PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

 “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”

Hoy damos inicio a un nuevo año litúrgico que nos abre un camino de preparación para celebrar los misterios de las  fiestas navideñas. Un tiempo que durará cuatro domingos llenos de esperanza, de paz y de amor misericordioso de nuestro Padre Dios que nos envía su Hijo Jesús que trae la paz y un amor duradero.

Este tiempo la liturgia lo llama Adviento que significa advenimiento, alguien que se viene, se aproxima cada vez más trayendo todo lo bueno, lo noble, lo justo, el amor y la paz que tanto anhela la humanidad.

En este contexto de la expectante espera gozoso de la llegada del hijo de Dios, las lecturas nos ayudan a iluminar la vida, la familia, la sociedad y el mundo entero con la luz de la esperanza que manifiesta un Dios Padre misericordioso en su pequeño Hijo Jesús.

 La primera lectura del libro del profeta Isaías Lectura del libro de Isaías (Is 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7), es una expresión de reconocimiento de un Dios Padre y libertador, pero al mismo tiempo manifiesta el dolor y el arrepentimiento por haberse extraviado del camino de la justicia endureciendo su corazón y cerrando sus oídos a la Palabra de su Dios. A pesar de las injusticias cometida por el pueblo, mantiene firme su esperanza en el único Dios que puede salvar: “sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano”.

 La segunda lectura de la carta primera, cartas de Pablo a los Corintios (1Cor 1, 3-9), expresa la satisfacción del mismo por la respuesta positiva a la llamada de Dios. Y al mismo tiempo anima a perseverar firmes hasta el final: “Él les mantendrá firmes hasta el final, para que sean irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el cual les llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.”

 El evangelio en san Marcos (Mc 13, 33-37), nos presenta a un Jesús que se dirige a sus discípulos alertando que estén atentos y vigilantes ante la venida del Hijo de Dios: “Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento… Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa.”

 1- Tiempo de gracia y recuperación

Jesús viene y llegará muy pronto en términos litúrgicos llega el 25 de diciembre, por lo tanto es necesario una buena preparación para que el Hijo de Dios sea recibido y Él encuentre un verdadero lugar donde albergarse. Pero Jesús también llegará al final de los tiempos, por eso este tiempo de adviento es un regalo que debe ser aprovechado para recuperar todo lo que tal vez hemos descuidado hasta ahora.

Las lecturas nos invitan a una actitud de preparación, de retorno a Dios, de recuperar la gracia que se ha perdido por el descuido, la dejadez, la rutina, el desvarío y la búsqueda egoísta de vivir la vida ignorando a Dios y a los demás. El descuido es un estado del ánimo en el que uno pierde interés por el esfuerzo haciendo el bien, disminuye el interés por la lucha contra el enemigo, debilita el espíritu de sacrificio que da valor para seguir adelante. El ánimo, el interés, y el sacrificio son actitudes necesarias para preservarse del mal que lleva a descuidar la propia vida. Se descuida la pulcritud, la rectitud, la templanza, la disciplina adormeciendo la práctica  de la caridad, la oración y los servicios. La dejadez es un pecado que se deriva de la pereza uno de los pecados capitales, es un mal muy perjudicial que lleva a un cuadro de enfermedad psicosomática desencadenando el estrés y la depresión. Su antídoto está en buscar cultivar la actitud de atención y dinamismo haciendo el bien para sí mismo y para los demás, no permitir que el desánimo se apodere de uno. La rutina es un vicio un veneno mortal que mata toda iniciativa en la persona, y es capaz de destruir hasta toda una familia en su seno; es necesario que todos estemos despiertos y vigilantes para que este mal no robe la alegría y el entusiasmo de la vida, buscar crecer anímicamente manteniendo el frenesí por la vida, por un ideal, por la lucha diaria, por hacer siempre el bien. La raíz de rodos estos males es el desvarío y el egoísmo que lleva a buscar únicamente aquello que da una satisfacción personal sin importar los demás. De todos estos venenos necesitamos depurarnos para que el corazón esté disponible como un verdadero pesebre donde Dios quiere que nazca su Hijo Jesús.  Un corazón enfermo, afectado por una cardiopatía espiritual está contaminado por la pérdida de la gracia, es un corazón frío, oscuro lleno de soledad donde Jesús no podrá entrar si no se depura prontamente. Recordemos que “Dios es nuestro Padre y libertador… somos arcillas en sus manos”. Él puede depurarnos; dejémonos moldear por sus manos amorosas para que todos estemos en condiciones para celebrar la Navidad.

 2- Estén vigilantes

En el evangelio hemos leído que Jesús exhorta a estar despierto y vigilante ante la inminente venida del Señor “Estén atentos, vigilantes: pues no saben cuándo es el momento… Velen entonces, pues no saben cuándo vendrá el Señor de la casa.” Es importante, antes de continuar desarrollando la idea de la vigilancia, mencionar aquí la actitud opuesta a ella, es decir, el estar dormidos, hipnotizados, sonámbulos no estar en actitud de alerta y vigilancia.

Creo que es más fácil y cómodo estar dormido que estar vigilando; estar dormido no requiere esfuerzo ni responsabilidad, sin embargo, estar vigilante implica estar de pie, alerta, asumiendo con responsabilidad la vida como discípulo y misionero de Jesús. En nuestra sociedad encontramos suficientes ejemplos de falta de vigilancia, de sonambulismo y adormecimiento espiritual. En lo cotidiano del día a día, la actitud de estar dormido es más frecuente, es más fácil encontrar alguien que está distraído, desatentos antes de estar despiertos y vigilantes. Muchos se dejan anestesiar la conciencia con el veneno de la vida virtual sometiéndose a la pantalla pequeña de un celular, de un monitor de notebook o de una televisión, o tal vez de dejan anestesiar la mente y el corazón con las drogas, el efecto alucinógeno de la música con un alto volumen, el consumismo generado por una sociedad materialista que incentiva a un gasto compulsivo, el placer que genera todo lo relacionado con el erotismo, lo efímero y superficial, la sensualidad, la pérdida del tiempo en  las cosas banales.

Muchos buscan el sentido de la vida en las cosas fáciles que no requieren muchos esfuerzos o eluden cualquier compromiso serio y duradero. “Estar dormidos” es sinónimo de vivir desconectados de las preocupaciones que enfrentan la humanidad, o las profundas inquietudes religiosas porque uno busca estar de manera exclusiva en los asuntos materiales e inmediatos. Muchas personas van caminando por la vida sin brújula, pues nunca se preocuparon por definir un proyecto de vida que trascendiera el presente”.

“Estar despiertos es buscar activamente el sentido de la vida, el porqué y el paraqué estamos aquí y ahora; cuál es el plan de Dios sobre nuestras vidas, estar alerta y vigilantes significa  estar atentos a lo que está sucediendo a nuestro alrededor, los procesos sociales que estamos viviendo para orientarlos construyendo un tejido social inspirado en la justicia y el amor”.

A través del lenguaje figurado de la parábola se nos dice que a cada uno se le asigna una tarea; es algo muy serio: somos colaboradores dentro de la obra creadora de Dios y debemos asumir nuestras responsabilidades en el ámbito familiar, laboral, comunitario y eclesial. Nuestra gestión será tenida en cuenta con mucha seriedad.

No sabemos la hora de la venida del Señor, por eso este tiempo de adviento más que invitación, es una advertencia a mantenernos despiertos y vigilantes.

 Conclusión

“Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” dice el salmo 79 que se proclama hoy. “La conversión del corazón tiene que estar polarizada hacia Dios.” Este primer domingo de Adviento, es una invitación a prepararnos para el misterio del encuentro entre Dios y sus criaturas, entre lo eterno y lo temporal, lo humano con lo divino, encuentro que se realiza en la pobreza del pesebre de Belén. Preparemos la venida del Señor depurando el corazón de ese cuadro de cardiopatía espiritual creado por el pecado. Procuremos crear un clima de silencio interior que nos permita escuchar su palabra y percibir la acción del Espíritu Santo que habita en nuestro interior.

Por: Pbro. Ángel Collar

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