DOMINGO XXX ORDINARIO CICLO B
En la medida que pasa el tiempo, nos aproximamos rápidamente al fin del año litúrgico del ciclo B, solo nos quedan algunas semanas más para entrar en otro tiempo litúrgico denominado tiempo de adviento. Por tal motivo, es importante recordar que la vida está marcada como de dos polos que se diferencian muy bien uno del otro: un inicio y un final, un tiempo hacia la eternidad, Santa Teresita del Niño Jesús decía que “la vida es un instante entre dos eternidades”. En la vida de las personas se dan en forma alternadas situaciones de luces y de sombras, de éxitos y de fracasos, de euforias y desánimos, estos mismos hechos se dan en cada grupo colectivo: en la familia, en la sociedad, en un país, en una institución, etc. Estos dos polos podemos también identificar con el dolor-alegría, lágrimas-risas, oscuridad-luz, esclavitud-libertad, muerte-vida. Son dos caras inseparables de la misma realidad. En las lecturas de hoy, estas profundas transiciones se plasman en la experiencia vivida por el pueblo de Israel y el drama personal del ciego Bartimeo.
La primera lectura de libro del profeta Jeremías (Jr 31, 7-9), es un relato que recuerda la difícil situación que atraviesa el pueblo de Israel, un momento de mucha sombra y dolor. Podemos decir un momento de crisis, de oscuridad, de aparente fracaso. Sin embargo, el profeta ve en todo esto una oportunidad en el que Dios actúa para salvar: “¡Griten de júbilo… El Señor ha salvado a su pueblo… habían partido llorando, pero yo los traigo lleno de consuelo”.
El salmo 125 es un canto a la victoria sobre un aparente fracaso. El pueblo que estuvo en exilio, vuelve cantando trayendo sus gavillas: “¡Grandes cosas el Señor ha hecho por nosotros¡”
La segunda lectura de la carta a los hebreos (Hbr 5, 1-6), nos presenta a Jesús como el sumo sacerdote según el rito de Melquisedec. Con Jesucristo comienza un nuevo sacerdocio, que no depende de la herencia, sino de la gracia de Dios. Este encargo lo recibimos en el día de nuestro bautismo, para interceder uno por el otro.
El Evangelio de san Marcos (Mc 10, 46-52) con el relato de ciego Bartimeo, invita descubrir esa doble dimensión de la vida, la luz y la oscuridad, la debilidad y la fortaleza, la dependencia del indigente y la autonomía del que está sano y fuerte. Un ciego Bartimeo al costado el camino representando a todos los que son considerados indigentes e inútiles para los ojos del mundo: “Un mendigo ciego Bartimeo, estaba sentado junto al camino… grita: Jesús hijo de David ten piedad de mi” esto genero diversas reacciones. Algunos intentan obligarles a callar, otros en cambio les anima a seguir insistiendo.
1- La ceguera como enfermedad espiritual
Una canción de la renovación carismática dice “Míralo a tu lado caminando, Paseando entre la multitud; Muchos ciegos son porque no lo ven, Ciegos de ceguera espiritual…”.
La ceguera de Bartimeo nos plantea una gran realidad de nuestro tiempo, donde todo parece tener un solo lente de mirada, una sola balanza de medida. La productividad material o la utilidad. Lo que produce, sirve y se promociona, lo que no produce no sirve por tanto se descarta.
El ciego es una persona que no puede producir nada sino molestar; no pude valerse por sí mismo, depende directamente de lo que los demás le ofrece, está inutilizado para realizar cualquier tipo de trabajo por tanto no podrá contar con un seguro social, IPS, seguridad para alimentarse, etc… en otras palabras una persona con este perfil, prácticamente no existe para un mundo que se empeña mucho en la producción y la utilidad, sobre la apariencia de consumo.
Trasladando este caso al ámbito más colectivo podemos identificar con claridad la cantidad de situaciones similares al ciego que se presentan al costado del camino esperando la buena voluntad de los transeúntes que pueden darle algo: niños en semáforos, adolescentes victimas del flagelo generado por las drogas, familias enteras viviendo en situaciones de pobreza, indígenas sin hogares, barrios pobres, favelas. Estas realidades no son el resultado de una casualidad o del destino como se nos quiere hacer entender equivocadamente. Estos casos son situaciones que surgen a raíz de un modelo de sociedad establecido por el hombre, donde se separan una gran brecha entre los que tienen todo entre los que no tienen nada viviendo en la indigencia. La situación de Bartimeo se reproduce día a día ante nuestras narices.
Aquí es donde Dios tiene su intervención a través de cada uno de los bautizados. Con el bautismo, recibimos la luz de una nueva vida en abundancia “la gracia santificante”. Esta luz nos guía en el sendero de la vida. Así como Bartimeo recibe la vista con la acción milagrosa de Jesús, cada bautizado que ya ha recibido esa luz debe llevar esa misma luz en todos los lugares y circunstancias de la vida: en el hogar, en el trabajo, en las instituciones, en la sociedad, en el gobierno. Buscar la manera de hacer un mundo más humanizada y humanizante. El verbo VER no solo se refiere al sentido corporal de la vista; también tiene muchos otros significados en cuanto a la búsqueda de la verdad, el amor, el sentido de la vida, la justicia, la misericordia, etc. Hay mucho por hacer en este ámbito de nuestra vida como miembro de una gran familia que es la humanidad.
2- Ser verdaderos agentes de esperanzas
El ciego Bartimeo al alzar su grito a Jesús pidiendo auxilio, un grupo de la turba quisieron impedírselo: “al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí¡. muchos lo reprendían para que se callara”.
Otros en cambio le dice “Ánimo levántate, te llama”. Cuantas veces en la vida encontramos ocasiones donde es necesario tomar una actitud positiva, constructiva para dar empuje hacia adelante. Nos encontramos ante dos actitudes totalmente opuestos, el que quiere obstaculizar y el que quiere facilitar. Creo que a cualquiera de los dos grupos podemos pertenecer, pero el espíritu de la Palabra nos orienta hacia el segundo grupo, es decir hacia el que busca ayudar, animar, motivar, incentivar, con actitudes constructivas llevando esperanzas, sobre todo en este tiempo en el que estamos aun con las secuelas de una larga pandemia que arrasa gran medida nuestra seguridad. La humanidad está en una situación parecido a Bartimeo arrasado y debilitado en lo económico, en la salud, y una sociedad con enormes fisuras frutos de una ambición que enceguece nuestra justicia y la administración del bien común.
Ante este cuadro de enfermedad, Dios nos invita a ser agentes transmisores de esperanza, de luz, de ánimo con la mirada puesta siempre en aquel que nos fortalece en todas las circunstancias “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4, 13).
Así como en la primera lectura, Jeremías nos presenta a un pueblo de Israel sufriente, después de un largo exilio, con la intervención de Dios recupera su dignidad de retornar a la casa con alegría, así como Bartimeo con la intervención de Jesús recibe la cura de su ceguera, así también nosotros en la medida de lo posible seamos instrumentos de esperanza, de amor, de misericordia, de justicia para los que son menos útiles a los ojos del mundo. Que las familias, las instituciones, el gobierno, la Iglesia, todos juntos busquemos siempre todo aquello que ennoblece la dignidad el derecho y la vida de cada hermano que está al costado del camino de la vida pidiendo socorro tanto espiritual y material.
Conclusión
Dice el salmo 146, 8 “el Señor abre los ojos a los ciegos, el Señor levanta a los caídos, el Señor ama a los justos”. Busquemos siempre la voluntad de Dios en todas las circunstancias de la vida. Que cada acontecimiento, sea de éxitos o de fracasos, de luces o de sombras, sean oportunidades para encontrarnos con Jesús que busca afanosamente curarnos de la peor ceguera que es la epsiritual.
Al terminar esta reflexión, nosotros, como Bartimeo, también tenemos que decir: «maestro, que pueda ver”. Ciertamente, nuestra capacidad de comprensión de la realidad está distorsionada por muchos factores: ignorancia, prejuicios, ambiciones, orgullo. Por eso nos equivocamos con frecuencia en las decisiones que tomamos. Necesitamos que el Señor Jesús nos abra los ojos para que veamos la realidad a través de los valores del Evangelio, y en todo queramos amar y servir. Estemos siempre del lado de aquel que dice “animo adelante, no tengas miedo que te llama”.
Pbro. Angel Collar