Homilía: Jueves Santo. Ciclo B

“Amar y servir”

Iniciamos esta noche una larga celebración que abarca tres días, por tanto, lo que comenzamos hoy culminará el Sábado de Gloria. La celebración del Triduo Pascual es tiene por objeto el centro de nuestra fe; en este triduo contemplamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús con toda su riqueza teológica y espiritual.

Hoy Jueves Santo celebramos la institución de la Eucaristía y del ministerio sacerdotal. Jesús instituye el sacramento de la Eucaristía con el fin de hacer presente hoy la entrega de su propia vida para nuestra salvación. Ella es fuente de vida eterna y de comunión entre todos los bautizados. Al mismo tiempo, el Señor instituye el Orden Sagrado y le da el sello de un servicio. El sacerdocio ministerial es instituido como servicio al pueblo de Dios para que éste pueda celebrar la Eucaristía y acceder a los demás sacramentos.

En la primera lectura, el libro del Éxodo (Ex 12, 1-8. 11-14) nos presenta la noche en que Dios liberó al pueblo hebreo del yugo de la esclavitud sufrido en Egipto, estableciendo de día en que salió libre como fecha memorable que debe celebrarse cada año. “Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis”. De esta manera Dios a través de la historia fue preparando lo que en la plenitud de los tiempos se realizará en la persona de Jesús con el paso a la libertad definitiva.

En la segunda lectura San Pablo en la primera carta a los Corintios (1Cor 11, 23- 26) nos relata que él recibió una tradición que procede del Señor: yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan… Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar… Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”.

El evangelio de san Juan (Jn 13, 1- 15) describe la última cena donde Jesús instituye la Eucaristía y el ministerio sacerdotal mediante una escena llena de símbolos, riqueza teológica y espiritual. “Estaban cenando… y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido…”

1- El fin de la opresión

La pascua ha sido el momento más decisivo en la vida del pueblo judío. El pueblo se encontraba esclavo en Egipto sufriendo una opresión cada vez más severa. El Señor con su intervención ordena a Moisés y Aarón preparar la pascua. El Señor anuncia: “esa noche atravesaré todo el territorio de los egipcios dando muerte a todos los primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor”. Gracias a esta intervención de Dios llegó el fin a la opresión.

Así empieza la historia del antiguo pueblo de Dios, la historia del éxodo y del largo caminar hacia la tierra prometida. Y cada año se conmemora este acontecimiento con el rito de la pascua en toda la familia judía.

Creemos oportuno traer a colación las realidades de las que necesitamos liberarnos hoy para vivir en la libertad de los hijos de Dios como una gran familia, miembros del pueblo de Dios peregrino en la tierra.

¿Dónde está nuestro Egipto que nos mantiene esclavizado? En la corrupción, la impunidad, las injusticias, la pobreza o la misma riqueza sin valores humanos y cristianos, los malos hábitos, las pequeñas esclavitudes como la pérdida del tiempo, la ociosidad, la inconciencia ante la situación sanitaria, la inseguridad, la informalidad que no queremos superar, etc.

¿Quién es el Faraón que nos impone la esclavitud? Ciertas autoridades de turno, malos líderes, estructuras mafiosas, a veces es el dueño de una empresa o su el jefe de personal Faraones son también las ideas preconcebidas que esclavizan dificultando la objetividad, las ideologías contrapuestas a los valores humanos y cristianos como la ideología del género, el relativismo, la dictadura, el socialismo, el liberalismo, el sistema neoliberal, el fanatismo enceguecedor, el desinterés en conocer como verdaderamente es nuestra Iglesia y nuestra fe. Y luego las diversas adicciones: a las redes sociales, a la tecnología, diversos vicios, hábitos esclavizanten, etc.

Vale destacar la corrupción reinante que esclaviza a sus ejecutores y al pueblo en general manteniendo en el descontento a muchos que se encuentran condenados a la miseria y a sufrir todo tipo de necesidades. La corrupción causa lentitud de la justicia y a causa de ella sufren tantos presos que necesitan celeridad en sus casos; sufre la clase trabajadora que necesita mayor seguridad en sus labores. Tantas veces echamos de menos una justicia imparcial e igual para todos independientemente de su estado, condición o rol social. La corrupción impide mayor celeridad en conseguir las vacunas para inmunizarnos ante la pandemia, y está detrás de la inseguridad reinante que genera zozobra y miedo.

La pascua es el paso de la esclavitud a la libertad, de la opresión a la paz, de todo lo que limita a una situación de justicia y bienestar. En una palabra, la pascua es el fin de toda opresión, y fundamento consiste en la aniquilación de la opresión espiritual. Anhelamos como resultado de la pascua la libertad integral de la humanidad.

2- El servicio con amor como camino de santificación

Jesús celebra su pascua durante la fiesta judía organizando la cena tradicional. Durante esta comida festiva hace introduce algo completamente nuevo. “El Señor la noche que era entregado, tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros, haced esto en memoria mía; lo mismo después de cenar tomó la copa y dijo: esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Haced esto cada vez que la bebáis en memoria mía”.

Deberíamos considerar con mayor interés el Jueves Santo donde Jesús ha invertido el sentido de su muerte transformándolo en un acontecimiento de alianza. En esta circunstancia, sorprende a todos su gesto de servicialidad cuando se pone a lavar los pies a sus apóstoles. Este gesto significa que todos debemos aceptar que el Señor nos lave los pies, que nos libere de nuestros pecados para poder tener parte con él. Debemos aceptar que nos purifique con el sacramento de la reconciliación antes de participar en la Eucaristía.

A partir de la Última Cena todos los bautizados nos sabemos transformados en servidores; ningún cristiano fue hecho para ser servido sino para servir. En esta lógica, el sacerdocio ministerial es la cima del espíritu servicial que está a disposición de Dios en los hermanos. Nuestra razón de ser es servir en el amor de una manera efectiva. Nuestra vocación es la vocación del amor. Dios nos ha creado para comunicarnos su amor y para hacernos capaces de vivir en el amor. Amor sin servicio es un amor vacío, el servicio sin amor sería una verdadera esclavitud.

Que el sacerdocio ministerial esté siempre al servicio de los más necesitados de la sociedad: los pobres, los enfermos, los que son menos útiles a los ojos del mundo, los ancianos, los niños, la juventud, en fin que todos los sacerdotes se gasten y se desgasten como buenos pastores por los fieles quienes se les han confiado. Jesús establece un Jueves Santo la Eucaristía y el sacerdocio en clave de servicio. Que el gran deseo de cada consagrado por el bautismo o el sacerdocio sea vivir en un eterno Jueves Santo, es decir, una entrega generosa para servir siempre con amor.

Conclusión

Con espíritu de fe y esperanza, pidamos a Dios que infunda en nuestros corazones ese amor traducido en servicio que transforma el mundo que nos rodea. En vez andar detrás de las realidades que nos esclavizan como el poder, el dinero y el placer – simbolizados por el Faraón y Egipto – que hagamos reinar el amor y el servicio para que el mundo sea más humano. Así brillarán los valores que eliminan toda esclavitud, fundamentalmente el pecado, dando lugar a una vida de santidad.