“Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca«.
La Iglesia en este segundo domingo de Adviento, a través de la liturgia de la palabra nos presenta como guía de reflexión la figura de dos grandes profetas; la de Isaías y Juan el Bautista. Teniendo en cuenta que el adviento es una oportunidad para prepararnos en función de las fiestas navideñas que se va aproximando, contemplemos con humildad lo que nos presenta las lecturas.
En la primera lectura el profeta Isaías (Is 11, 1- 10), nos presenta “la figura del Mesías marcada por la esperanza y el entusiasmo. Anuncia que del troco de Jesé, es decir de la familia de David, “de su cepa brotará un vástago, sobre el cual se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Dios”. Este Mesías es Jesús que en su venida estará lleno del Espíritu Santo, cuya obra será la salvación de los pobres y los oprimidos.
El salmo 71, es un canto que anuncia el día del Señor cuando florecerá la justicia y la paz: “ven Señor, rey de justicia y de paz”.
La segunda lectura , la carta de Pablo a los romanos (Rom 15, 4- 9), es una aclaratoria donde se “afirma que Cristo se hizo ministro de los circuncisos, es decir del pueblo elegido, en atención a la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas de los patriarcas”. La obra de Cristo no se limita a los judíos dado que Él trae la salvación también a los pueblos paganos de la que nosotros formamos parte.
El evangelio de Mateo (Mt 3, 1-12), nos presenta la figura austera de Juan el bautista vestido con piel de camello y se alimentaba con miel silvestre y langostas. Juan que vive en el desierto de Judea tiene la tarea de anunciar un mensaje urgente: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”.
1- Es necesaria la Paz de Cristo
La manifestación del ser humano parece medio contradictoria cuando por un lado busca la paz la armonía, el sosiego y la concordia, sin embargo, la experiencia muestro que las cosas son bien diferentes. Guerras entre naciones, rencillas entre vecinos, peleas entre esposos, desentendimientos entre hermanos de una misma familia, diversas clases de enfrentamientos.
Hoy la palabra de Dios os invita a tener en cuenta con mucha seriedad, esa paz tan anhelada donde todos los seres humanos convivimos en armonía bajo la lay del amor y la justicia.
A pesar de la negra realidad de los conflictos personales, familiares y sociales, todos de alguna manera buscamos la paz y la tranquilidad; anhelamos un corazón sereno con sosiego y paz duradera.
El profeta Isaías profetiza que habrá esa paz al brotar “un renuevo en el troco de Jesé”. La paz anunciada con la figura de los animales que conviven en paz: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastoreará. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará con la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo”. El niño que viene para nacer en Belén es el que trae esa paz. Recordemos que el mismo Jesús dice: “la paz les dejo, no como la da el mundo”. Busquemos esa paz, esa armonía que nace del corazón de Dios bajo la ley del amor y la justicia.
2- La convivencia fraterna
Existen tantas cosas que hacen que las personas seamos diferentes unos de otros, la cultura, el lugar, las familias, la raza, el color, la edad, la posición social, la riqueza o la pobreza material, el vestido, el club, el partido político, etc… sin embargo, todos somos hijos e hijas de Dios con los mismos derechos y dignidad ante Dios y ante los hombres.
Entonces, porqué tanta diferencia y tantos conflictos que quebrantan la paz y la armonía? La segunda lectura, la carta de san Pablo a los romanos refleja la necesidad del entendimiento entre los judíos y romanos: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Es necesario ponerse de acuerdo para la convivencia fraterna. Recordemos lo que ya San Agustín de Hipona enseñaba “unidad en lo esencial, libertad en lo accidental y en todo caridad”. Es necesario cultivar con humildad la escucha, la tolerancia, esa gracia de ponerse de acurdo utilizando los instrumentos que Dios ha puesto a nuestro alcance: la inteligencia, la fe, la esperanza y el amor. “En una palabra, sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para gloria de Dios”.
No hay lugar para la contienda, la discordia, y la guerra. Estamos cerca del nacimiento del Niño que trae la paz, la Luz que va iluminar en la oscuridad, la ternura de Dios para el indigente, el anciano, el niño y su madre abandonados a sus suertes, la familia desamparada. El Niño Dios nos trae nuevamente ese mandamiento del amor al prójimo, del perdón dándole oportunidad al hermano para que pueda empezar de nuevo en su vida. Perdonar al que te ofendió no porque se lo merece si porque tú te mereces un corazón de paz y de misericordia.
Conclusión
“Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca”. Centrando nuestra meditación sobre la necesidad de un cambio en la vida, recordemos que el profeta Isaías nos muestra el orden nuevo de paz que quiere construir el Niño Dios que va nacer, orden nuevo que depende de cada uno para que en nuestra sociedad haya oportunidades para todos. La carta a los romanos nos invita a construir esa armonía entre todos. En el evangelio Juan Bautista nos invita a una radical transformación en nuestras vidas. Que este tiempo de preparación para la venida del Señor sea la ocasión para hacer un alto en el camino y preguntarnos ¿Qué es lo que Dios me pide ahora para transformar mi vida, mi familia y mi comunidad? Qué modelo de sociedad soñamos construir y las transformaciones personales que buscamos. Cuál es la familia que queremos? Según lo diseñado por Dios desde el principio o según el desvarío del ser humano que pretende construir su historia de espalda a Dios. Que este adviento nos traiga esa gracia de ir transformando todo según el proyecto inicial de Dios Padre y misericordioso.
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