Ciclo C
Introducción
El domingo pasado, con la celebración de la fiesta del bautismo del Señor, hemos culminado las fiestas navideñas. Hoy damos inicio a otro tiempo litúrgico llamado tiempo ordinario del ciclo C; durante este tiempo la liturgia toma el color verde hasta que lleguemos al tiempo de la cuaresma que arrancará el miércoles de ceniza, es decir el 2 de marzo de 2022, entonces el verde será sustituido por el color morado como signo de penitencia y arrepentimiento.
Hoy en el arranque del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra nos invita a tres elementos: la figura nupcial de la primera lectura, la presencia del Espíritu en la segunda lectura y el agua convertido en vino en el evangelio. Las nupcias, los dones del Espíritu Santo y el vino son expresiones y motivos de alegría para vivir los dones recibidos testimoniando nuestra fe con convicción y mansedumbre dentro de la comunidad eclesial.
La primera lectura del libro del profeta Isaías (Is 62, 1-5) refleja la imagen matrimonial entre Dios y su pueblo. Es un lenguaje de amor incondicional, de perdón, cuidado, protección y compañía permanente. Todo lo que hace un buen esposo por la esposa Dios hace con su pueblo.
La segunda lectura de la primera carta Pablo a los corintios (1Cor 12, 4- 11) nos presenta los dones, servicios y carismas como un bien favorable a la comunidad eclesial. “en cada uno el Espíritu se manifiesta para un bien común”. Las diversidades de dones, ministerios, y servicios que proceden de un mismo Espíritu cuando son auténticos, están al servicio de la comunión y la unidad en la Iglesia.
El evangelio de san Juan (Jn 2, 1-11), nos relata el milagro que Jesús realizó en la boda de Caná de Galilea donde estuvieron presente María la madre y los discípulos. Ante la falta de vino María interviene manifestando a Jesús que ya no tienen vino, “No tienen Vino”, ante esta inquietud de la madre, Jesús realiza el milagro de la transformación del agua en el mejor vino.
1- Jesús presente en una boda
La ceremonia nupcial en la época de Jesús es una fiesta grande que dura a veces varios días. Sirve como ocasión de apoyo a los nuevos esposos, cercanía, familiaridad y sentido de pertenecía a un grupo de parientes, amigos y la misma comunidad. El evangelio que acabamos de escuchar, nos dice que “esta fue la primera obra reveladora de Jesús”. Es importante destacar que el primer milagro con el que inaugura su ministerio apostólico se lleva a cabo en el marco de la celebración de una boda.
Esta presencia de Jesús, en compañía de su madre, en esta celebración es un mensaje sobre la santidad del matrimonio y la importancia de esta institución en la vida de la sociedad. El matrimonio es el santuario del amor y de la vida. Una boda no es un acontecimiento privado que solo atañe a los esposos directamente implicados. La solidez de una familia es un motivo de alegría para toda la sociedad; su fracaso es motivo de dolor, particularmente por lo que esto significa para los hijos.
En este tiempo difícil que atraviesa la institución familiar debido a los constantes bombardeos por las corrientes modernistas identificados con las ideologías de géneros, la Iglesia como pueblo de Dios peregrina en la tierra, luz para los pueblos, está comprometida con la causa de la familia según el modelo establecido por Dios desde la creación. En la escena del evangelio terminó el vino un elemento fundamental para una fiesta, Jesús por la intercesión de María, supo salvaguardar el bienestar de los nuevos esposos convirtiendo el agua en el mejor vino. Hoy no solamente se quiere agotar el vino, sino más bien se quiere aniquilar esa primera célula vital de toda sociedad sana. Se busca aniquilar la familia implementando un sistema educativo ajena a los valores humanos y cristianos llegando a usurpar la patria potestad de los padres.
Como bautizados, miembros vivos de la Iglesia, obispos, sacerdotes, laicos, religiosos, reconociendo que Jesús está vivo con nosotros, todos estamos llamados a ser instrumento de la gracia de Dios así como María, y así como ella manifestó a su Hijo la escases del vino, manifestemos también todos nosotros al unísono nuestra voz para recuperar los valores que identifican a una verdadera familia cristiana.
2- La presencia de María en la boda
En el evangelio de san Juan encontramos al inicio del texto que “Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la Madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos”. En todo este texto solamente en dos ocasiones interviene María para decir que no tienen vino y para indicar a los sirvientes que hagan todo lo que Jesús les diga.
La presencia tanto de Jesús y de María es de capital importancia. Gracias a la atenta observación de una madre, ella percibe que algo importante falta en la fiesta. “no tienen vino”. Esta presencia tiene un profundo significado teológico la presencia de María en esta primera aparición pública de Jesús. Ella es protagonista principal de la historia de salvación, está junto a su Hijo. Su sensibilidad femenina le permite darse cuenta de que algo no estaba funcionando en aquella fiesta. El problema era muy serio: ¡se había acabado el vino! Podemos imaginar la angustia de los anfitriones, que eran amigos de la familia de José y María.
María actúa con rapidez y discreción. Conoce perfectamente a su Hijo y sabe que no necesita largos discursos para comunicarse. Se contenta con exponer la situación: “No tienen vino”. Y no se desanima ante el comentario un poco inusual de Jesús: “Déjame, mujer. Todavía no ha llegado mi hora”. Enseguida se dirige a los meseros y les dice: “Hagan lo que Él les diga”.
Este primer prodigio de Jesús es un hermoso mensaje sobre la santidad del amor humano y la importancia de la familia. Igualmente, es una motivación para cultivar la devoción a María; como mujer, conoce las necesidades del corazón humano, y como madre de Jesús intercede por nosotros.
Además de este estimulante relato de las Bodas de Caná, la liturgia de este domingo nos presenta unas reflexiones muy interesantes del apóstol Pablo sobre la diversidad de carismas, ministerios y actividades dentro de la Iglesia. Ninguno de ellos puede conducir a una fragmentación de la vida de la Iglesia sino al fortalecimiento de la unidad y comunión.
Conclusión
Jesús al inaugurar su vida pública con el milagro en la boda de Caná de nos presenta a María desempeñando un papel decisivo como intercesora. Es un importante mensaje sobre la santidad de la familia. Igualmente hoy en la segunda lectura, el apóstol Pablo nos pone de manifiesto la multiforme acción del Espíritu Santo para la construcción de la comunidad eclesial. Todos aquellos dones, carismas y servicios para su autenticidad deberán estar al servicio de la comunión y la unidad de la Iglesia.
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