Homilía: La sencillez y la esperanza

DOMINGO XIV ORDINARIO CICLO A
La sencillez y la esperanza

Homilía

Introducción
Las lecturas de este domingo, nos proponen mensajes de optimismo y esperanza ante la difícil situación histórica de la humanidad. Muchos de los mensajes emitidos por los medios de comunicación son motivos de poluciones mentales debido a la carga negativa y estresante; el continuo bombardeo de malas noticias nos agobia, sobre todo lo relacionado al covid-19 y sus consecuencias. Estamos saturados de este tema del coronavirus, aunque no podemos estar en descuido de la salud y de la vida. Pero lo que más nos incomoda son los casos de injusticia y de corrupción en nuestra sociedad. Ante toda esta situación las palabras que Dios nos dirige vienen como anillo al dedo porque son mensajes de esperanza y un grito de Jesús que llama a la sencillez.

En la primera lectura, el profeta Zacarías exhorta a los habitantes de Jerusalén para que acojan a su rey: “Mira a tu rey que viene a ti, modesto y cabalgando en un burro”. Se trata de un rey diferente, humilde y sencillo que trae la paz.

La segunda lectura, de la carta de san Pablo a los Romanos exhorta a contrarrestar lo carnal (el pecado, el materialismo, la deshonestidad, la corrupción, el pansexualismo, etc…) con lo espiritual (la fe, la esperanza, la caridad, los sacramentos, la oración, la lectura asidua de la palabra de Dios, la formación, por sobre todas las cosas: la unidad en lo prioritario, la libertad en lo secundario y la caridad en todo, etc…)

En el evangelio, Jesús exclama: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y estudiosos y se las has revelado a la gente sencilla», en otras palabras, a los humildes.
1- La esperanza en algo bueno que está surgiendo
La esperanza que plantea la primera lectura nos lleva a considerar la llegada de la paz y el fin de las guerras, el fin de las situaciones que nos agobian constantemente en el mundo, en la sociedad y en la familia.

El covid-19, que tantos estragos está causando, es fuente y motivo de profundas reflexiones. Está mostrando que el mercado (lo material) no es el árbitro supremo; que hay otros factores, hasta ahora menos destacados, que inciden en la calidad de vida del ser humano: el cuidado mutuo, la solidaridad, la honestidad, la administración responsable de la Casa Común, la atención a los necesitados, la capacidad de escuchar e interpretar los gritos de los pobres. «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey… romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones”.

Nuestro Rey humilde no necesita de misiles para demostrar la ineficacia de los armamentos nucleares fabricados por el ser humano, motivo de su arrogancia y su orgullo. Nuestro humilde rey que cabalga sobre un asno, no necesita de nuevas ideologías económicas para derrumbar la seguridad del mercado establecido por un grupo que acapara el poder. A través de un simple virus (que se originó en Wuhan, China) ha desestabilizado totalmente el motivo del orgullo humano: sus armamentos nucleares y su economía del mercado (el endiosamiento del materialismo y de las armas). Ya Isaías profetizó la llegada de la paz diciendo que de las espadas y las lanzas harán podaderas y segadoras (Is. 2,4).

Todo este ambiente, aunque nos agobia con tantos bombardeos contaminando la mente y el corazón, es ocasión para fortalecer nuestra esperanza en ese Dios que busca el bienestar de sus hijos, y que su promesa no es de destrucción sino de salvación. Nuestra esperanza está cimentada en Dios padre misericordioso rico en bondad que derriba del trono a los que se sienten poderosos y enaltece a los humildes (Lc. 1, 46-56). Jesús en el evangelio nos dice: “vengan a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo los aliviaré”. Nuestro alivio y nuestra salud es Cristo, Él nos protege y acompaña, acudamos a él siempre.

2- La sencillez
El evangelio nos dice: “has ocultado esto a los sabios y lo has revelado a los humildes y sencillos”. La sencillez de la que nos habla el evangelio es una exclamación de gratitud que Jesús dirige a su Padre: “te doy gracias Padre…”

¿Quiénes son los cansados y agobiados a los que invita Jesús? En este tiempo de cuarentena, podemos afirmar que se trata de todos los que sufren en la vida por un matrimonio en dificultad, por problemas de salud (los casos directamente infectados por el covid-19), por privaciones económicas (la pobreza agudizada), por heridas afectivas, por ser víctimas de la violencia en sus infinitas expresiones (violencias físicas, psicológicas, morales, indiferencias, etc…), los que se sienten incomprendidos en sus dificultades, los débiles desatendidos: ancianos, niños, jóvenes, enfermos, todos los que se sienten traicionados por la deshonestidad y la corrupción en nuestro país, etc…

Ante todas estas situaciones, Jesús tiene una palabra de consuelo: Él quiere curarnos a todos las heridas del alma y del cuerpo. Recordemos que durante su existencia histórica atendió a infinidad de personas que padecían todo tipo de dolencias. Ahora continúa su ministerio de sanación respondiendo a nuestra oración, y a través de la gracia que comunica a través de los sacramentos y la pastoral maternal de la Iglesia pueblo de Dios.

No podemos descuidar el momento histórico que vivimos a raíz de la pandemia. Ante el desconcierto del mundo que busca febrilmente una vacuna, las únicas acciones que logran frenar la propagación del virus son las más simples: distancia social, lavado de manos, uso de tapabocas. Jesús nos llama “vengan a mí…”, pero también debemos hacer lo que está a nuestro alcance tomando las medidas de prevención contra la amenaza de la vida y la salud. Negar o no reconocer esta responsabilidad sería pecado por negligencia. Prevenir no es sinónimo de miedo, al contrario, la prevención es la expresión de la responsabilidad, el resto estará siempre en las manos de Jesús. Ser sencillos implica reconocer la limitación y al mismo tiempo la responsabilidad.

Conclusión
Al terminar la celebración eucarística, volvamos a nuestros quehaceres llevando el consuelo y la esperanza que Jesús nos regala a través de su palabra de aliento y curativa: mira a tu rey… romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones” … “Vengan a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo los aliviaré”. Testimoniemos durante esta semana la esperanza, la sencillez y la humildad como condición para recibir la gracia que Dios nos ofrece a través de la Iglesia Pueblo de Dios para vencer a nuestro enemigo que acecha.

(P. Ángel Collar)

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