Homilía: La hospitalidad es inherente a todo ser humano

DOMINGO XIII ORDINARIO CICLO A
Pbro. Angel Collar

Homilía

Introducción
Hermanos y hermanas en la fe, estamos atravesando la turbulencia que ha generado la pandemia covid-19; sería bueno seguir perseverando con las medidas sanitarias para vencer este flagelo que desnudó la frágil vulnerabilidad y la arrogancia de la humanidad. Son cosas sencillas lo que debemos considerar para evitar el contagio: mascarilla, lavarse las manos, distanciamiento social en los lugares públicos, a esto se suman los protocolos establecidos en cada parroquia, así alejaremos el peligro de contagio, y colaborando entre todos daremos también testimonio de caridad.

Las lecturas de hoy nos plantean tres inspiradores temas: la hospitalidad, el sentido del bautismo y las opciones radicales como exigencia para seguir a Jesús.

En la primera lectura de los libros de los reyes, el profeta Eliseo recibe la hospitalidad de una familia: «¿Vamos a prepararle una habitación pequeña, cerrada, en el piso superior; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y así, cuando venga a visitarnos, ¿se quedará aquí»?

En la segunda lectura la carta de Pablo a los romanos nos recuerda el sentido del bautismo, “así como Cristo murió y resucitó, así también nosotros por el bautismo somos sepultados y resucitados con Cristo”

El evangelio de san Mateo no invita a considerar la capacidad de renuncia radical a todo aquello que pueda dificultar seguir a Jesús, renunciar incluso a aquello que a nuestro juicio tiene mucho valor como la familia y el estilo de vida, para seguir a Jesucristo. “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí… no es digno de mí; …el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí… y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo…

1- La acogida como principio humano y actitud cristiana
Toda persona humana desde su existencia está marcada naturalmente por la hospitalidad o la acogida. Echando un rápido vistazo al proceso de gestación, desarrollo y nacimiento de un ser humano, nos damos cuenta que el hombre por su misma naturaleza no puede existir si no es acogido, somos seres condicionados por la hospitalidad, fuimos creados por y para la hospitalidad; papá y mamá nos acogieron en la familia, y fuimos recibidos en una sociedad; por lo tanto, necesitamos ser hospitalarios siempre. En la primera lectura encontramos que el profeta Eliseo fue bien recibido por una familia, y que este gesto de solidaridad tuvo su recompensa en el nacimiento de un hijo de padres cuya edad era muy avanzada. Recordemos lo que dice Jesús “…fui forastero y me recibisteis…” (Mt 25, 35).

¿Será que nosotros somos capaces de recibir al prójimo?, ¿será que nuestro corazón está dispuesto a ofrecer al forastero un lugar para su reposo? Y la pregunta más importante ¿será que mi corazón es una puerta abierta para acoger a Jesús? Ese Jesús de cada día: el esposo, la esposa, los hijos, etc… alguien ha dicho que el Jesús escrito en el evangelio no molesta, sin embargo, el Jesús de carne y hueso que son los más pequeños, los más vulnerables, los que son menos útiles a los ojos de la sociedad, estos sí que pueden ser molestosos.
2- El sentido del bautismo
El bautismo es un proceso de transformación interior que se irá dando en la medida en que participamos en la vida sacramental de la Iglesia. Así entendemos que el bautismo no es un acontecimiento aislado, cuya memoria se conserva en unas fotografías, sino el comienzo de un camino de transformación en Cristo.

San Pablo en su carta a los Romanos, nos describe el sentido profundo del bautismo, mediante el cual participamos de la muerte y resurrección del Señor, es decir, nacemos a una vida nueva. Con el sacramento de bautismo, la gracia divina nos transforma en un ser diferente. Ésta diferencia se manifiesta en el estilo de vida del discípulo y misionero de Jesús. Como ejemplos podemos citar la hospitalidad de la primera lectura y la renuncia radical del evangelio de hoy. Lo más importante es, así como la gracia del bautismo nos transforma, que nuestros actos transformen nuestro entorno con el testimonio de vida de cada bautizado, viviendo la justicia expresado en la honestidad, la caridad vivida como corresponsabilidad, la comunión que une a los hijos de Dios en una sola familia formada por los miembros de la Iglesia peregrina hacia la consumación final.

3- Condiciones para ser discípulo de Jesús
Es impresionante la radicalidad de las palabras de Jesús en el evangelio: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí”. Sin embargo, estas palabras de Jesús no deben interpretarse como un desprecio de las relaciones familiares.

El seguimiento de Jesucristo no debe ser una actividad más en nuestro diario; al contrario, todo el proyecto de vida debe quedar marcado por esta huella. El amor a Jesús no es un amor más que cohabita con otros amores, por importantes que éstos sean. El amor a Jesús debe ocupar el centro de nuestros afectos. Tomar la cruz significa ser coherentes con las enseñanzas del Señor, y esto nos llevará a confrontaciones con los que tienen visiones diferentes frente a la honestidad, el manejo de los recursos públicos, la fidelidad, el amor, la obediencia, la comunión, etc. Por ejemplo, en este tiempo de pandemia han surgido tantos mensajes que afirman o que niegan la realidad de las cosas, sin embargo, ante los hechos reales de víctimas fatales por causa del covid-19, como discípulos y misioneros de Jesús, estamos obligados a tomar una actitud de defensa ante la vida y la salud. Seamos los primeros en testimoniar la defensa de la vida acatando los protocolos sanitarios dentro y fuera del templo. La radicalidad de la cruz nos pide llamar a las cosas por su nombre y establecer una clara frontera entre los valores y los antivalores, entre la verdadera fe y la superstición y la magia, anteponiendo la comunión a las divisiones, y la verdad evangélica que ennoblece a la falsedad que destruye denigrando y violentando a las personas.

Conclusión
Al contemplar hoy la palabra de Dios sobre la hospitalidad como característica inherente a toda persona humana y sobre la radicalidad consistente en renunciar a todo lo que dificulta ser un buen bautizado, verdadero discípulo de Jesús, vivamos durante esta semana con alegría evangélica nuestra vocación cristiana. Se trata de testimoniar en todo momento aquello que puede transformar la vida y la sociedad dándole la impronta de la fe, la justicia, el amor y la paz, con mucha esperanza de vencer al enemigo que nos aqueja.

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