XVII DOMINGO ORDINARIO CICLO C
Introducción
El catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que “La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como un «recuerdo de Dios», un frecuente despertar la «memoria del corazón»: «Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar» (San Gregorio Nacianceno, or. theol. 1, 4). Pero no se puede orar «en todo tiempo» si no se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración cristiana, en intensidad y en duración” (CIC nº. 2697).
Las lecturas que nos propone la liturgia de hoy plantean el tema de la oración como camino para estar en armonía fundamentalmente con Dios nuestro Padre y creador, con los hermanos y con la misma creación.
La primera lectura del libro del Génesis (Gn 18, 20-21.23-32) nos presenta el ejemplo de Abrahán, que tiene una profunda confianza en Dios y se atreve a insistir en la oración, a pedir porque sabe que el Señor es bueno.
El Salmo 137 es un canto a la bondad de Dios que siempre escucha las oraciones de su hijo, “¡Me escuchaste Señor, cuando te invoqué!
La segunda lectura del libro de San Pablo a los colosenses (Col 2, 12-14), nos recuerda que con el Bautismo somos nuevas criaturas sumergidos en la vida de gracia, y capacitados dirigirnos al Padre como verdadero hijo.
El evangelio da san Lucas (Lc 11. 1-13), en el que nos presenta toda una escuela de oración para dirigirnos a Dios según la enseñanza de Jesús en el Padrenuestro. Su estructura es muy simple: un saludo inicial, tres peticiones cuyo objeto es el mismo Dios y tres peticiones sobre nuestra situación concreta.
1- Saludo inicial
Jesús enseña a sus discípulos a orar presentando una sencilla pero profunda estructura. En el saludo inicial “Padre nuestro que estás en el cielo” incluye varias dimensiones de nuestra fe. Solo a partir de Jesús el hombre se dirige a Dios como Padre, antes nunca nadie podía o tenía permitido dirigirse a Dios como padre, casi era imposible, sin embargo, con este saludo inicial, estamos habilitados para reconocer y dirigirnos a Dios como nuestro verdadero Padre y al mismo tiempo reconocer nuestra pequeñez, nuestro ser creatural.
Este saludo implica que nadie está al margen de ser creatural, por lo tanto todos fuimos creados por Él y por ende somos hermanos unos de otros. Padre nuestro es una expresión que nos condiciona estructuralmente interdependientes uno de otros como hermanos y hermanas, ciudadanos de una casa común, comprometidos con Él como hijos y con la naturaleza creada como nuestro par creatura al servicio de nuestra realización.
Al mencionar que estás en el cielo, indicamos que nuestro Padre amoroso y cercano, no se queda condicionado al tiempo y al espacio. Él es totalmente otro, un ser trascendente que está más allá de nuestra categoría espacio mental. Con todo esto, está muy cerca y siempre escucha las oraciones hechas con fe.
2- Las peticiones
Las peticiones del Padre Nuestro se nos presenta en dos bloques: por un lado lo relacionado a Dios y por otro lado lo relacionado a nuestra realidad.
1º. Lo relacionado a Dios Padre
“Santificado sea tu nombre”: es un inmenso deseo que la santidad de Dios trascienda y penetre toda la realidad. Que Él sea reconocido santo por toda la creación del universo visible e invisible.
“Venga a nosotros tu reino”: la misión de Jesús fue el anuncio del reino, su mensaje tiene la finalidad de anunciar e implantar el Reino de Dios, es decir, que el reinado y el señorío de Dios penetre todas las dimensiones de la vida del hombre.
“Hágase en mi según tu voluntad en la tierra como en el cielo”: toda la vida de Jesús fue hacer la voluntad del Padre, y su anuncio fue una invitación a vivir según la voluntad de Dios. Esto significa que nuestros mezquinos intereses egoístas deben subordinarse a la voluntad del buen Dios Padre. El mundo sería diferente si esta petición se realiza en cada uno de nosotros. Que el mandamiento de Dios sea el hilo conductor de nuestra existencia.
2º. Lo relacionado a nosotros
“Danos hoy nuestro pan de cada día”: nuestra más básica necesidad es el pan diario para poder subsistir en la vida de día a día. En este sentido la expresión en plural “danos”, es un grito de muchos que sufren carencia en su más básica necesidad. Millones de seres humanos pasan hambre ante tantas cantidades de producción de alimentos en el mundo. Al pedir por el pan diario pedimos también por el pan para todos uniéndonos a nuestro s prójimos.
“Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: es un acto de reconocimiento de nuestra naturaleza herida por el pecado, por lo tanto, necesitamos ese perdón que cura todas las heridas y habilita a empezar de nuevo en la vida. Si queremos de verdad el perdón, es necesario superar todo tipo de rencor y resentimiento para dar lugar a la gracias que cura verdaderamente las heridas más profundas “así como nosotros perdonamos”, es necesario que todos aprendamos perdonar para ser perdonado para emprender un nuevo enfoque , una nueva vida en el camino hacia el Padre.
“No nos deje caer en la tentación y líbranos del mal”: es una invitación a reconocer nuestra realidad frágil y herida por el mal. Es un acto de altruismo ser consciente de la propia limitación y fragilidad ante las tentaciones. Necesitamos de esa fuerza externa de la gracia que nos viene de lo alto para evitar las caídas. Ante el mal que nos acecha constantemente, es necesario esa ayuda del Padre que nos asiste en nuestras debilidades para que no triunfe el enemigo sino que sobre salga el bien.
Conclusión
No hay nada como la oración que pueda proporcionarnos alegría, ánimo, amor en nuestra vida, y hacer, por consiguiente, que nuestra vida sea verdaderamente digna de Dios y fecunda para el mundo que nos rodea. “Si el hombre desea tener lo que Dios le manda, ha de rogar a Dios que le dé lo que Él manda” (San Agustín de Hipona). Busquemos siempre este equilibrio en nuestra vida: orar al Padre para tener fortaleza en vivir según su voluntad.