“El Pan de la unidad y la vida eterna”
Hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, conocida también por su nombre en latín “Corpus Christi”. El Papa Urbano IV, en 1264, la extendió a toda la Iglesia con el objetivo de pregonar la fe en la presencia real de Cristo en la eucaristía. Creo que esta solemnidad, es más que una oportunidad para revalorizar la Eucaristía como “fuente y cumbre de la vida de la Iglesia”; por lo tanto, es un momento para confirmar nuestra fe en el misterio de la Eucaristía y, al mismo tiempo para profundizar su significado a la luz de las lecturas que nos propone la liturgia. En esta reflexión consideramos la Eucaristía como fuente de unidad, y pan de vida eterna.
La primera lectura, del Deuteronomio (Deut 8, 2-3.14b-16a), relata cómo Dios regaló a su pueblo el maná para que pudiera alimentarse durante la travesía por el desierto. El maná es como un anticipo y símbolo de lo que será más tarde el pan eucarístico, alimento de la Iglesia pueblo de Dios durante su peregrinar a través de la historia.
San Pablo, en la segunda lectura (1Cor 10, 16-17), dirigiéndose a los Corintios, explica que la eucaristía es vínculo de unidad, “el pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.”
El evangelio (Jn 6, 51-58) en cambio, nos presenta la eucaristía como el alimento que nos da la vida eterna: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.”