“En el corazón de cada bautizado asciende Jesús y nos lleva con Él”
Hoy con la solemnidad de la Ascensión del Señor, llegamos casi al término del tiempo pascual.
Cuando empecé a escribir esta reflexión, recibí un mensaje de parte de la responsable de la pastoral indígena en nuestra Diócesis de Ciudad del Este, alertando de un posible desalojo a los pobres indígenas de sus propias tierras en Cerrito perteneciente al distrito de Minga Porã, desalojo que en parte ya se materializó.
Me pregunto si nuestros hermanos indígenas quienes vivieron muchos siglos antes que nosotros en esos lugares, no tienen la mínima dignidad ni el derecho de vivir en sus tierras para construir sus casas y sostener a la familia. Creo que esto que se hizo ya es demasiado. Este hecho revela cuan complicado está la mente y el corazón de los responsables de velar por el bien común. Debemos ser favorables a estos pobres hermanos nuestros que en este tiempo de baja temperatura están siendo desalojados para sufrir en la intemperie todo tipo de necesidades: el hambre, el frío, la falta de un hogar, y todo tipo de precariedades. La solemnidad de la Ascensión de Jesús nos hace mirar hacia el cielo, pero nos invita también a pisar tierra. Practiquemos la justicia y la caridad aquí y ahora, con la mirada puesta a lo alto del cielo.
Que la palabra de Dios de este domingo ilumine la mente y el corazón de toda la humanidad para vivir y convivir practicando la justicia y el amor. El hecho acaecido que condenó a un grupo de familias indígenas revela cuan obstinado estamos en las cosas materiales antes de reconocer y sentir las necesidades de estos hermanos pobres entre los pobres.
La primera lectura de libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 1-11) es un resumen de lo que fue la vida de Jesús hasta su Ascensión a los cielos.
La segunda lectura de la carta de san Pablo a los Efesios (Ef 1, 17- 23), es un relato donde se nos hace contemplar a un Jesús que está por encima de todo: “todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos”.
El evangelio de san Marcos (Mc 16, 15- 20), junto con la escena de la Ascensión nos presenta el mandato misionero más elocuente que pueda encontrarse en los evangelios: “id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda la creación”. Un mandato misionero para anunciar la necesidad de vivir la justicia en el amor al prójimo y bautizar a todos en nombre de la Santísima Trinidad.
1- La Ascensión como culminación
La Ascensión es la culminación de la vida de Jesús aquí en la tierra; después de su cruenta muerte en la cruz fue sepultado y al tercer día resucitó apareciéndose a los apóstoles por varios días, y llegado el tiempo, en presencia de sus discípulos ascendió a los cielos: “… a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista”. El día de Pentecostés cumplirá la promesa de enviar al Paráclito sobre los apóstoles. Jesús fue ascendido a los cielos poniendo punto final a una etapa de su obra aquí en la tierra, a partir de ahora estará presente y realizará su obra de salvación a través del Espíritu Santo. Lo hará sacramentalmente por la Iglesia que es “sacramento de salvación y unión de los hombres con Dios”.
A partir de la Ascensión del Señor y de Pentecostés, se abre una nueva etapa en la historia de la salvación, el tiempo de la Iglesia, donde el Espíritu Santo será quien acompañe a la comunidad de fe en su peregrinación aquí en la tierra hacia la Casa del Padre. La Iglesia tiene la misión de llevar la buena nueva a todos los rincones de la tierra; para el efecto Jesús escogió a los apóstoles y sus sucesores los obispos.
2- Los animadores de la comunidad eclesial
El evangelio de san Marcos dice que los discípulos han recibido en el día de la Ascensión la misión de anunciar el Evangelio a todos los pueblos “En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
“A los que crean, los acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”.
Con este mandato, los apóstoles –y los obispos- son los verdaderos líderes que deben hacer crecer la vida de la Iglesia con la labor evangelizadora. Ellos son los verdaderos líderes establecidos por el mismo Jesús. La Iglesia se llama “apostólica” debido a esta elección e institución de los apóstoles como fundamentos de la Iglesia de Cristo, con la misión de evangelizar el mundo entero. Actualmente los sucesores de los apóstoles son los obispos que con sus colaboradores más cercanos – los presbíteros y diáconos – llevan adelante el mandato misionero en la Iglesia particular que les confía el Papa desde el Vaticano. En esta labor evangelizadora, los pastores–obispos también cuentan con la colaboración de todos los bautizados que se mantienen firmemente en la fe de la Iglesia viviendo la comunión eclesial como miembros de la Iglesia, Pueblo de Dios. El libro de los Hechos de los Apóstoles reproduce las catequesis de los Apóstoles, donde está la esencia del anuncio que debe predicar la Iglesia de todos los tiempos. Se trata de presentar la Persona y el mensaje de Jesucristo en su integridad, sin contaminación ideológica.
Conclusión
Que Dios consuele a nuestros hermanos indígenas desalojados y que las autoridades responsables cambien de parecer y administren con justicia el bien común de la tierra a favor de toda la familia paraguaya, fundamentalmente favoreciendo a los más débiles de nuestra sociedad.
La solemnidad de la Ascensión del Señor es toda una catequesis que Dios ofrece a todos los fieles, es como “levantar el corazón como gesto de lealtad y fe hacia Dios”. La Ascensión de Jesús es la culminación del ciclo vital de Jesús iniciado con la Encarnación y ahora alcanzando su Glorificación. Al mismo tiempo significa que los apóstoles de alumnos se convierten en maestros y animadores de las comunidades en la Iglesia, Pueblo de Dios. Que estas dos dimensiones de la Ascensión, la glorificación de Jesús y el mandato misionero, nos motiven a vivir acorde a nuestra identidad cristiana, practicando la justicia en el amor al prójimo, mirando al cielo sin olvidar la tierra para llevar el mensaje de Jesús a todo el mundo.
Pbro. Angel Collar