“Un Dios que no abandona a los hombres”
Homilía

Introducción
Hemos despedido el mes de enero con mucha lluvia, e igualmente iniciamos el nuevo mes de febrero con inundaciones, desbordes de ríos, hundimientos de carreteras y puentes y inusualmente con muchos cortes de carreteras, de energía eléctrica, etc. Muchos hermanos damnificados sufren de esta situación. Si bien es necesaria la lluvia, su exceso a veces es motivo de desastres naturales.
Seguimos viviendo en tiempo de pandemia aguardando en nuestro país la tan anhelada vacuna contra el Covid-19.
Nos duele ver a tantas familias que sufren las inundaciones en esta última semana y además escuchar de víctimas fatales de la enfermedad que nos aqueja, que diariamente suma una decena de muertes según se informa.
En este contexto la palabra de Dios que escuchamos hoy nos alienta a no desanimarnos y mantener viva nuestra fe porque “nuestro auxilio viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”. “Alaben al Señor, que sana a los afligidos” dice el responsorio del salmo que proclamamos.
La primera lectura del libro de Job (Job 7, 1-4.6-7) nos presenta un hombre justo y santo que experimenta en carne propia el sufrimiento como cualquiera de nosotros, como esas víctimas de las inundaciones y el covid-19. “… Así me han tocado en herencia meses vacíos, me han asignado noches de dolor…” Sin embargo, este buen hombre consciente de su situación no pierde la calma, la paz y la esperanza, sabe que su vida está en las manos de Dios. Job hasta llega a decir: “desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré. Dios me lo dio y Dios me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor…” (Job 1, 21). ¡Qué grande es la fe de Job!
La segunda lectura, de la carta de Pablo a los Corintios (1Cor 9, 16-19.22-23) resalta la fuerza incontenible que lo empuja desde dentro a predicar el evangelio. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! Todos estamos llamados a predicar el evangelio gratuitamente en el contexto en el que nos encontramos cada uno: el hogar, el trabajo, la empresa, el colegio, la parroquia, los grupos y todos los ámbitos, en el contexto que nos toca estar.
El evangelio de san Marcos (Mc 1, 29- 39) nos presenta a un Jesús que realiza su labor evangelizadora en tres situaciones diferentes que se complementan: el encuentro con los enfermos, la catequesis y la oración.  “La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, él se acercó, la tomo de la mano y la hizo levantar…; al atardecer le llevaron todos los enfermos…; por la mañana salió y fue a un lugar desierto a orar; fue por toda Galilea predicando en las sinagogas”. El evangelio nos presenta a un Jesús que cura, enseña y ora.
1- Transformar el dolor en salud
En todo el evangelio vemos que Jesús curaba a los enfermos, se preocupaba por las viudas, atendía a los excluidos de la sociedad. Para todos aquellos que carecían de protagonismo social y político, Jesús tuvo una palabra eficaz de esperanza. Donde Jesús se hace presente llega la salud, la libertad de las esclavitudes, sobre todo del pecado, se crece en humanidad, y se descubre el camino de la paz, el amor, la concordia.
Jesús el hijo de Dios tiene la capacidad, el poder  de transformar el dolor de la enfermedad en salud, la soledad en gozo compartido, el abandono en compañía e integración a la comunidad, la duda en certeza, la aflicción en alivio.
Dice un sacerdote, el Rvdo. P. Jorge Humberto Peláez S.J. en una de sus reflexiones sobre el evangelio de hoy, “si tal era el clima que irradiaban los gestos y las palabras de Jesús, toda la actividad evangelizadora de la Iglesia debe ser un canto a la vida, una invitación a la alegría y al optimismo. Por eso es inaceptable la actuación de ciertos ministros de la Iglesia que maltratan a los fieles, que los regañan, que cierran puertas en vez de tender puentes”. Es necesario que la Iglesia sea el sacramento de unidad del hombre con Dios, sacramento de salvación para la humanidad, luz de los pueblos – lumen gentium – como nos recuerda el Vaticano II.
2- La oración como fuente de sabiduría y fortaleza
Dentro de las actividades de Jesús, la oración ocupaba un lugar importantísimo:
Buscaba la soledad y el ambiente apropiado para dialogar con su Padre; allí, en medio del silencio, repone sus fuerzas y se ilumina su mente, allí en actitud de oración descubre cuál es la voluntad de Dios.
Jesús nos enseña a equilibrar el trabajo, la actividad, las ocupaciones con los momentos de sosiego, silencio, recogimiento y oración. Por más compromisos laborales que haya, por más actividades y ocupaciones externas que vengan a condicionar la vida, debemos crear espacios y tiempos para evaluar el camino recorrido, reconocer nuestros errores, implementar los cambios necesarios, pedir al Señor que bendiga nuestros esfuerzos y que permita que ellos den frutos abundantes.
Allí, en el silencio de la oración, Jesús tomó una importante decisión estratégica: aunque las multitudes querían retenerlo, decidió trasladarse a otros lugares donde lo necesitaban.
Conclusión
Dice San Agustín: “Debes vaciarte de aquello con lo que estás lleno, para que puedas ser llenado de aquello de lo que estás vacío”. Es necesario vaciarse de todo aquello que dificulta ser un buen discípulo y misionero de Jesús para poder llenarnos de todo aquello que enriquece, fortalece e ilumina la vida acercándonos cada vez más Dios.
En este 5º domingo ordinario del ciclo B, las lecturas nos quieren ayudar a mirar la vida con esa esperanza que trasciende toda desgracia, supera toda dolencia, toda necesidad, descubriendo que la vida está siempre en las manos del buen Dios. Imitemos a Jesús tanto en su cercanía a los necesitados descubriendo en cada rostro al mismo Dios, como en la oración fortaleciendo la fe y la esperanza en un dialogo confiado con el Señor.
Pbro. Angel Collar