Homilía:  Vigésimo Séptimo Domingo Ordinario, Ciclo C

La fe y la Humildad van de la mano

Introducción

En la carta a los Hebreos encontramos la definición de la fe de esta manera: “La fe es aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver” (Hbr 11, 1ss). Según esta definición la fe tiene dos aspectos: en primer lugar:  se refiere a la actitud de agarrarse de una realidad que se alcanzará en el futuro, por eso dice “aferrarse a lo que se espera”, esperar con seguridad una realidad que no se ve pero que está al alcance, está llegando, en segundo lugar: se refieren a las realidades “que no se pueden ver” con los ojos físicos, pero no por eso son irreales, porque esta realidad se palpa con categorías no materiales que supera ampliamente los instrumentos de medición y de demostración física o material. Por tanto la fe más que realidad física es un estado interior del ser humanos con relación a la realidad espiritual que nos conecta con la divinidad.

Las lecturas de este domingo nos ayudan a considerar la realidad de la fe en la vida de todos los bautizados, la credibilidad de los discípulos y misioneros de Jesús y la necesidad de tener una fe auténtica por más pequeña que sea como el grano de mostaza.

En la primera lectura del libro del profeta Habacuc (Hab 1, 2-3; 2, 2-4), encontraremos que consta de dos partes: en un primer momento, se halla la pregunta formulada por Habacuc “¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches?” “¿Por qué me haces ver tanta angustia y maldad?”; y más adelante aparece la respuesta dada por Dios: “El señor me respondió así: escribe la visión, guárdala en tablillas, de modo que se lea de corrido”.

La segunda lectura que es un fragmente de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo (Tim 1, 6-8. 13-14). Es un pedido para reavivar la gracia en nuestra vida constantemente “Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza”.

En el evangelio de San Lucas (Lc 17, 5-10), los apóstoles piden a Jesús que les aumente la fe “En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: ‘Auméntanos la fe’”, al pedido de cantidad el Señor responde que es más importante la calidad, ‘Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y les obedecería”

1- El bien triunfará siempre

El malestar, el dolor y la preocupación que aqueja el profeta Habacuc se debe a la presencia de las injusticias cometidas por el imperio Asirio, que invade y oprime al pueblo elegido de Dios. Ante esta situación el profeta eleva su oración al cielo cuestionando a Dios por la larga agonía que sufre Israel. Dios en vez de dar un duro castigo a los enemigos opresores, parece ser que cada vez son más fuertes, constantemente imponen sus sistemas, tiene una aparente victoria. Esto es difícil de entender y digerir para Habacuc.

Así también en la vida cotidianamente ocurren muchas cosas difíciles de entender, situaciones imposibles de escudriñar y comprender. Una de las situaciones que produce un cierto enojo, una cierta rabia que desemboca en la impotencia, es el aparente constante triunfo del mal; con frecuencia vemos que los delincuentes triunfan y que los honestos son los perdedores.

En nuestro país en muchos lugares y ciudades importantes, aquellas personas que trabajan torcidamente en negocios ilícitos o ilegales, aquellos quienes evitan el compromiso tributario dejando de pagar los impuestos, aquellos quienes son parte de los que se dedican al narcotráfico, aquellos quienes alteran el precio de los productos y la balanza, etc. parece que crecen más rápidamente en sus fortunas. Ante tal situación, con justa razón podemos dirigirnos a Dios como lo hizo el Profeta Habacuc; podemos hacer que nuestras quejas sean una verdadera oración que se eleva al cielo. “¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches?” “¿Por qué me haces ver tanta angustia y maldad?

La respuesta que recibió Habacuc ante su cuestionamiento a Dios es la siguiente: “El Señor me respondió así: escribe la visión, guárdala en tablillas, de modo que se lea de corrido”. Es necesario eternizar la respuesta de Dios de tal manera que todas las generaciones lleguen a saber que Dios siempre cumple su promesa: “la visión tiene un plazo, pero llegará a su término sin defraudar. Si se atrasa, espera en ella, pues llegará y no tardará. Mira, el altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá”. Esto es un verdadero esperar que suceda lo que todavía no se ve, es una invitación a la actitud de espera comentada en la fe auténtica.

2- La cualidad de la fe

La fe tiene una enorme importancia para el bautizado por constituir el fundamento de toda la vida cristiana. “Sin la fe no existe el amor cristiano, porque éste lo recibimos de Dios por medio de la fe”[1], sin ella no puede existir la esperanza, tampoco puede existir la perfección cristiana. Por tal motivo, debemos ser conscientes de la enorme importancia que tiene la fe para nuestra vida.

En la primera parte del evangelio los discípulos consientes de la necesidad de una fe inquebrantable, pide a Jesús que les aumente la fe: “auméntanos la fe”. Jesús no responde al pedido cuantitativa sobre la fe directamente, más bien habla de la cualidad, por eso dice: “si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar,  y os obedecería”. No se trata de aumentar en cantidad, sino en calidad. No importa la cantidad por eso es más que suficiente una fe pequeña como grano de mostaza, pero auténtica.

La fe hace posibles las cosas humanamente imposibles. Cuando a Jesús se acerca un enfermo pidiendo curación, Él responde curando “tu fe te ha salvado”. La fe es la fuente de la salvación, En el caso de un enfermo curado por Jesús se trata de la salud física, pero al mismo tiempo también de la salvación espiritual (Lucas 7,50), de la unión con Dios.

La segunda parte del evangelio nos presenta una enseñanza donde plantea la humildad que tiene su relación con la fe. Jesús nos invita a ser humildes. Pone el ejemplo de un criado que ha trabajado en el campo y vuelve a casa, y el señor le pide que siga trabajando aún. Estamos delante de Dios como el que sirve con humildad.

“Ninguno de nosotros somos indispensables, Dios podría prescindir de nosotros. Lo que hacemos nosotros, Dios podría hacerlo con mayor facilidad de otros modos”. “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”, es decir, debemos tener una actitud de humildad, una actitud que nos pone de verdad en nuestro sitio.

Conclusión

Al culminar esta reflexión, pidamos al Señor juntamente con los Apóstoles, que aumente la calidad de nuestra fe, porque normalmente vacilamos ante las crisis y pretendemos hacer las cosas, resolver los problemas según nuestros intereses suplantando el plan de salvación.

Seamos conscientes que somos unos “pobres siervos, que hemos hecho lo que teníamos que hacer”. “La humildad es la más grande de las enseñanzas cristianas, pues por la humildad se conserva la caridad”[2].


[1] VANHOYE, Cardenal Albert SJ. Lecturas Bíblicas de los Domingos y Fiestas. Ciclo C. ED. Mensajero. Bilbao España, 2009. Pág. 297.

[2] San Agustín de Hipona.

 Oficina de Comunicación y Prensa, Diócesis de Ciudad del Este