En su homilía de Nochebuena, Mons. Guillermo Steckling se refiere a la Navidad como el día en el que “Dios nos hace un gran regalo, el mayor regalo que jamás se ha hecho y se puede recibir; nos regala a su propio hijo”.
La misa presidida por el obispo de la diócesis tuvo lugar el 24 de diciembre a las 19 hs. en la Catedral de Ciudad del Este y fue concelebrada por el P. Roberto Zacarías.
A continuación compartimos en extenso la homilía de Mons. Guillermo:
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy Dios nos hace un gran regalo, el mayor regalo que jamás se ha hecho y se pueda recibir. Nos regala a su propio Hijo, «ha brillado una luz, un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, la gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado.»
¿Dónde nos presenta este regalo, cómo está empaquetado este regalo? Sorpresa: el envoltorio es bastante especial. Es durante un viaje, que nace Jesús, en casa ajena; en realidad no es en una casa donde María da a luz, es en un establo; al niño se puede identificar fácilmente porque está acostado en un pesebre, en una batea.
Vayamos todos a Belén a ver esta maravilla. «Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido.»
Queremos llenarnos de gratitud, sentirnos amados, sorprendidos de tanta bondad, generosa e inmerecida. Lo primero y principal es la gratitud. Aquí se revela el corazón de Dios. ¡Qué regalo! «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!» Un regalo no sólo a mí y a mi gente, sino a toda la humanidad.
Estamos en el Año de la Eucaristía: este cuerpo del niño Jesús será el pan que dará vida al mundo. “El pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6,51).
Miremos los rostros radiantes de José y María. Con José y María cualquier establo se puede convertir en un palacio.
Junto con los pastores, de nuestra parte: ¿Qué ponemos a los pies de Jesús? Las penas y alegrías de este año, la salud y la enfermedad, los sacrificios entregados y las gracias recibidas.
Podemos ofrecernos a nosotros mismos, el corazón. A veces, en la procesión de ofrendas de la misa, junto con el pan, el vino, los víveres, se presentan también personas: un joven que hizo su confirmación, un matrimonio, un niño.
¿Falta algo más? Ejemplo de un monje a quién Jesús, después de haber recibido muchas oraciones y ayunos, como último regalo pide sus pecados. Hasta podemos ofrecer nuestros enojos, dramas y pecados.
Todo eso el Niño Divino lo aceptará con una sonrisa. Todo se puede convertir en un regalo para él, nuestro corazón será el mejor regalo para él.
Amén.