede renunciar a ser papá o mamá (u obispo) y dejar a las ovejas a su suerte. Porque hay lobos peligrosos por ahí. Necesitamos buscar la cercanía a las ovejas y los corderitos. Hay que entenderlas, tener comunicación con ellas. Es importante tener tiempo para los hijos, a veces dialogar, a veces corregir. Yo siempre lo digo así: tal vez como pastor, papá, mamá, dirigente no soy tan ideal, tenga fallas y los otros lo notarán. Pero por lo menos quiero estar ahí.


Hay otras ovejas, no de este corral. También por ellas tengo una responsabilidad; no sólo por mi hijo la tengo, sino también por el niño que me pide monedas por el centro. ¿Y cómo se puede responder a esta responsabilidad? No conozco una solución fácil, pero seamos creativos…


¡Honra a la Nación del Paraguay haber establecido hace 6 años el día Nacional de la Familia. Sigamos convirtiéndonos a la familia ya que la misma Santísima Trinidad es familia. Sigamos defendiendo la familia y seamos sus pastores.


Amén.

Mons. Guillermo Stecklin

Obispo de la Diócesis de Ciudad del Este