“Anunciar para el Señor sea como vivir para el Señor” Introducción Hace menos de una semana, nuestro país, con todo lo que significa en su larga historia para América Latina, siendo sede de la primera diócesis del Río de la plata con data del año 1.548, tuvo su primer cardenal recién en agosto de 2.022. Un hecho histórico que nos llena de satisfacción y abundantes bendiciones contar con un Cardenal, Su Eminencia Rvdma. Mons. Adalberto Martínez Flores, Arzobispo de la Santísima Asunción. Sin lugar a dudas este reconocimiento que tiene el Papa Francisco al Paraguay nombrando al primer cardenal del país, tendrá sus efectos muy positivos en la Iglesia Católica y en toda la población de nuestro país. Ser cardenal en resumida cuenta significa formar parte de los consejeros del Papa y al mismo tiempo ser elector del nuevo pontífice ante la vacancia de la sede en el próximo conclave y ser también candidato para dicha misión papal. En este contexto de alegría y abundantes bendiciones, las lecturas propuesta por la liturgia de la palabra para este XXIII domingo ordinario del ciclo C, nos invitan mirar con determinación y esperanza el seguimiento a Jesús que nos llama ser su discípulo y misioneros. La primera lectura del libro de la Sabiduría (Sab 9, 13-18), empieza con dos preguntas: ¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? De esta manera se indica nuestra dificultad para conocer la voluntad de Dios. Es necesario reconocer con humildad que nuestra mente es limitada y Dios sobrepasa la capacidad de nuestra mente. El salmo 89 es un canto a la humildad: “enséñanos a calcular nuestros años para que nuestro corazón alcance la sabiduría”. Es importante reconocer nuestra pequeñez delante de Dios. La segunda lectura de la carta de Pablo a Filemón (Film 9b- 10. 12-17), nos muestra la enorme delicadeza de amor que Jesús pone en el corazón de sus discípulos; esta carta demuestra una conversión extraordinario del corazón. Pablo le encontró a Onésimo en la cárcel, y lo evangelizó, le anunció la fe en Cristo Jesús, le habló del amor de Jesús. Onésimo se convirtió. El evangelio de san Lucas (Lc 14, 25-33), define la voluntad de Dios de una manera totalmente desconcertante, Jesús habla mucho del mandamiento del amor, pero hoy habla de “posponer”: “si alguno viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. 1- Posponer (dejar en segundo lugar a alguien o algo) Según el Evangelio de hoy, la condición primera para seguir a Jesús está en la actitud de “posponer”; no solo posponer a otras personas, sino incluso a sí mismo, es decir, cada uno debe poner en primer lugar el amor a Jesús, a ella debe subordinarse todos los otros posible amores o afectos; por lo tanto para seguir a Jesús no cabe un afecto desordenado que hace que se ignore el amor a Jesús y su causa. “Esto implica eliminar todos los afectos de nuestro corazón que tengan algo de egoísmo. El amor a nuestra vida es un amor interesado, y Jesús nos pide que renunciemos esta clase de amor interesado para acoger su amor, que es completamente desinteresado y generoso en grado sumo”. “Si alguno quiere seguirme y no pospone a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga s cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. En la vida y en la opción del discípulo y misionero de Jesús, debe haber una clara escala de valores donde la primacía le corresponde a Jesús incluso por encima de uno mismo. Aquí puede mencionarse el cumplimiento del primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas. Lo primero siempre debe ser Jesucristo y en Él amar a la familia y a los otros seres. Creo que un ilustrador ejemplo es la figura del Cardenal y su compromiso con Jesús, con la Iglesia; simplemente podemos considerar como ejemplo lo que significa el birrete del cardenal: “compromiso de servir a la Iglesia derramando su sangre si fuera necesario”; esto es una actitud que exige posponer todo para entregarse integralmente a Jesús y su causa. Estamos llamados por Jesús a cargar con la cruz, seguirle, amarle sin condicionamiento. 2- Cargar con la Cruz y seguir El evangelio de hoy muestra que seguir a Jesús no es una cuestión fácil y siempre placentera como pretende el mundo actualmente; al contario, seguir a Jesús como discípulo es muy exigente porque requiere una renuncia, una adhesión a Él y un compromiso que marcará toda la vida. En este pasaje del evangelio de hoy encontramos como tres requisitos para seguir a Jesús: 1º. Opción radical per Él: seguir a Jesús exige como requisito la necesidad de una opción radical por Él: “Si uno quiere venir conmigo y no pospone a su padre y a su madre, no puede ser discípulo mío”. El discípulo y misionero de Jesús debe reconocer y asumir como único absoluto esa opción. Los demás seres humanos, y las demás realidades por importantes que sean, están subordinados a este valor que tiene carácter de supremacía. Esto no necesariamente tiene que significar que Jesús ponga como condición abandonar a nuestros seres queridos. Sería inhumano pensar y actuar de esta forma. Lo que nos pide es que amemos todas las otras realidades desde Él, en quien adquieren su verdadera dimensión y sentido ocupando el lugar y el puesto que le corresponde a cada realidad. 2º. Cargar con la cruz: La segunda condición es cargar con la cruz “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. Es necesario aclarar este versículo sobre la cruz con mucha lucidez y acierto, para no proyectar la imagen de un Cristianismo para un pequeño grupo de masoquistas que buscan el sufrimiento como si fuera un valor. Cargar con la cruz, significa, además de aceptar con paz interior los sufrimientos que vamos encontrando a lo largo de la vida, consiste en estar dispuestos a afrontar todas las incomprensiones y críticas que se levantan contra la propuesta de Jesús. La sociedad prefiere oír otro tipo de anuncios. La palabra y la actitud profética de la Iglesia generan reacciones negativas en todos aquellos quienes se sienten cuestionados y amenazados en sus intereses personales. 3º. Renunciar las riquezas: en tercer lugar nos encontramos con la necesaria condición de renunciar a la riqueza: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. Este versículo violenta los tímpanos auditivos de una sociedad de consumo donde todo se compra, se utiliza y se descarta. Estas palabras son muy duras para la sociedad de consumo, que ha construido su propuesta de felicidad alrededor del poseer, es decir, una sociedad de consumo compulsivo, identifica la realización con el tener y llenarse de cosas materiales. Esta tercera renuncia a los bienes materiales, no significa condenar negando el valor y el lugar adecuado de los bienes materiales de la tierra, no expresa ningún juicio negativo sobre lo material. Recordemos que en el Génesis todo lo que ha sido creado por Dios es santo y bueno. El problema está en el uso que hagamos de ellos y el lugar que ocupa en el corazón del hombre. Es saludable esta tercera condición que nos aliviana todo el equipaje para no apegarnos inadecuadamente a las cosas superfluas que pueden esclavizarnos sin remedio haciéndonos sufrir a la hora de perder o abandonarlos. Conclusión El auténtico discípulo y misionero de la Iglesia, tiene a Jesucristo como el único valor absoluto en la vida. San Agustín decía que “Si quieres cambiar tu vida, cambia tus deseos”. Que el mayor deseo de la vida sea seguir a Jesús a quien brindamos todo honor y gloria para servirle como instrumento de su amor con entrega generosa y fidelidad. Que el Señor nos conceda la gracia capacitándonos para hacer esa opción radical renunciando todo aquello que dificulta seguirle, nos capacite para amar de verdad cargando con la cruz como verdadero discípulo y misionero.