Homilía: Vigésimo V Domingo Ordinario. Ciclo B

“El líder: Discípulo y misionero de Jesús”

          

La liturgia de la palabra en este vigésimo quinto domingo ordinario del ciclo B, nos ofrece unas luces que pueden guiar el sendero de la vida hacia nuestro destino final que es la gloria eterna. Las lecturas nos invitan sobre todo a ser coherentes con nuestra fe en Jesús crucificado y resucitado.

            La primera lectura – del Libro de Sabiduría (Sab 2, 12-17.20) – es un relato que presenta al justo ante el acecho amenazante de los impíos. Llama la atención la expresión: “tendamos trampas al justo…”  El justo, se ve que es uno solo, quiere decir que no hay otro, hay solamente uno; en cambio al hablar de los impíos se usa el plural: “dicen los impíos…” Entonces, hay un solo justo en el que inspirarse y a quien imitar, sin embargo los impíos son varios.

            La lectura segunda que es de la carta de Santiago (Sant 3, 16—4, 3) nos exhorta que todo lo malo que hace el ser humano impío, nace y sale del corazón del hombre: “¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros?” Es decir, toda maldad nace en el corazón del hombre. Con esto, Santiago nos exhorta a tener una actitud semejante a la del corazón misericordioso del único justo Jesús.

            En el evangelio de san Marcos (Mc 9, 30- 37) el mismo Jesús nos instruye sobre la necesidad de su  pasión y la condición para ser su discípulo, es decir, hay que convertirse en servidor de los demás. Al Hijo del hombre “lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará… el que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.

            1- El primero es el servidor de todos

            En el mundo comercial y profesional y, por qué no decir en el ambiente político, lo que prima es la actitud competitiva.

            Todo comerciante quiere progresar en su negocio con espíritu de alta competitividad; así también en el campo profesional se realizan concursos para ver quien tiene mejor promedio para conseguir un puesto laboral. En el campo político ni qué decir, existen muchas competencias incluso desleales donde los aspirantes a cargos se agreden en palabras, y se pisotean uno al otro con tal de desprestigiar al prójima para que se gane su descalificación social y de esa manera el que tiene más difusión y audiencia es el que sale victorioso al margen de toda moral y respeto al semejante.

            Jesús al enterarse de la pretensión de sus apóstoles, nos da una cátedra sobre el perfil de un líder o una autoridad que busca escalar de manera mundana. Los apóstoles absorbidos por la mentalidad de que habrá un mesías con poder político terrenal, se cuestionan entre ellos sobre quien es más importante. Jesús al enterarse de la discusión secreta entre ellos, les dice que el Hijo del Hombre debe pasar por la muerte, pero que tres días después resucitará; ellos no entendían aquella expresión del maestro.

            Con esto Jesús nos enseña que él es un maestro que no sólo no busca puestos de honor, sino que quiere servir hasta dar su propia vida en rescate por todos. En cambio, los apóstoles buscan y aspiran a la grandeza a la manera de muchos de nuestras autoridades, y con cierta vergüenza digo que esta realidad se da también entre los consagrados.

            2- La coherencia de fe en Cristo Crucificado y Resuscitado

            No siempre somos coherentes con nuestra fe y vivimos según los criterios de de la ambición, buscando la grandeza y del honor. Jesús nos ofrece en este sentido, como a los apóstoles, esta enseñanza: “Si uno aspira a ser el primero, sea el último y servidor de todos”. Este es el principio evangélico: la grandeza consiste en servir. El Papa Francisco en una celebración con los cardenales, les recuerda que un aspecto que realza la autoridad de la Iglesia es el servició.

            Nuestros pensamientos no siempre van en esta línea. Nuestra perspectiva humana es pensar que el que está abajo, no es el primero, sino el último, mientras que el servido se encuentra en el puesto más alto de la sociedad y por consiguiente, se le honra y se le considera el primero.

            Jesús muestra en cambio que la verdadera grandeza consiste en servir. Desde esta perspectiva el que no sirve no es grande, no puede ser el primero. Para serlo, es preciso ponerse en el último lugar, a fin de servir a todos los demás. Este evangelio de san Marcos Mc 9, 30- 37 nos presenta una enseñanza sobre lo negativos que pueden ser los honores recibidos como aquel que es servido. En la sociedad, en la política, en las empresas, etc., prevalece esta mentalidad contraria a la enseñanza de Jesús. Nosotros debemos ser capaces de rechazarla y valorar todas las cosas según este principio del evangelio que nos presenta Jesús: “si uno aspira a ser el primero, sea el último y servidor de todos”.

            Para ilustrar mejor la enseñanza, Jesús toma a un niño, lo pone en medio y abrazándole, dice a los discípulos: “quien acoja a uno de estos niños en atención a mi…” De esta manera nos hace comprender que el servicio consiste en acoger a las personas y sobre todo, a los humildes. La regla de oro del evangelio de hoy es la acogida con actitud de servicio a los más humildes, a los que son menos útiles a los ojos del mundo.

            Conclusión

            El perfil de liderazgo que rescatamos en las lecturas de hoy consiste en la acogida al prójimo y el servicio generoso. La coherencia de nuestra fe en Jesús crucificado y resucitado consiste en asumir su estilo de vida, él es aquel que se entregó por todos: “que el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por mucho” (Mc 10, 45).

            San Agustín decía que “la flaqueza que se da en la humildad es la mayor fortaleza”. Pidamos a Dios que nos conceda suficiente humildad para comprender y vivir en la lógica evangélica siendo fieles servidores según el estado de vida que hemos asumido.

Por: Pbro. Ángel Collar

OFICINA DE PRENSA, DIÓCESIS DE CIUDAD DEL ESTE