Homilía: La vida armoniosa y la fe

DOMINGO XXVI ORDINARIO CICLO A

Introducción :
Este domingo XXVI del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra nos presenta la necesidad de una actitud dócil a Dios.

En esta larga cuarentena, hemos experimentado una situación que nos obliga a convivir más de cerca y por mayor tiempo con los demás, hermanos, padres, hijos, etc. compartiendo ese espació físico de la casa unas veces como lugar de oración vivenciando la Iglesia doméstica, otras veces como espacio de diversión o de descanso, sin que se ausenten los momentos de diferencias, discusiones o discordias. De hecho, en algunas noticias se ha publicado que los casos de conflictos intrafamiliares de parejas están en aumento. Por una parte, el aislamiento nos facilita el reencuentro en el hogar, por otro lado, se presenta como ocasión de conflictos.

Hoy domingo XXVI del tiempo ordinario, la liturgia de la Palabra nos invita a responder en forma afirmativa y operativa a Dios, es decir nos pide responder con un sí que se expresa no solo de palabra sino en obras y a aprender a convivir en armonía con los demás.

La primera lectura del libro de profeta Ezequiel (Ez 18, 24- 28) es una invitación a abandonar la injusticia, el mal que desemboca en la muerte para optar por la justicia y el bien ya así ganar la vida: “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”.

La segunda lectura es de la carta de san Pablo a los cristianos de Filipo (Flp 2, 1- 11) y nos exhorta a vivir en armonía: “No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos”.

El evangelio (Mt 21, 28- 32) nos presenta a Jesús confrontando a los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. Jesús los cuestiona a través de la parábola del hombre que tenía dos hijos cuyas actitudes son totalmente diferentes y contrapuestas. “¿Qué les parece, un hombre tenía dos hijos… dijo al primero: vete a trabajar en mi viña? Él respondió no quiero, pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo le dijo lo mismo y este respondió voy, pero no fue…”.

1- La gracia de una vida en armonía
El ser humano experimenta un profundo deseo de armonía, tranquilidad y paz tanto interior como exterior, sin embargo, las constantes contrariedades hacen que la vida este casi siempre agitada por circunstancias adversas. Hoy la Palabra de Dios nos da una clave para llegar a experimentar esta armonía: “cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”. La gracia de la vida armoniosa no implica ausencia de dificultades y hasta faltas, sino más bien la capacidad de sobrellevar esas adversidades logrando la perseverancia en el bien. Si estamos en gracia, permanezcamos en ella; si estamos en pecado dañando la vida propia y la de los demás, volvamos a Dios arrepentidos de nuestros actos de injusticia y malicia. “No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos”. Testimoniemos con alegría una vida de armonía y comunión empezando por el hogar, el lugar del trabajo, la comunidad, transmitiendo esa paz que Cristo nos quiere dar a todos.

2- La fe como respuesta afirmativa a Dios
El evangelio de san Mateo que leemos hoy nos presenta dos clases de personas totalmente diferentes en sus actitudes.

Primero al que es obediente, a pesar de su resistencia inicial ante la orden recibida. El padre “dijo al primero vete a trabajar en mi viña. Él respondió no quiero, pero después se arrepintió y fue”. Cuantos ejemplos podemos encontrar en la vida cotidiana que ilustran este hecho: lideres que inicialmente se niegan a todo lo que se les solicita, pero al final aceptan y realizan un excelente servicio. Gente que se niega a ir a la Iglesia, al curso, a la catequesis, jóvenes que inicialmente se niegan y luego asumen el desafío con todas las energías y gran dedicación.

“Dirigiéndose al segundo le dijo lo mismo y este respondió voy, pero no fue…” Esta actitud de decir sí, pero en el fondo es un no, la encontramos con facilidad. Por ejemplo: nos comprometemos cuando recibimos un sacramento – bautismo, confirmación, matrimonio, orden sagrado. El compromiso involucra a la comunidad, toda la familia y los padrinos, pero luego tal vez no cumplimos. Otro ejemplo son los matrimonios que se declaran amor eterno y al poco tiempo sucumben en la intolerancia, la incomprensión, los celos o la falta de dialogo. En los diversos ámbitos salen a flote padres irresponsables e hijos ingratos que desobedecen a sus progenitores; se ven cristianos que se comprometen por los sacramentos, pero cuyas actitudes distan mucho de una vida cristiana digna caracterizada por un testimonio fiel y perseverante al evangelio de Cristo; algunos incluso llegan a ser autoridades con discursos prometeicos incumplidos.

La fe es la respuesta del hombre a Dios, pero no cualquier respuesta sino aquella que compromete de por vida.

Conclusión :
Al reflexionar la palabra Dios, pedimos la gracia de una fe autentica testimoniada a través de una vida de comunión con Dios y con los demás, y en armoniosa convivencia con la misma naturaleza. Que nuestra respuesta sea siempre sí a Dios y que cada vez sea acompañada de actitudes solidarias, y comprometida de verdad.

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