Homilía: Un Rey fuera de serie

SOLEMNIDAD CRISTO REY DEL UNIVERSO

La Iglesia nos invita a celebrar en este último domingo del año litúrgico a Jesucristo, Rey del Universo. Al final de la historia Cristo reinará definitivamente por toda la eternidad. Él está al principio de la creación y estará al final para juzgar a todos los hombres. Él es el alfa y la omega, principio y fin de toda la historia.

Con esta solemnidad de Cristo Rey del Universo, instituida por el Papa Pío XI en el año 1925, concluye el periodo litúrgico que se llama tiempo ordinario, y hacemos la transición hacia el Adviento, que es la preparación para la Navidad.
La liturgia de la palabra nos presenta tres lecturas que guardan relación con el reinado de Jesús.

La primera lectura , del libro del profeta Daniel (Dn 7, 13-14), narra una visión nocturna del profeta, cuando está contemplando a alguien semejante a un “hijo de hombre” que recibe de Dios todo poder: “yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de Hombre… y le fue dado el dominio, la gloria y el reino…”

La segunda lectura , del libro del Apocalipsis (Ap 1, 5-8) es una aclamación, donde se reconoce a Cristo como Rey que nos comunica su poder real: “Jesucristo…hizo de nosotros un reino sacerdotal para Dios su Padre. A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos, amén”.
El evangelio de san Juan (Jn 18, 33-37) presenta un fragmento de la Pasión. Jesús declara, con una dignidad impresionante, que es rey, aunque no un rey político: “¿Entonces tu eres rey?” le pregunta Pilato, y “Jesús responde: “Tú lo dices: Yo soy Rey. Para esto he nacido y he venido al mundo”.

1- ¿Tú eres Rey?
En el pasaje del evangelio de hoy vemos a Jesús ubicado en el sitio de los acusados ante el poder romano. Ha sido arrestado, insultado, imputado, y ahora sus enemigos esperan obtener la condena al suplicio de la cruz. Los judíos, sus connacionales, le han presentado a Pilato como un aspirante al poder político que pretende poner en jaque mate el poder del Cesar.

Pilato lo interroga con intención de defenderle y saber bien su identidad. “Eres tú el Rey de los judíos?” Jesús responde a la pregunta a Pilato, pero de manera asombrosa, afirmando que sí es Rey y para eso ha nacido, pero que su reino no es de este mundo. La iniciativa del proceso de Jesús no la había tomado Pilato, sino los jefes religiosos de los judíos, que le entregaron como si se tratara de un criminal, un hombre peligroso, un enemigo del poder romano, alguien de quien se debe tener cuidado y si es posible eliminarlo cuanto antes.

Es importante considerar la misión que Dios Padre le confía a Jesús Rey del Universo, misión que consiste en salvar la humanidad entera con misericordia “misericordia quiero no sacrificio” (Os 6, 6), salvación que requiere el reinado de Jesucristo en el corazón de cada uno. El mismo proceder injusto empleado para condenar a Jesús, se repite con frecuencia en la historia humana. Las personas de bien y muy generosas que se comprometen con el bien de los demás y se esmeran por el bien común, son criticadas, acusadas, condenadas a fin de impedir su acción que molesta a los poderosos, a los que tienen de sobra y quieren más, molesta a los que quieren mantener su prestigio y privilegio a costa de los demás. Cuantos ejemplos tenemos en la historia de la Iglesia, casos de martirios, asesinatos, persecuciones, cárceles, exilios, etc., de hombres y mujeres buscando la justicia, la equidad, el bien y la paz. Cuantos compatriotas han sufrido torturas, desapariciones y exilios por buscar la justicia que favorezca a los más débiles. Cuántas familias indígenas son silenciadas con amenazas y desalojos, todo tipo de atropellos que dejan a niños sin escuela y familias sin hogares. Todo esto supuestamente en nombre de la justicia cuyas leyes se aplican sobre todo a favor de gente de poder al igual que en la escena de Jesús ante Pilato.

Jesús al responder a Pilato su pregunta, aclara que Él es Rey pero que su reino no es de este mundo, y explica, “si fuera de este mundo, mis servidores habrían peleado para defenderme”. Con esto afirma que Él no tiene ninguna pretensión política. En varias ocasiones sus seguidores ya quisieron proclamarle Rey, pero Él se escapaba de en medio de ellos. Recordemos como ejemplo la escena de la multiplicación de los panes, ocasión en el que sus seguidores quisieron proclamarle Rey: “Al ver la señal que Jesús había hecho, los hombres decían: «Este es sin duda el Profeta que había de venir al mundo.» Jesús se dio cuenta de que iban a tomarlo por la fuerza para proclamarlo rey, y nuevamente huyó al monte él solo” (Jn 6, 14-15).


2- El reinado de Jesús ante el rey terrenalAl hablar de rey o reinado, lo primero que viene en la mente son aquellas imágenes donde está un señor con vestimenta majestuosa llevando una corona de oro en la cabeza, sentado en un imponente trono que representa todo el poderío, desde donde dicta leyes y ordenes que deben ser obedecidas por doquier. Cuando nos referirnos a la realeza, al rey o al reinado, nos limitamos a realidades terrenales con tinte político donde el rey goza de poder y protección a través de su fuerza de mando o poderío bélico que lo respalda con ministros de corte y soldados defensores de su causa. Aquí se exige lealtad total para con el Rey de turno. Sin embargo, este tipo de reino terrenal es limitado en lo geográfico y en lo temporal; es decir, su poder tiene límite geográfico e histórico.

Sin embargo, el reinado que trae Jesús, es totalmente fuera de serie. Su reinado no tiene ningún tipo de limitación. Él no posee ministros en su corte, ni manda a soldados para defender su causa con estrategias bélicas y políticas. Su trono es la cruz, su corona es de espinas, sus ministros son los pobres apóstoles, en su mayoría campesinos y pescadores, su palacio está en el corazón de aquel que lo acoge con fe y amor, su ley no se apoya en la fuerza de armas letales ni en reglamentos astutos. Su ley es el amor, la bondad, el perdón, la misericordia, la justicia; para mantenernos en su reinado es suficiente buscar vivir la santidad testimoniando sus enseñanzas, es decir, anunciando la buena nueva del evangelio: “Por tanto, el que ignore el último de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5, 19). Eso sí, aquí se requiere fidelidad al único Rey de sobre todos los poderes desde siempre y por siempre.

Éstos son algunos aspectos que se contraponen el reinado de Jesús y el reinado de la política de este mundo. Busquemos servir a Jesús Rey del Universo con sencillez y humildad entregándonos por la causa de su evangelio, su buena noticia dirigida a los que son excluidos de la sociedad; fundamentalmente se trata de vivir y anunciar la misericordia de Dios.


Conclusión
La solemnidad de Cristo Rey del Universo no nos lleva a enorgullecernos por su poder guerrero, y en cambio fortalece a nosotros mismos ante las debilidades humanas donde se hace presente la fuerza de Dios Padre manifestado en su Hijo Jesucristo colgado en la Cruz y sin embargo, verdadero Rey de reyes y Señor de señores.
“Mi reinado no es de este mundo”; estas palabras de Jesús ante Pilato nos recuerdan que nuestra patria eterna no es este mundo, por lo tanto, procuremos vivir la justicia aquí en la tierra con el corazón y el pensamiento puestos allí donde la polilla no destruye ni el ladrón puede robar el tesoro preparado para todos quienes dejan que Jesús reine en su corazón.
¡Viva Cristo Rey del Universo¡


Pbro. Angel Collar

OFICINA DE COMUNICACIÓN Y PRENSA, DIÓCESIS DE CIUDAD DEL ESTE