Homilía: Solemnidad de Corpus Christi

“Celebrar la Eucaristía compromete a la caridad”

Introducción

El domingo pasado la Iglesia celebró la solemnidad de la Santísima Trinidad, uno de los misterios más grande la fe católica: Dios Uno y Trino. “Hoy se celebra la fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, cuyo nombre en latín es, “Corpus Christi”. Haciendo una breve historia recordemos que el Papa Urbano IV, en el siglo XIII (año 1264), la extendió a toda la Iglesia con el objetivo de proclamar la fe en la presencia real de Cristo en la eucaristía. Este día hay que aprovechar como oportunidad para  fortalecer nuestra fe en el misterio que celebramos, pero también para profundizar en su significado a partir de las lecturas que nos propone la liturgia” y las implicancias prácticas en vivencia de la caridad cristiana.

La primera lectura del libro del Génesis (Gn 14, 18-20), nos ofrece una luz complementaria con el episodio en que Melquisedec, rey de Salem, ofreció pan y vino. Existe, por tanto, una relación entre el relato del Génesis y la institución eucarística, en la que Jesús ofrece también el pan y el vino.

La segunda lectura de la carta de san Pablo a los corintios (1Cor 11, 23-26), relata con mucho cuidado y detalles, como Jesús instituyó la Eucaristía en la Última cena.

El evangelio de san Lucas (Lc9, 11b-17), contemplamos la generosidad de Jesús ante la multitud de las gentes que le siguen para escuchar sus enseñanzas y pedirle que cure a los que padecen enfermedades. Llega el momento en que el día ya declina y la gente tiene hambre. En esta ocasión, “Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados”. Y al mismo tiempo los alimentó a todos quienes lo seguía “todos comieron hasta saciarse…”.

1- La Eucaristía fuente y cumbre de la vida eclesial

La segunda lectura propuesta por la liturgia de hoy, la primer carta de Pablo a los Corintios, es un relato detallado de lo que Jesús hizo en ocasión de la última cena en el que instituyó la Eucaristía en esa ceremonia, “Él tomo pan y dijo: ‘tomen y coman esto es mi cuerpo’ luego tomo una copa de vino dio las gracias diciendo ‘esta copa es la nueva alianza que se cella con mi sangre… háganlo en memoria mía’…”.

Es imprescindible que todo católico tome conciencia de que la Eucaristía es fuente, centro y culmen de la vida eclesial, sobre todo para que pueda celebrarla existencialmente y tomar de ella la gracia para continuar viviendo lo que en ella celebramos. En ella está presente de manera real Cristo en cuerpo y alma que nos alimenta para vivir la caridad.

“La Eucaristía es ‘fuente y cima de toda la vida cristiana’ dice el Documento del Vaticano II en la Lumen Gentium (LG 11). “Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, al propio Cristo, nuestra Pascua” (PO 5).

La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios peregrina en la tierra, gracias a la Eucaristía, la Iglesia es pueblo de Dios sacramento de salvación para todos los hombres. “En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que en Cristo, Dios santifica al mundo, y el culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por Él al Padre”.

A través de la celebración eucarística nos unimos ya a la Liturgia del Cielo y anticipamos la vida eterna, cuando Dios será todo en todos, “Cuando todo haya quedado sometido a Cristo, entonces Cristo mismo, que es el Hijo, se someterá a Dios, que es quien sometió a él todas las cosas. Así, Dios será todo en todo” (1Cor 15, 28).

La Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: “nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar” (San Ireneo) (CIC 1324-1327) y de actuar.

La Eucaristía es la fuente de la misión del cristiano y de la comunidad eclesial, porque infunde en el corazón la caridad de Cristo y la esperanza del reinado de Dios.

La Eucaristía ayuda a la Iglesia a comprender su vocación y misión. Alimentándose del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, la comunidad eclesial toma conciencia de que es enviada a anunciar y hacer presente el reinado de Dios en nuestra sociedad.

2- La Eucaristía fuente de un amor generoso

La escena del evangelio con sus múltiples elementos literarios, espirituales y teológicos, nos ofrece una luz para descubrir el valor caritativo y amoroso de la Eucaristía y sus consecuencias en la vida práctica del creyente.

Dice el texto: “El día ya empieza a declinar y la gente tiene hambre”. Los discípulos creen que llega el momento de despedir a las gentes para que vuelvan a sus hogares a buscar comida y alojamiento. Jesús, ante esta situación propone a los discípulos “denles ustedes de comer”. Éstos manifiestan que es imposible el pedido de Jesús debido a la escases de alimentos que tienen en ese momento, solo tienen cinco panes y dos pescados. Jesús aprovecha estos pocos alimentos para hacer la oración y mirando al cielo pronuncia la bendición multiplicando los panes y los pecados. Luego los mismos discípulos repartieron la comida. Todos comieron hasta saciarse y encima sobraron doce canastas de alimentos.

Al celebrar la solemnidad de Corpus Christi, pensemos quienes son hoy aquella multitud que sigue a Jesús buscando alivios a su hambre y diversas dolencias. Estamos llamados a sentir de cerca a todos aquellos que atraviesan situaciones difíciles de la vida: las familias víctimas de las guerras, los niños explotados y abusados, jóvenes sin horizontes, los indígenas, los pobres, los ancianos, los enfermos en los hospitales, en la vecindad, los que buscan trabajos dignos, los migrantes, los presidiarios, todos a aquellos quienes son excluidos de los beneficios de la tecnología, víctimas de un sistema exclusivo de la economía, etc. Allí está Jesús actuando en carme propia. Por eso es importante celebrar con fe viva y vivir con convicción eso que celebramos con estos nuestros hermanos en quienes Jesús está presente; “Tuve hambre, sed, enfermo, forastero, preso, etc. y tú me ayudaste” (Mt 25. 35ss). De nada sirve celebrar la Eucaristía y ser indiferentes al prójimo que sufre. La Eucaristía debe encender y dinamizar ese amor generoso en el corazón de aquellos todos que lo celebran con fe y devoción.

Conclusión

San Agustín de Hipona refiriéndose a Cristo presente en la Eucaristía dice: “Cuando nos entrega su cuerpo y su sangre, nos entrega su humildad”. Celebremos con viva fe esta solemnidad de Corpus Christi donde Cristo se nos entrega por entero su cuerpo y su sangre –en el Pan y el Vino- para entrar  a tener parte en su herencia. Con humildad busquemos estar siempre cerca de El en aquel hermano que sufre diversas necesidades y dolencias. Entreguémonos, también nosotros a los necesitados así como Cristo se entregó por todos  en la Cruz e instituyó la Eucaristía para estar siempre con nosotros.