«Hay algo que urge”
Por: Pbro. Ángel Collar
Introducción
En este tercer domingo ordinario del ciclo B, la liturgia de la palabra nos invita a centrar la atención en la urgente necesidad de conversión y en la actividad pública de Jesús.
La primera lectura tomadas del libro de Jonás (Jon 3, 1-5.10) se centra en la conversión. El profeta llama a la conversión con el anuncio de un castigo inminente: “dentro de cuarenta días Nínive será arrasada”.
Las palabras de san Pablo en su segunda carta dirigida a los Corintios, es una exhortación para no dar mucha prioridad a las cosas pasajeras; por la premura del tiempo que ya se cumple es necesario poner énfasis en el valor eterno que es el amor de Dios (1Cor 7, 29-31). “Digo esto, hermanos, que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen vivan como si no la tuvieran;… porque la apariencia de este mundo es pasajera”.
El evangelio nos presenta la actividad pública de Jesús donde llama a la conversión debido a la urgente necesidad de cambio en cada uno y al mismo tiempo establece un grupo de colaboradores para realizar la misión que se les encomienda (Mc 1, 14-20). “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio… Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.
1- La urgencia
Nos hemos enorgullecido con los adelantos realizados para prevenir y controlar la naturaleza. Ejemplos son la capacidad de viajar a alta velocidad para ir a lugares lejanos que antiguamente se alcanzaban en meses y hoy en día solo se necesitan horas para recorrer largas distancias. La tecnología ha ayudado también a resolver ciertos inconvenientes en el campo de la salud: los sofisticados sistemas de unidad de terapia intensiva UTI monitorean constantemente los signos vitales y la medicación, y con mucha anticipación se puede conocer el sexo de una criatura en gestación. Nos admiramos de la capacidad que tienen las fábricas para producir alimentos en poco tiempo para millones de personas, nos parecen casi magia las comunicaciones a través de las redes sociales eliminando las distancias geográficas, etc. Todos estos logros y muchos otros son muy buenos.
Este tiempo de la pandemia que marca profundamente nuestra historia reciente es una magnífica oportunidad para aprender que todos los esfuerzos humanos y sus logros en la ciencia, la tecnología y el desarrollo de las ideas, en la ciencia médica, la comunicación, etc. no resuelven todas las necesidades del hombre. Este tiempo ha sido y sigue siendo una ocasión para redimensionar la importancia que damos a nuestra realidad material y reconocer el valor de la vida espiritual.
Dice la segunda lectura “…que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la apariencia de este mundo es pasajera”.
2- Redimensionar las cosas
En el evangelio de hoy, Jesús nos invita a la conversión “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” y de manera parecida Jonás predica la necesidad de la conversión a los ninivitas: “Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada”.
Hoy el llamado a la conversión se vuelve actualísimo y Jesús nos apremia a realizar hoy mismo esta experiencia del cambio de la mente, el corazón y la vida.
La conversión debe ser parte dinámica activa y operante en nuestra vida, es decir, la conversión debe ser un ingrediente constante en la vida del discípulo de Jesús. Aquel que cree que ya no necesita convertirse, es un fracasado que se petrificará en el tiempo. Sentir la urgencia de redimensionar los diferentes aspectos de la vida es un buen comienzo hacia la conversión.
Hoy es más oportuno que nunca reconocer que es necesario siempre renovar todo. Considerando el pasado como algo ya hecho, veamos el presente como oportunidad para transformarnos (convertirnos – “metanoia” en el idioma original) mirando siempre hacia el futuro, sobre todo hacia ese futuro sin ocaso.
Se ha dicho tantas opiniones sobre el covid-19 que al final una sola cosa es lo esencial, la existencia del virus que requiere de cada uno el cuidado responsable y prudente para no enfermarnos ni contagiar a nadie. Ahora se habla de las vacunas contra el covid-19 y de nuevo aparecen muchas opiniones con colores y partidos diversos. Recomiendo escuchar la voz de la Iglesia sobre este tema, yo me quedo con lo que la Iglesia determina a través de sus legítimos pastores que después de un periodo de discernimiento y consultas a profesionales idóneos han aceptado la vacuna. Tengamos en cuenta que ambos papas, el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI han recibido la vacuna.
Conclusión
San Agustín, una figura excepcional dentro de la historia de los padres de la Iglesia, en sus Confesiones formula esta breve y profunda oración de humildad: “Oh Dios mío, tú eres el médico, yo soy el enfermo. Yo soy miserable y tú eres misericordioso”. Sentir con el corazón la necesidad de la conversión es la clave para cultivar una vida de constante “metanoia”, es decir “cambio de mente”. Necesitamos del médico por excelencia que cura el dolor del mal.
En las lecturas de este domingo resuena un repetido y urgente llamado a la conversión por boca de Jesús: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” y en el libro de Jonás, ante la amenaza de que «dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada” leemos de una respuesta positiva: “Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor”. Que esta sencilla meditación nos ayude a dimensionar la necesidad y la urgencia de volver constantemente a Dios.
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