Homilía: Misericordia de Dios y gratitud del hombre

DOMINGO XVIII ORDINARIO CICLO A

Introducción :

Las lecturas de este domingo nos invitan a centrar la atención en la misericordia de Dios manifestada en la atención solidaria a favor de los enfermos y los hambrientos del pan espiritual y también a la gratitud humana.

En la primera lectura del libro del profeta Isaías leemos: “¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos” (Is 55,1-3). Aquí se nos ofrece algo que no puede comprarse. Se nos ofrecen el amor, la gracia y la misericordia de Dios que no se pueden vender ni comprar.

El salmo Sal 144 en su responsorio expresa una oración de agradecimiento: “Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores”. Todo recibimos de las manos generosas de Dios.

La segunda lectura es de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos y nos alienta a no tener dudas del amor y la misericordia de Dios ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado (Rm 8,35.37-39). Presentando un catálogo completo de la desgracia que pueda experimentar un ser humano, San Pablo nos estimula a confiar únicamente en el amor de Dios manifestado en Cristo; “nada podrá apartarnos del amor de Cristo”.

En el evangelio Jesús realiza obras de caridad curando a los enfermos y alimentando a mucha gente con la multiplicación de los panes: “Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos…Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente” (Mt 14,13-21).

1- Ser agradecidos (no ingratos)
¿Qué es la gratitud? Gratitud es sentir estima y reconocimiento hacia quien nos ha hecho un favor o prestado un servicio, por el cual deseamos corresponderle.

Se dice que una persona se caracteriza por su gratitud cuando tiene cuidado en saludar, visitar, recordar de las fechas importantes del familiar o de los amigos. Una persona así es alguien agradable, amable, afable, de buen hablar, y educado. Gratitud manifiesta aquel que está presente en los momentos oportunos de la vida, ante una enfermedad, una necesidad, etc… una tal persona también es alguien agradecido, que sabe reconocer y agradecer los favores recibidos. Imaginemos que la ingratitud sería todo lo contrario, por lo tanto un ser ingrato sería alguien con mucha carga negativa y por ende sus actos serán muy dañinos.

La Palabra de Dios nos invita a la gratitud para con Dios y los demás. Con Dios: porque ha manifestado tanto amor a través de su hijo Jesús, estamos llamados a ser agradecidos por tan gran favor realizado con su entrega generosa por toda la humanidad. El Profeta Isaías habla de lo que Dios nos ofrece: “Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos”. Todos los beneficios que tenemos en la vida recibimos de la bondad y la generosidad de Dios, y después él por voluntad propia nos ofrece el mayor tesoro, la vida eterna.

Si hacemos un recuento de todos los beneficios recibidos de nuestros padres, maestros, bienhechores, catequistas, amigos, etc… caeremos en la cuenta de que si no fuera por los demás, no tendríamos lo que tenemos ni estaríamos donde estamos. Por lo tanto, seamos agradecidos a Dios y a los demás. Cultivemos el espíritu de gratitud en el corazón de las nuevas generaciones para que Dios se haga presente entre nosotros por medio de nuestras acciones de gracias.

2- Misericordia
Por misericordia de Dios hemos recibido la vida, la gracia, los sacramentos, la fuerza, la salud, la inteligencia, y por sobre todas las cosas la fe, la esperanza y la caridad. Dios en su amor y su misericordia no retrocede, no mengua, no disminuye, gracias a él, se cumple en nosotros lo que san Pablo nos recuerda en la segunda lectura: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Aquí tenemos un catálogo de lo que puede ser motivo para abandonar la fe, la esperanza y el amor, sin embargo todo lo superamos por Jesús que nos ama.

En este tiempo de cuarentena ante el covid-19 y de manera particular el retroceso a 0,5 en Alto Paraná, cuando se nos exigen ajustes en el protocolo sanitario, tengamos como luz la Palabra de Dios: nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Cristo. Algunos dirán en tono de quejas: “se nos roba de nuevo la misa presencial, tenemos que resignarnos ante esta situación, que pena, etc…” Hoy Jesús en el Evangelio nos alienta a no tener miedo ni resignación. Al contrario nos anima a practicar con mayor fuerza la caridad: “mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente”. En esta etapa crítica generada por el covid-19, estamos llamados a reproducir la actitud de Jesús; “al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos”.

¿Estamos dispuestos a actuar como verdaderos discípulos y misioneros de Jesús al igual que aquellos apóstoles quienes se dedicaron a repartir los dones de pan y peces multiplicados? Tal vez nosotros no tenemos el don o la profesión de curar a enfermos, pero tenemos la responsabilidad de hacer el esfuerzo en cuidarnos. Actuando así nos cuidamos a nosotros mismos y cuidamos los demás; no dudemos en observar los protocolos sanitarios, es un bien, un servicio, es caridad para con los demás.

Ante los hechos lamentables ocurridos recientemente en nuestra querida Ciudad del Este, actuemos todavía más con sabiduría evangélica, con amor y con misericordia, buscando siempre el bien común, actuemos con responsabilidad. Ante la tensión generada por el ambiente, no seamos ingratos a Dios testimoniando, por el contrario, la cordura, el dialogo e el respeto mutuo.

Conclusión :
Que la misericordia y el amor de Jesús nos capaciten para vencer todo tipo de adversidad fortaleciéndonos ante esta crisis generalizada.  Manteniendo nuestras miradas en ese Dios que trasciende todo con amor, vivamos en gratitud a los demás y al mismo Dios.

Pbro. Angel Collar

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