Homilía: Tercer Domingo de Pascua. Ciclo B

“Dolor por los pecados, y confianza en el perdón y el amor de Dios”

Durante el transcurso de esta semana, en los medios de comunicación se venía hablando de algunas cosas muy positivas y favorables en este ambiente de incertidumbre y sufrimiento. Por un lado, se nos informó sobre la vacunación a médicos y personal de la salud, y también a los mayores de 85 años, y por otro lado el banco de medicamentos para ayudar a los enfermos. Al mismo tiempo, la pastoral social nacional pondrá a disposición un canal de ayuda para las necesidades de los enfermos. Por más limitados que sean estos apoyos, son importantes como contención ante la desesperación de muchas familias que sufren muchas incertidumbres y necesidades al internar a uno o a varios familiares.

Como siempre también estamos ante un aspecto negativo de la realidad. No todas las noticias emitidas estos últimos días son alentadoras: escuchamos, por ejemplo, que las víctimas fatales del covid-19 llegan a nuevos récords o que hubo vacunaciones vip lo cual genera reacción negativa en la ciudadanía, o que varias enfermeras murieron en un solo día a causa del virus.

En este contexto la Iglesia nos ofrece estas lecturas alentadoras para no perder la fe y la esperanza en Dios que resucitó a su hijo Jesús. Jesús triunfó superando todas las adversidades y hasta venciendo la muerte a través de su cru

La lectura primera es del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 3, 13-15.17-19) y nos recuerda que al Santo y Justo de quien el pueblo renegó crucificándole, Dios lo resucitó de entre los muertos y los apóstoles son testigos de esta resurrección.
La segunda lectura, tomada de la primera carta de san Juan (1Jn 2, 1-5ª), nos da una luz que orienta la vida de fe. Creemos en el auténtico Dios de amor que se hace víctima propiciatoria por nuestros pecados y por los del mundo entero.
El evangelio de hoy (san Lucas 24 , 35-48) contiene un anuncio de paz y esperanza para los discípulos decepcionados y dolidos por la muerte de Jesús que todavía no comprenden las Escrituras. Jesús se hace presente en medio de ellos y los saluda con la paz: “la paz esté con ustedes”. A continuación les hace la pregunta: “¿Por qué están turbados  y se les presentan las dudas?”.

1- La esperanza de una pascua sin ocaso
Jesús cuestiona a sus discípulos con estas palabras “¿Por qué están turbados, y se les presentan esas dudas? Estas palabras parecen resonar fuerte hoy ante la humanidad. Nos encontramos en un ambiente de incertidumbre generado por la pandemia; el clima que caracteriza nuestra sociedad es generado por muchas dudas e incertidumbres sociales en cuanto a lo político, económico, educativo y laboral, sanitarios y hasta lo religioso por afectar el culto público. Ante esta situación parece que Jesús dirige su reclamo a cada uno y nos pregunta: “por qué están turbados y dudosos…” Los discípulos dudaron ante la presencia de Cristo resucitado que aparece saludando con la paz. “La paz esté con ustedes… atónitos de temor creían ver un fantasma.”

La verdad de la muerte de Cristo es fundamental para la verdad de la resurrección; si Jesús no muere, no podrá haber resurrección. Para que haya resurrección es necesaria la muerte. Los discípulos con sus dudas y temores ante la presencia de Jesús están dando fe de la muerte de Cristo, y el Señor les confirma su muerte: “Tóquenme y vean que soy yo mismo”. Esta seguridad de la muerte de Cristo, los conduce a la seguridad de que el crucificado está vivo y finalmente los lleva a testimoniar a favor de su resurrección con sus propias vidas, hasta el punto de entregarlas sin miedo por la causa del evangelio. Los mismos que habían dudado, por su fe firme en Cristo viviente llegan a ser perseguidos y martirizados dándonos un testimonio fuerte de la resurrección de Jesús. Cristo vivo es la base de nuestra fe. Nosotros también, si queremos acceder a la resurrección debemos pasar por una muerte; necesitamos reconocer nuestra bajeza causado por el pecado y renunciar a la corrupción del pecado. En otras palabras, nos hace falta encarar a fondo nuestra situación de muerte. Cristo nos concede salir de nuestro sepulcro con la fuerza de su resurrección. Todas las incertidumbres son iluminados con la luz de la pascua de Cristo que vence toda duda y toda turbación de cualquier naturaleza

Poniendo nuestra esperanza en Cristo resucitado que no quedó vencido por la muerte entramos en ese clima de la pascua sin ocaso: “Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos”. La resurrección de Jesús es la esperanza de nuestra resurrección y nos invita a ser testigos fieles de su palabra y sus obras.

2- El amor que resucita a Jesús, cura las heridas del pecado

Jesús el Mesías murió y resucitó, la muerte y la resurrección son las dos dimensiones que vivió Cristo. Nosotros también tenemos que experimentar muerte y resurrección, con la diferencia de que únicamente Cristo es el que fue crucificado muriendo por nuestros pecados y por los del mundo entero. A nosotros en cambio sólo nos corresponde morir al pecado en el sentido del arrepentimiento que implica el dolor por haber ofendido a Dios, y de la enmienda de nuestras vidas. El sacrificio en la cruz es único y exclusivo de Cristo, y nosotros nos asociamos a él al unirnos con él en su dolor. Para nuestra resurrección espiritual, el único dolor que debemos experimentar es el de arrepentimiento.

Para participar de la resurrección, debo entonces ser partícipe del del sufrimiento de Cristo, pero no siendo colgado de una cruz, sino sólo sintiendo dolor por mis pecados que le llevaron a Cristo a la cruz. Cristo nos liberó de nuestros pecados clavando el documento que nos acusaba en el madero, como dice San Pablo (Col 2,14). Para nosotros todo es más sencillo: con el arrepentimiento sincero, la resurrección de Cristo nos devuelve la vida perdida por la oscuridad del pecado. “Por tanto hagan penitencia y conviértanse para que sus pecados sean perdonados” (primera lectura). ¡Entremos ya en la dinámica de la resurrección con Jesús

¿Qué nos ayudará para llegar a un sincero y profundo arrepentimiento? Todas aquellas situaciones y circunstancias de la vida que nos hacen entrar en un clima de dolor, de impotencia, de consternación, sean oportunidades para nuestro sincero arrepentimiento. Este dolor nos llevará a vivir la resurrección de Cristo al igual que a los apóstoles quienes tuvieron que pasar por el dolor de la decepción para recibir la alegría de la esperanza en una vida llena de amor y alegría a pesar de las adversidades y las persecuciones que sufrieron. Ellos sufrieron en carne propia la muerte del maestro, la persecución y el martirio, pero vivieron felices con la esperanza firme en el Resucitado.

Conclusión
“Sentir dolor por los pecados, pero tener la dulce y segura confianza en el perdón y el amor de Dios”. Al celebrar este tercer domingo de pascua, estemos cada vez más firmes en esa fe autentica que trasciende los umbrales del pecado y de la desesperanza; que la alegría de una vida nueva inunde a todos quienes creen en Cristo crucificado y resucitado para el perdón de los pecados y del mundo entero. Tengamos la esperanza puesta en el amor que Dios nos tiene para nuestra salvación.