II DOMINGO DE PASCUA, CICLO A

Solemnidad de la Divina misericordia

Hoy celebramos el II domingo de Pascua, en el que veneramos de manera especial la “Divina Misericordia”; se nos invita a reflexionar sobre el amor misericordioso de Dios que perdona nuestros pecados y que nos llama a ser testigos de la resurrección y agentes del perdón y reconciliación.

En el contexto de esta celebración, el Papa San Juan Pablo II había sido proclamado en 2011 “beato” de la Iglesia Católica, es decir, fue propuesto a la comunidad como un ideal o modelo de vida digno de imitar.

Por lo tanto, teniendo en cuenta la victoria de Cristo sobre la muerte, y la festividad de la Divina Misericordia, reflexionemos a la luz de las lecturas que nos presenta la liturgia. La liturgia pascual está impregnada de optimismo, de esperanza. Es un canto a la vida.

Los textos litúrgicos hacen referencia la resurrección y al amor misericordioso de Dios:

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 42-47) ilustra los elementos fundamentales de una comunidad de discípulos de Cristo resucitado: la frecuente reunión, las enseñanzas,  el compartir, las oraciones, la unidad, la alegría y sencillez.

En el Salmo 117 exclamamos: “Diga la casa de Israel: su misericordia es eterna. Diga la casa de Aarón: su misericordia es eterna. Digan los que temen al Señor: su misericordia es eterna”.

Igualmente, en la segunda lectura  el apóstol Pedro manifiesta en el texto de su 1ª Carta (1Ped 1, 3-9), que acabamos de escuchar: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva”.

El evangelio (Jn 20, 19-31) que hemos escuchado, narra la aparición de Jesús resucitado en medio de los apóstoles dándoles poder de perdonar y retener y el encuentro entre el desconfiado Tomás y Jesús: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae aquí tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”.

1- Jesús está vivo

El hecho central de nuestra fe es la resurrección. Por eso el apóstol Pablo escribe en su 1ª Carta a los Corintios: “Si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen. Si esto fuera así, nosotros resultaríamos ser testigos falsos de Dios”. Estas palabras son contundentes: en la resurrección de Jesús está en juego nuestra fe personal y la vida de la Iglesia.

Si la resurrección de Jesús no fuera una realidad viva y actuante en la historia, el recuerdo del hombre Jesús, sus hermosas parábolas y sus intervenciones a favor de los excluidos e indigentes se irían desdibujando con el paso de los siglos.

La resurrección de Jesús no significó un regreso al mundo de los vivos; no retomó una agenda que se vio interrumpida por los sangrientos episodios de su pasión y crucifixión.

La resurrección de Jesús instaura una realidad nueva, que apenas puede ser balbuceada con nuestras limitadas palabras humanas. Como lo expresa el Papa Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, “La resurrección de Jesús ha consistido en un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre […] En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad”  (pág. 284).

2- La fe de Tomás: “Señor mío y Dios mío”

El evangelio de hoy, narra el encuentro entre el escéptico Tomás y Jesús; el diálogo es de un agresivo realismo: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae aquí tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”.

1º. En las apariciones, Jesús resucitado se muestra como un hombre, pero no es un hombre que simplemente ha vuelto a ser como era antes de la crucifixión. Jesús llega a través de las puertas cerradas, y de repente se presenta en medio de ellos; y así como aparece, desaparece. Él es plenamente corporal, pero no está regido por las leyes del espacio y el tiempo; se presenta en un cuerpo, pero es libre de las limitaciones y restricciones que el cuerpo nos impone.

2º. En palabras de Benedicto XVI (+), “podríamos considerar la resurrección algo así como una especie de ‘salto cualitativo’ radical en que se entreabre una nueva dimensión de la vida, del ser hombre. Más aún, la materia misma es transformada en un nuevo género de realidad. El hombre Jesús, con su mismo cuerpo, pertenece ahora totalmente a la esfera de lo divino y eterno”.

3º. Ante toda esta situación que vivimos hoy en la humanidad, caracterizada por la violencia, las injusticias, la inseguridad, la dictadura de un sistema injusto, la vulnerabilidad de la justicia terrenal, etc…, pongamos fe y esperanza en un nuevo amanecer, a un salto cualitativo, un nuevo tiempo, una nueva oportunidad, una nueva época, un nuevo tiempo para vivir la fe la esperanza y la caridad, dando culto a Dios en este momento en la familia y, en la comunidad recuperando esos valores de la primitiva comunidad cristiana valorando: la reunión, las enseñanzas que ofrece la Iglesia a través de su magisterio, el compartir, las oraciones, la unidad, la alegría y sencillez, así como fue la comunidad primitiva; cultivemos la oración en familia: el santo rosario, la lectura asidua de la sagrada escritura, las prácticas de la caridad y el dialogo. Que la infinita misericordia de Dios se manifieste en el corazón de cada ser humano y en el seno de cada hogar para testimoniar con alegría la resurrección de Jesús a través de las obras de amor.

Sigamos con esmero nuestra peregrinación aquí en la tierra con la mirada puesta en la patria celestial y llegar a la luz de un nuevo tiempo de paz y la verdadera resurrección.

Conclusión

En este II domingo de Pascua, en el que veneramos la misericordia de Dios que nos perdona y que nos exhorta al perdón y a la reconciliación: “los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen y serán retenidos  a los que ustedes se los retengan”. Fortalecidos en nuestra fe en Jesús resucitado, demos  gracias a Dios por ese líder espiritual excepcional como fue San Juan Pablo II, a quien la Iglesia propone como modelo de vida cristiana. Encomendemos a su intercesión todas nuestras necesidades. Y demos gracias infinitas por esa dimensión insospechada de vida nueva que se nos da en Cristo resucitado.

Ciudad del Este, 15 de abril de 2023

Oficina de Comunicación y Prensa, Diócesis de Ciudad del Este

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