Homilía: Solemnidad de la Santísima Trinidad

“Creo en Dios uno y trino”

El Credo Católico reza creer en un solo y único Dios verdadero que se manifiesta en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Cómo entendemos que es uno solo, y al mismo tiempo tres? Todo intento en responder a esta pregunta resulta escueta y a veces hasta confunde más. Según los Santos Padres de la Iglesia, entender la trinidad es algo imposible para la limitada capacidad mental del ser humano. Lo entenderemos cuando entremos en el seno de la misma divinidad en la vida eterna que en términos de Santo Tomás de Aquino, la trinidad lo entenderemos únicamente con la visión beatifica. En la Escritura no encontramos la palabra Trinidad, sin embargo, sí, la Sagrada Escritura habla del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como una misma naturaleza divina.

Hoy las lecturas nos dan pautas para contemplar la grandeza de nuestro Dios uno y trino. Él es nuestro creador, santificador y salvador.

La  primera lectura extraída del Antiguo Testamento del libro de los Proverbios (Prov 8, 22-31), habla de la sabiduría de Dios como una realidad personal que existió desde siempre junta a la divinidad. “El Señor me creó  como primicia de sus caminos… Yo fui formada desde la eternidad… yo estaba a su lado como un hijo querido…”

La segunda lectura de carta de san Pablo a los romanos (Rom 5, 1-5), nos habla del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en su relación con nosotros, y también de nuestra relación con ellos. “Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro señor Jesucristo… el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”.

El evangelio de san Juan (Jn 16, 12-15), nos presenta a Jesús hablando del Espíritu de la Verdad. Esto es el Espíritu que revela todo el misterio de Dios. Y promete también a los apóstoles: “Cundo venga Él el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad plena”. De esta manera suscita el corazón de los apóstoles el deseo inmenso de recibirlo.

1- La Trinidad nos acompaña en la vida

Aunque la Santísima Trinidad es uno de los misterios más grande de nuestra fe, sin embargo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos acompañan cotidianamente en nuestro existir. Iniciamos y culminamos las actividades diarias “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; los invocamos cuando vamos a emprender un viaje y cuando tenemos que enfrentar una dificultad, al cruzar frente a una Iglesia o un cementerio. Nuestra vida como cristianos está marcada por esta invocación.

Igualmente la Trinidad permea toda la vida sacramental: los siete sacramentos están marcados por la invocación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así también los sacramentales o las bendiciones de lugar, casa, objetos, personas, etc. lo hacemos en nombre de la Trinidad Santa. Como ejemplo podemos mencionar la celebración Eucarística: lo iniciamos y lo culminamos con la trinidad. Entramos a formar parte de la Iglesia pueblo de Dios con el Bautismo celebrado en nombre de la Trinidad Santa y culminaremos nuestro peregrinar en este valle con la esperanza de entrar en la morada de Dios Uno y Trino.

Con esto lo que queremos indicar es que en la unidad de Dios hay tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; de manera que, podemos afirmar, que el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios; sin embargo, no son tres Dioses sino uno solo. La Iglesia la define a la Trinidad como “una sola naturaleza divina que está presente en las tres personas distintas”. En esta comunidad de tres personas hay una perfecta armonía, donde cada una de ellas cumple fielmente su misión: el Padre crea, el Hijo salva redime, El Espíritu Santo Santifica y dinamiza la Iglesia.

2- Comunidad humana a imagen de la Trinidad

El Espíritu del que habla Jesús, revela todo el misterio de Dios. Y promete también a los apóstoles: “Cundo venga Él el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad plena”. Si nosotros ponemos en práctica las enseñanzas de Jesús, ese Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo habitará en nosotros. En lo más profundo de nuestro yo podremos hablarle, manifestarle nuestras tristezas y alegrías, pedirle su gracia. Así nuestra pobre y limitada existencia se convierte en morada de la divinidad transformándonos a cada uno y al mismo tiempo transformando nuestra sociedad haciendo posible vivir según la ley del amor la justicia y el respeto al derecho y a la dignidad.

La realidad de un Dios comunidad, es una invitación a construir una sociedad según el modelo de convivencia y relación de las tres personas distintas quienes comparten una única naturaleza divina. Nosotros somos seres diferentes uno de otro, cada ser humano es único e irrepetible, sin embargo, compartimos la misma naturaleza humana asistida por la gracia santificante de Dios. Por tanto tenemos todo lo necesario para construir una sociedad justa, fraterna donde cada uno recibe lo necesario para su educación, trabajo, alimentación, cuidado de salud, etc. Para que esto sea posible, cada ser humano deberá asumir con responsabilidad su tarea asignada en la vida y la sociedad: las autoridades deberán ejercer sus cargos con espíritu de servicio buscando administrar el bien común con equidad favoreciendo a todos; los padre de familia deberán asumir su rol de educador de los hijos protegidos por leyes justas que respaldan la patria potestad de papá y mamá; los trabajadores deberán realizar sus tareas con empeño y responsabilidad y la parte patronal, considerar un salario justo al sus funcionarios con todos sus derechos.

Así la Iglesia, el gobierno, y todas las instituciones públicas y privadas, están llamados a actuar iluminado con la manifestación de la Santísima trinidad, la comunidad perfecta, imagen según la cual hemos sido creado; dicho de otra manera, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios uno y Trino, por lo tanto, estamos llamados a vivir según la naturaleza con al que somos creados por Dios.

Conclusión

Dice San Agustín de Hipona: “Dios es nuestra posesión y nosotros somos posesión de Dios”. Que esta solemnidad de la Santísima Trinidad, nos capacite para tomar conciencia cada vez más que Él está dentro nuestro y nos acompaña constantemente, que le invocamos con frecuencia y al mismo tiempo ocupe el lugar que le corresponde en nuestra vida, en la familia y en la comunidad, iluminando y dinamizando la convivencia de los hombres entre sí marcada por la ley del amor a Dios y al prójimo.

Oficina de Comunicación y Prensa, Diócesis de Ciudad del Este