Mensaje del Papa Francisco, para la 55 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2021

«Ven y lo verás» (Jn 1,46). Comunicar encontrando a las personas donde están y como son.

Queridos hermanos y hermanas:
La invitación a “ir y ver” que acompaña los primeros y emocionantes encuentros de Jesús con los
discípulos, es también el método de toda comunicación humana auténtica. Para poder relatar la
verdad de la vida que se hace historia (cf. Mensaje para la 54.ª Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales, 24 enero 2020) es necesario salir de la cómoda presunción del “como
es ya sabido” y ponerse en marcha, ir a ver, estar con las personas, escucharlas, recoger las
sugestiones de la realidad, que siempre nos sorprenderá en cualquier aspecto. «Abre
pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las
manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean»,
aconsejaba el beato Manuel Lozano Garrido a sus compañeros periodistas. Deseo, por lo
tanto, dedicar el Mensaje de este año a la llamada a “ir y ver”, como sugerencia para toda
expresión comunicativa que quiera ser límpida y honesta: en la redacción de un periódico como
en el mundo de la web, en la predicación ordinaria de la Iglesia como en la comunicación política
o social. “Ven y lo verás” es el modo con el que se ha comunicado la fe cristiana, a partir de los
primeros encuentros en las orillas del río Jordán y del lago de Galilea.

Desgastar las suelas de los zapatos
Pensemos en el gran tema de la información. Opiniones atentas se lamentan desde hace tiempo
del riesgo de un aplanamiento en los “periódicos fotocopia” o en los noticieros de radio y
televisión y páginas web que son sustancialmente iguales, donde el género de la investigación y del reportaje pierden espacio y calidad en beneficio de una información preconfeccionada, “de
palacio”, autorreferencial, que es cada vez menos capaz de interceptar la verdad de las cosas y la
vida concreta de las personas, y ya no sabe recoger ni los fenómenos sociales más graves ni las
energías positivas que emanan de las bases de la sociedad. La crisis del sector editorial puede
llevar a una información construida en las redacciones, frente al ordenador, en los terminales de
las agencias, en las redes sociales, sin salir nunca a la calle, sin “desgastar las suelas de los
zapatos”, sin encontrar a las personas para buscar historias o verificar de visu ciertas situaciones.
Si no nos abrimos al encuentro, permaneceremos como espectadores externos, a pesar de las
innovaciones tecnológicas que tienen la capacidad de ponernos frente a una realidad aumentada
en la que nos parece estar inmersos. Cada instrumento es útil y valioso sólo si nos empuja a ir y a
ver la realidad que de otra manera no sabríamos, si pone en red conocimientos que de otro modo
no circularían, si permite encuentros que de otra forma no se producirían.

Esos detalles de crónica en el Evangelio
A los primeros discípulos que quieren conocerlo, después del bautismo en el río Jordán, Jesús les
responde: «Vengan y lo verán» (Jn 1,39), invitándolos a vivir su relación con Él. Más de medio
siglo después, cuando Juan, muy anciano, escribe su Evangelio, recuerda algunos detalles “de
crónica” que revelan su presencia en el lugar y el impacto que aquella experiencia tuvo en su
vida: «Era como la hora décima», anota, es decir, las cuatro de la tarde (cf. v. 39). El día después
—relata de nuevo Juan— Felipe comunica a Natanael el encuentro con el Mesías. Su amigo es
escéptico: «¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe no trata de convencerlo con
razonamientos: «Ven y lo verás», le dice (cf. vv. 45-46). Natanael va y ve, y desde aquel
momento su vida cambia. La fe cristiana inicia así. Y se comunica así: como un conocimiento
directo, nacido de la experiencia, no de oídas. «Ya no creemos por lo que tú nos dijiste, sino
porque nosotros mismos lo hemos oído», dice la gente a la Samaritana, después de que Jesús se
detuvo en su pueblo (cf. Jn 4,39-42). El “ven y lo verás” es el método más sencillo para conocer
una realidad. Es la verificación más honesta de todo anuncio, porque para conocer es necesario
encontrar, permitir que aquel que tengo de frente me hable, dejar que su testimonio me alcance.

Gracias a la valentía de tantos periodistas
También el periodismo, como relato de la realidad, requiere la capacidad de ir allá donde nadie
va: un movimiento y un deseo de ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión. Gracias a la
valentía y al compromiso de tantos profesionales —periodistas, camarógrafos, montadores,
directores que a menudo trabajan corriendo grandes riesgos— hoy conocemos, por ejemplo, las
difíciles condiciones de las minorías perseguidas en varias partes del mundo; los innumerables
abusos e injusticias contra los pobres y contra la creación que se han denunciado; las muchas
guerras olvidadas que se han contado. Sería una pérdida no sólo para la información, sino para
toda la sociedad y para la democracia si estas voces desaparecieran: un empobrecimiento para
nuestra humanidad.

Numerosas realidades del planeta, más aún en este tiempo de pandemia, dirigen al mundo de la
comunicación la invitación a “ir y ver”. Existe el riesgo de contar la pandemia, y cada crisis, sólo
desde los ojos del mundo más rico, de tener una “doble contabilidad”. Pensemos en la cuestión
de las vacunas, como en los cuidados médicos en general, en el riesgo de exclusión de las
poblaciones más indigentes. ¿Quién nos hablará de la espera de curación en los pueblos más
pobres de Asia, de América Latina y de África? Así, las diferencias sociales y económicas a nivel
planetario corren el riesgo de marcar el orden de la distribución de las vacunas contra el COVID.
Con los pobres siempre como los últimos y el derecho a la salud para todos, afirmado como un
principio, vaciado de su valor real. Pero también en el mundo de los más afortunados el drama
social de las familias que han caído rápidamente en la pobreza queda en gran parte escondido:
hieren y no son noticia las personas que, venciendo a la vergüenza, hacen cola delante de los
centros de Cáritas para recibir un paquete de alimentos.

Oportunidades e insidias en la web
La red, con sus innumerables expresiones sociales, puede multiplicar la capacidad de contar y de
compartir: tantos ojos más abiertos sobre el mundo, un flujo continuo de imágenes y testimonios.
La tecnología digital nos da la posibilidad de una información de primera mano y oportuna, a
veces muy útil: pensemos en ciertas emergencias con ocasión de las cuales las primeras noticias
y también las primeras comunicaciones de servicio a las poblaciones viajan precisamente en la
web. Es un instrumento formidable, que nos responsabiliza a todos como usuarios y como
consumidores. Potencialmente todos podemos convertirnos en testigos de eventos que de otra
forma los medios tradicionales pasarían por alto, dar nuestra contribución civil, hacer que emerjan
más historias, también positivas. Gracias a la red tenemos la posibilidad de relatar lo que vemos,
lo que sucede frente a nuestros ojos, de compartir testimonios.

Pero ya se han vuelto evidentes para todos también los riesgos de una comunicación social
carente de controles. Hemos descubierto, ya desde hace tiempo, cómo las noticias y las
imágenes son fáciles de manipular, por miles de motivos, a veces sólo por un banal narcisismo.
Esta conciencia crítica empuja no a demonizar el instrumento, sino a una mayor capacidad de
discernimiento y a un sentido de la responsabilidad más maduro, tanto cuando se difunden, como
cuando se reciben los contenidos. Todos somos responsables de la comunicación que hacemos,
de las informaciones que damos, del control que juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas,
desenmascarándolas. Todos estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir, ver y compartir.

Nada reemplaza el hecho de ver en persona

En la comunicación, nada puede sustituir completamente el hecho de ver en persona. Algunas
cosas se pueden aprender sólo con la experiencia. No se comunica, de hecho, solamente con las
palabras, sino con los ojos, con el tono de la voz, con los gestos. La fuerte atracción que ejercía
Jesús en quienes lo encontraban dependía de la verdad de su predicación, pero la eficacia de lo
3 que decía era inseparable de su mirada, de sus actitudes y también de sus silencios. Los
discípulos no escuchaban sólo sus palabras, lo miraban hablar. De hecho, en Él —el Logos
encarnado— la Palabra se hizo Rostro, el Dios invisible se dejó ver, oír y tocar, como escribe el
propio Juan (cf. 1 Jn 1,1-3). La palabra es eficaz solamente si se “ve”, sólo si te involucra en una
experiencia, en un diálogo. Por este motivo el “ven y lo verás” era y es esencial.

Pensemos en cuánta elocuencia vacía abunda también en nuestro tiempo, en cualquier ámbito de
la vida pública, tanto en el comercio como en la política. «Sabe hablar sin cesar y no decir nada.
Sus razones son dos granos de trigo en dos fanegas de paja. Se debe buscar todo el día para
encontrarlos y cuando se encuentran, no valen la pena de la búsqueda». Las palabras
mordaces del dramaturgo inglés también valen para nuestros comunicadores cristianos. La buena
nueva del Evangelio se difundió en el mundo gracias a los encuentros de persona a persona, de
corazón a corazón. Hombres y mujeres que aceptaron la misma invitación: “Ven y lo verás”, y
quedaron impresionados por el “plus” de humanidad que se transparentaba en su mirada, en la
palabra y en los gestos de personas que daban testimonio de Jesucristo. Todos los instrumentos
son importantes y aquel gran comunicador que se llamaba Pablo de Tarso hubiera utilizado el
correo electrónico y los mensajes de las redes sociales; pero fue su fe, su esperanza y su caridad
lo que impresionó a los contemporáneos que lo escucharon predicar y tuvieron la fortuna de pasar
tiempo con él, de verlo durante una asamblea o en una charla individual. Verificaban, viéndolo en
acción en los lugares en los que se encontraba, lo verdadero y fructuoso que era para la vida el
anuncio de salvación del que era portador por la gracia de Dios. Y también allá donde este
colaborador de Dios no podía ser encontrado en persona, su modo de vivir en Cristo fue
atestiguado por los discípulos que enviaba (cf. 1 Co 4,17).

«En nuestras manos hay libros, en nuestros ojos hechos», afirmaba san Agustín[3] exhortando a
encontrar en la realidad el cumplimiento de las profecías presentes en las Sagradas Escrituras.
Así, el Evangelio se repite hoy cada vez que recibimos el testimonio límpido de personas cuya
vida ha cambiado por el encuentro con Jesús. Desde hace más de dos mil años es una cadena
de encuentros la que comunica la fascinación de la aventura cristiana. El desafío que nos espera
es, por lo tanto, el de comunicar encontrando a las personas donde están y como son.

Señor, enséñanos a salir de nosotros mismos,
y a encaminarnos hacia la búsqueda de la verdad.
Enséñanos a ir y ver,
enséñanos a escuchar,
a no cultivar prejuicios,
a no sacar conclusiones apresuradas.
Enséñanos a ir allá donde nadie quiere ir,
a tomarnos el tiempo para entender,
a prestar atención a lo esencial,
a no dejarnos distraer por lo superfluo,
a distinguir la apariencia engañosa de la verdad.
Danos la gracia de reconocer tus moradas en el mundo
y la honestidad de contar lo que hemos visto.

Roma, San Juan de Letrán, 23 de enero de 2021, Vigilia de la Memoria de San Francisco de Sales.
Francisco