«La sencillez y la esperanza»
Las lecturas de este domingo, nos proponen mensajes de optimismo y esperanza ante las dificultades de la vida. Muchas de las noticias y mensajes emitidas por los medios de comunicación son puras poluciones mentales debido a la carga negativa y estresante; el continuo bombardeo de malas noticias muchas veces nos agobian. Estamos saturados de noticias negativas. Pero tal vez lo que más debe incomodarnos son los casos de injusticia, de corrupción y de inseguridad en nuestra sociedad. Ante toda esta situación las palabras que Dios nos dirige vienen como anillo al dedo porque son mensajes de esperanza y un grito de Jesús que llama a la sencillez.
En la primera lectura, el profeta Zacarías exhorta a los habitantes de Jerusalén para que acojan a su rey: “Mira a tu rey que viene a ti, modesto y cabalgando en un burro”. Se trata de un rey diferente, humilde y sencillo que trae la paz.
La segunda lectura, de la carta de san Pablo a los Romanos exhorta a contrarrestar los de la carne (el pecado, el materialismo, la deshonestidad, la corrupción, el pansexualismo, la inseguridad, etc…) con los frutos de espíritu (la fe, la esperanza, la caridad, los sacramentos, la oración, la lectura asidua de la palabra de Dios, la formación, por sobre todas las cosas: la unidad en lo prioritario, la libertad en lo secundario y la caridad en todo, etc…)
En el evangelio, Jesús exclama: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y estudiosos y se las has revelado a la gente sencilla», en otras palabras, a los humildes.
1- La esperanza en algo bueno que está surgiendo
La esperanza que plantea la primera lectura nos lleva a considerar la llegada de la paz y el fin de las guerras, el fin de las situaciones que nos agobian constantemente en el mundo, en la sociedad y en la familia.
El materialismo, la deshonestidad, la corrupción, la inseguridad, que tantos estragos está causando los humildes y excluidos, es fuente y motivo de profundas reflexiones. Está demostrando que el mal no es el árbitro supremo; que hay otros factores, hasta ahora menos destacados, que inciden en la calidad de vida del ser humano: el cuidado mutuo, la solidaridad, la honestidad, la administración responsable de la Casa Común, la atención a los necesitados, la capacidad de escuchar e interpretar los gritos de los pobres, en otras palabras la justicia, la verdad, el amor y la paz. «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey… romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones”.
Nuestro Rey humilde no necesita de antimisiles para demostrar la ineficacia de los armamentos nucleares fabricados por el ser humano, motivo de su arrogancia y su orgullo. Nuestro humilde rey que cabalga sobre un asno, no necesita de nuevas ideologías económicas para derrumbar la supuesta seguridad que ofrecen los ídolos establecido por un grupo que creen tener poder. En 2020-2021 a través de un simple virus (que se originó en Wuhan, China) ha desestabilizado totalmente el motivo del orgullo humano: sus armamentos nucleares y su economía del mercado (el endiosamiento del materialismo y de las armas). Ya Isaías profetizó la llegada de la paz diciendo que de las espadas y las lanzas harán podaderas y segadoras (Is. 2,4).
Todo este ambiente, aunque nos agobia con tantos bombardeos contaminando la mente y el corazón, es ocasión para fortalecer nuestra esperanza en ese Dios que busca el bienestar de sus hijos, y que su promesa no es de destrucción sino de salvación. Nuestra esperanza está cimentada en Dios padre misericordioso rico en bondad que derriba del trono a los que se sienten poderosos y enaltece a los humildes (Lc. 1, 46-56). Jesús en el evangelio nos dice: “vengan a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo los aliviaré.” Nuestro alivio y nuestra integral es Cristo, Él nos protege y acompaña, acudamos a él siempre.
2- La sencillez
El evangelio nos dice: “has ocultado esto a los sabios y lo has revelado a los humildes y sencillos.” La sencillez de la que nos habla el evangelio es una exclamación de gratitud que Jesús dirige a su Padre: “te doy gracias Padre…”
¿Quiénes son los cansados y agobiados a los que invita Jesús? Podemos afirmar que se trata de todos los que sufren en la vida por un matrimonio en dificultad, por problemas de salud, por privaciones económicas (la pobreza agudizada de muchos seres humanos), por heridas afectivas, por ser víctimas de la inseguridad y la violencia en sus infinitas expresiones (violencias físicas, psicológicas, morales, indiferencias, etc…), los que se sienten incomprendidos en sus dificultades, los débiles desatendidos: ancianos, niños, jóvenes, todos los que se sienten traicionados por la deshonestidad y la corrupción en nuestro país, etc…
Ante todas estas situaciones, Jesús tiene una palabra de consuelo: Él quiere curarnos a todos las heridas del alma y del cuerpo. Recordemos que durante su existencia histórica atendió a infinidad de personas que padecían todo tipo de dolencias físicas y espirituales. Ahora continúa su ministerio de sanación respondiendo a nuestra oración, concediéndonos su gracia que comunica a través de los sacramentos, Jesús sigue asistiendo a través de los distintos servicios pastorales de la Madre Iglesia Pueblo de Dios peregrina en la tierra.
Jesús nos llama “vengan a mí…”, pero también debemos hacer lo que está a nuestro alcance testimoniando una fe vivida. Negar o no reconocer esta responsabilidad sería cometer el pecado de omisión o la irresponsable negligencia o la presunción. Para prevenir no hay que temer, al contrario, la prevención es la expresión de la responsabilidad, el resto estará siempre en las manos de Dios. Ser sencillos implica reconocer la limitación y al mismo tiempo la responsabilidad.
Conclusión
Al terminar la celebración eucarística, volvamos a las actividades cotidianos llevando el consuelo y la esperanza que Jesús nos regala a través de su palabra de aliento y curativa: mira a tu rey… romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones”… “Vengan a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo los aliviaré”. Testimoniemos durante esta semana la esperanza, la sencillez y la humildad como condición para recibir la gracia que Dios nos ofrece a través de la Iglesia Pueblo de Dios para vencer al enemigo que acecha.
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