Lecturas: (Hch 8,5-8.14-17) 1(Pe 3,1.15-18) (Jn 14, 15-21)
Introducción:
Hoy las lecturas nos invitan a contemplar la acción transformadora de Dios en la vida del discípulo y misionero de Jesús.
En la primera lectura de los Hechos de los apóstoles, vemos a Felipe que predica en Samaría y una buena cantidad de gentes escuchan con atención… y la ciudad se llenó de alegría. Pablo y Juan bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo.
En la segunda lectura, la primera carta de Pedro nos exhorta a glorificar a Dios dispuestos a explicar la razón de nuestra esperanza con delicadeza y respeto.
El Evangelio nos presenta la promesa que Jesús hace a sus discípulos: “el envió del Espíritu de la verdad”, de esta manera nos prepara ya para la próxima fiesta de pentecostés.
Las características de un predicador:
Les invito a centrarnos en la primera lectura meditando sobre las características de un verdadero evangelizador – predicador-:
La primera Carta de san Pedro, diseña los rasgos básicos de los anunciadores del Evangelio:
1º. El primero de ellos es la vida interior: “Honren a Cristo como Señor en sus corazones”. No podemos anunciar con pasión al Señor si Él no ocupa el centro de nuestra vida interior; es imposible pretender hablar de Jesús y su Palabra si Él no está en nuestro corazón. Por eso es importante respetar los tiempos para este encuentro con Dios; en este tiempo de cuarentena deberíamos de aprovechar cultivando la vida interior a través de la oración, la lectura de la Biblia, el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica, etc., evitando caer en el error de perder las oportunidades que tenemos en estos tiempos. A veces también nos encontramos ante la tentación del activismo que nunca encuentra la ocasión para hacer la recarga espiritual haciendo silencio para la reflexión serena.
2º. La segunda característica del evangelizador -predicador- es su apertura al diálogo. Evangelizar no es pronunciar discursos ni hacer un alegato jurídico frente a un juez. El apóstol Pedro lo expresa con precisión: “Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen”. Eso es evidente en la primera comunidad cristiana; ellos comunicaban la experiencia del resucitado. Su testimonio da cuenta de la esperanza que los motivaba. La gente percibe inmediatamente cuándo el evangelizador está recitando mecánicamente un guion prefabricado y cuándo habla con el corazón. Esto requiere una buena formación que lleva a una profunda experiencia de Dios que enriquece la vida interior, la vida espiritual. Para dar Razón de la fe, es necesario interiorizar la verdad de una persona, esa persona es Jesucristo. Para un Discípulo y misionero de Jesús, requiere estar unido a la Iglesia Una Santa, Católica y Apostólica, testimoniando la unidad y la comunión como miembro vivo de la Iglesia Pueblo de Dios.
3º. La tercera característica es la delicadeza pastoral. San Pedro recomienda: “Háganlo con humildad y respeto”. Al llegar a este punto es necesario reconocer que hoy día nos encontramos ante una innumerable proliferación de pastores, predicadores, personas que se consideran iluminados, etc. hay todavía el riesgo en escuchar muchos mensajes, ideas que a veces no tienen relación con la verdad que trajo Cristo, confiada al Magisterio de la Iglesia para guardarla y transmitirla sin interrupción. Gracias a Dios y a nuestra Diócesis, hoy día tenemos varias opciones para recibir una buena formación y hacer un buen discipulado en el instituto Mater Misericordiae, así también, muchas parroquias ofrecen formaciones a sus laicos para prepararlos y aprender a dar razón de nuestra esperanza con respeto y delicadeza pastoral.
4º. El cuarto elemento del auténtico evangelizador es el testimonio de una vida honesta y transparente: “Pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia, para que los que hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se avergüencen de sus propias palabras”. Todos necesitamos hacer un examen de conciencia sobre nuestra coherencia de vida con relación a la predicación. Jesús denuncia esta actitud de falsedad como la hipocresía en el Evangelio de San Mateo (Mt 23, 1-33).
Conclusión:
El verdadero discípulo y misionero de Jesús lleva estas improntas: tiene vida interior, es decir, reza mucho, no se cierra, es abierto al dialogo, realiza su tarea evangelizadora con delicadeza pastoral, y tiene coherencia de vida.
Todas estas características del evangelizador, formuladas por Pedro a partir de su experiencia apostólica, conservan su vigencia en la Iglesia de hoy. Nuestras comunidades, el mundo en general necesita servidores del evangelio con estas cualidades que garantizan la certeza de un verdadero discípulo de Jesús al servicio de la Iglesia.
P. Ángel Collar
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