“Administradores de aquí y ahora en función del más allá”

Introducción

Al parecer desde hace mucho tiempo atrás, en varias partes del mundo hay descontentos y protestas de toda clase, por un lado, esas reacciones son necesarias y justas reclamando una mayor justicia social y leyes más justas, por otro lado se presentan situaciones poco claros arropados por intereses e intenciones camufladas como la lucha interesada por implementar la ideología de género, aquellos quienes reclaman con cierta agresividad sus derechos por ser reconocidos en la sociedad.

En nuestro querido Paraguay, hay manifestaciones de los campesinos recamando la tan ansiada reforma agraria que consiste en la asistencia técnica y la mejor distribución de la tierra, a ello se suma la manifestación de transportistas buscando regular el precio de combustibles; están también los hermanos indígenas que constantemente son despojados de sus tierras, la creciente inseguridad y la delincuencia.

Estas situaciones de descontentos a nivel local, regional y mundial, que crean confrontaciones entre las personas, entre los grupos o entre países y bloques de países, generan una cierta inseguridad en toda la población mundial. Todo este panorama, al parecer se debe a la ausencia de una verdadera justicia a favor de los pobres e indigentes que en muchas ocasiones o son explotados o simplemente ignorados.

En este contexto, la liturgia de la palabra nos presenta un mensaje alentador de esperanza que nos anima a seguir adelante con esperanza.

La primera lectura del libro de  Amós (Am 8, 4-7), revela que el espíritu mundano que busca siempre su propio beneficio en vez de buscar la justicia y la verdad está destinado al fracaso, en este sentido afirma: “escucha esto lo que exprimís al pobre y despojáis a los miserables”. El Señor no acepta y no puede tolerar nada de esto.

La segunda lectura de la carta primera de Pablo a Timoteo (Tim 2,1-18), nos habla de la generosidad cristiana que alienta a tener un corazón abierto a todo el mundo. Es necesario orar por las autoridades para que tengan decisiones justas y generosas que aseguren la paz, “una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro” favorable a todos.

El evangelio de san Lucas (Lc 16, 1-13), presenta la parábola del administrador astuto: “el Señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado hábilmente”.

1- Necesitamos de corazón abierto y generoso

El profeta Amós con dolor en el corazón advierte y denuncia un sistema injusto que cimenta su economía sobre la deshonestidad, busca las ganancias injustamente falseando las balanzas para defraudar. A los que buscan vivir  a costa del pobre y con el sudor de los que trabaja, no serán olvidados por el Señor: “ustedes los que pisotean al indigente para hacer desaparear a los pobres del país… E Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: jamás olvidaré ninguna de sus acciones”.

Considerando que existen avances importantes en la lucha contra la pobreza, y la deshonestidad, sin embargo, en el presente sufrimos las consecuencias de un sistema económico denominado por el Papa Francisco como la economía del “descarte” donde millones de seres humanos son excluidos y sin acceso a los beneficios del bien común como un buen nivel de vida, de salud, de vivienda, de trabajos, de educación. 

Lo que más le dolía al profeta era el desamparo de los pobres, los indigentes, (los insignificantes como diría el Rvdo. P. Víctor Codina SJ), que eran víctimas de la ambición de los poderosos. “En el texto que acabamos de escuchar, el profeta denuncia las prácticas deshonestas, muy comunes entre los comerciantes de todos los tiempos: disminuir las medidas de los productos, aumentar los precios, alterar las balanzas, firmar contratos desventajosos con los pobres, ofrecer un producto de mejor calidad y entregar otro, eludir el pago de los impuestos, etc.”

Estas prácticas han estado presentes en todas las culturas de todos los tiempos. Y estos manejos se dan en todos los sistemas políticos y en los sectores público y privado. En Paraguay es muy frecuente la realidad de la corrupción en lo económico con desvíos de fondos públicos, por otra parte están las prácticas de los usureros que hacen préstamos clandestinos para después ahogar con altísimos intereses y luego asfixian a sus clientelas con amenazas que roban la tranquilidad y la paz. A veces los culpables de la deshonestidad, la corrupción, la usura, pagan unas penas insignificantes, no se logra recuperar un centavo de los dineros desviados y los ladrones disfrutan desvergonzadamente del fruto de su delito.

Es importante recordar las palabras del profeta: “escucha esto lo que exprimís al pobre y despojáis a los miserables”. El Señor no acepta y no puede tolerar nada de esto”. Es necesario cultivar un corazón generoso y agradecido, capaz de sembrar la justicia, el amor y la esperanza.

2- Una llamada a la honestidad

A primera vista la parábola que presenta el evangelio de hoy congratula a un administrador deshonesto, sin embargo hay que aclarar que Jesús en ningún momento justifica la deshonestidad. Lo que la parábola resalta es la astucia  rapidez con que actúa éste administrador pensando en su futuro inmediato. Aquí encontramos como tres indicaciones prácticas para la vida de día a día:

1º. Rendición de cuentas: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”. Uno de los aportes que encontramos en este relato se refiere a la rendición de cuentas. En los últimos años, la rendición de cuentas se ha convertido en un factor esencial para el buen gobierno de las organizaciones civiles, gubernamentales y eclesiales. En tiempos pasados las informaciones de manejos financieros eran un misterio que quedaba entre cuatro paredes. Hoy día es necesario presentar el movimiento y los informes periódicos de la administración. Esto nos ayudará a la transparencia y al hábito de ordenamiento serio de la administración. En esto la Iglesia sin necesidad de ser solicitada, debe ser modelo de honestidad y transparencia presentando siempre puntualmente los informes administrativos a donde corresponde: las capillas, las parroquias, las diócesis, los grupos y movimientos apostólicos.

2º. Habilidad: El administrador, ante semejante solicitud del dueño de la empresa, se da cuenta que está al borde del desempleo, al perder su trabajo tendrá dificultad en conseguir otro trabajo por dos motivos: primero por su mala fama por deshonestidad y segundo por la edad ya mayor, por tanto, le costará encontrar nueva labor para ganar la vida. Ante esta situación piensa y actúa con habilidad falseando los pagarés de los clientes. Este hecho nos ilumina la vida para tener en cuenta que es importante proyectarse en el futuro. El hombre necesita pensar y programar el mañana sin olvidar que todo está en manos de Dios. “Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él contestó: “Cien fanegas de trigo”. Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta”. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”.

3º. Prevenir algo para el futuro: “¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa” No es buena idea la pasividad en esperar tranquilamente que las cosas sucedan; si actuamos oportunamente podemos prevenirlas o podemos aminorar el impacto negativo o hacer más llevaderas las consecuencias de lo que puede suceder.

Muchos tienen una idea errónea de la Divina Providencia, algunos se quedan con los brazos cruzados esperando que Dios les resuelva los problemas económicos, afectivos, de salud, como si Él actúa de manera mágica como si tuviera una varita mágica con el que intervine supliendo nuestra ineficiencia. Esta idea está totalmente equivocada.

Dios nos ha creado como seres con libertad, raciocinio y voluntad, es decir, responsables y libres, y espera que nosotros usemos las herramientas que Él ha facilitado a nuestro alcance.

“Esta urgente reacción del administrador de la parábola también nos está sugiriendo que debemos superar la miopía que solo se fija en el presente; debemos tener una mirada prospectiva que nos permita actuar de manera que cimentemos un futuro sólido”, considerando los asuntos materiales (por ejemplo, tener al día los seguros contra robo e incendio o las cotizaciones de la seguridad social). Y al mismo tiempo tener en cuenta al futuro del más allá de la muerte, cuando se dará el encuentro definitivo con Dios y la rendición de cuentas definitivas. Tener presente el futuro en su doble dimensión – el más acá de la vida y el más allá de la muerte – no se puede dejar a la improvisación. Es imprescindible vivir a la luz de la honestidad.

Conclusión

La segunda lectura de la primera carta de san Pablo a Timoteo, ilustra la necesidad de un corazón abierto y generoso para orar. “Te ruego, pues, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres”. Vemos aquí la generosidad cristiana: debemos tener un corazón abierto a todo el mundo.

Con el corazón abierto y generoso, aprovechemos los bienes que se nos ha confía para presentar la rendición de cuentas con honestidad y transparencia aquí en la tierra como preparación para la hora de la verdad cuando el Dueño y Señor de todo nos solicite presentarle las cuentas de nuestra administración.