“La Humildad y la Generosidad desinteresada”
Introducción
Las Lecturas de hoy tienen un denominador común donde la Liturgia de la Palabra nos invita a reflexionar sobre la Humildad como plataforma de una personalidad capaz de establecer verdaderas y auténticas relaciones consigo mismo, con Dios, con los demás y con la misma naturaleza creada por Dios construyendo una sociedad donde todos tienen su lugar y su espacio dentro custodiado por la ley del Amor.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la Humildad como: “la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”.
La Primera Lectura del Libro de Eclesiástico (Eclo 3, 17-20. 28-29), nos hacen una invitación para superar la tentación del orgullo y comportarnos de manera sencilla, sin pretensiones: “Hijo mío, en tus asuntos procede con Humildad. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas”.
La Segunda Lectura de la Carta a los Hebreos (Hbr 12, 18-19. 22-24), “nos muestra, que como Cristianos, tenemos una Dignidad verdaderamente extraordinaria y, por consiguiente, no debemos buscar los honores mundanos, porque eso sería injuriar a la Generosidad Divina, que nos colma de honores celestiales”.
El Evangelio de San Lucas (Lc 14, 1. 7-14) recoge las enseñanzas de Jesús, en las que éste exhorta a sus Discípulos a no querer ocupar los primeros puestos dentro de los eventos sociales. Y a ofrecer un banquete a aquellos que no pueden pagar en esta tierra: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, a los paralíticos, a los ciegos… ellos no tienen como retribuirte, así tendrás tu recompensa en la Resurrección de los justos”.
1- Evitemos las humillaciones
La Humildad no es signo de debilidad sino de madurez. El orgullo en cambio, sinónimo de debilidad, siempre desemboca a una dolorosa e involuntaria humillación. Jesús nos enseña que para evitar las humillaciones es necesario la Humildad, es decir, humillarnos nosotros mismos: “Cuando te conviden vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales”.
Al ser humano le cuesta observar estos consejos de Jesús. Nosotros intentamos casi siempre ocupar en la medida de lo posible los puestos de honores, verdaderamente nos cuesta aceptar la modestia de estar en último lugar porque creemos que de esa manera nos rebajamos. Recordemos las palabra de Jesús: “el que humilla será enaltecido”, hay que aprender a auto-humillarse según las circunstancias de la vida; cada quien debe discernir en el momento lo más oportuno y valioso.
La actitud de la Humildad requiere renunciar buscar los honores por nuestra propia iniciativa. Todos parece que tenemos sed de honor y gloria, pero si queremos obtenerlos por nuestras propias fuerzas, asumimos una actitud egoísta de soberbia, que nos rebaja por el suelo. Jesús nos exhorta a asumir una actitud de Humildad manifestando de esta manera una disposición del ánimo muy constructivo, una disposición que abre el camino al verdadero Amor. Los peores obstáculos para el Amor son la soberbia, el orgullo, la autosuficiencia, la arrogancia, que buscan tener todos los honores para sí a costa de aplastar al prójimo. La humildad en cambio nos ayuda a progresar en la dirección correcta de la Caridad.
2- Una Generosidad desinteresada
Según una definición la palabra Generosidad es “lo que nos impulsa a dar sin esperar recibir nada a cambio. El significado de Generosidad no hace referencia únicamente a dar cosas materiales, sino también a ofrecer ayuda a personas que lo necesitan, y está asociada al altruismo y a la solidaridad”. Jesús compartiendo una cena, observa que los comensales son personas que no necesitan de limosnas, ellos cuentan con recursos tal vez económicos suficientes y que ante todo buscan estar en primer lugar; este hecho hace que Jesús advierta que es mejor ubicarse en los puestos de poca relevancia y ofrecer la cena a los que realmente necesitan y no pueden pagarte: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, a los paralíticos, a los ciegos… ellos no tienen como retribuirte, así tendrás tu recompensa en la Resurrección de los justos”.
El papa Francisco desde el inicio de su pontificado, siguiendo con las enseñanzas de sus predecesores, denuncia una economía del descarte que va en dirección contraria de la creación y de los seres humanos. Un sistema que atenta contra la supervivencia del ser humano cuyos efectos consiste en el deterioro de los recursos naturales como el aire, al agua, y las materias primas que favorecen las energías. Este sistema genera el confort de una grupo minoritario en detrimento de una enorme cantidad de seres humanos que viven en el límite de la miseria que podíamos identificar con aquellos que aparecen en el evangelio: los pobres, lisiados, paralíticos, ciegos. Pobres materialmente y culturalmente sin posibilidad de desenvolvimiento ni laboral ni cultural, en el mundo muchos seres humanos sin trabajos y sin poder acceder a un nivel de formación académica superior. Lisiados por la vida al ser mutilados en sus iniciativas y posibilidades de progreso para llevar una vida digna. Jóvenes y adultos paralizados por diversas adicciones provocadas intencionalmente con la proliferación de las drogas, las practicas cada vez más liberal del sexo sin compromiso. Muchos ciegos cuyas visiones son anestesiadas por diversas ideologías y mezquinos intereses generadores de verdaderas pobrezas esclavos de un sistema.
Jesús invita a una liberación integral, exhorta a ofrecer un banquete a estos que no pueden pagar los favores hechos con ellos, para que de esta manera alcancemos un tesoro y una recompensa que trasciende toda posible imaginación, “…así tendrás tu recompensa en la Resurrección de los Justos”. La Iglesia necesita avanzar en esta línea de la promoción integral de todo el hombre y de todos los hombres estableciendo un plan y un sistema de servicio a través de la pastoral social Diocesana y Parroquial con un plan de formación en la línea de la Doctrina Social de la Iglesia que busca orientar la vida en su verdadera dirección y fin.
Conclusión
Jesús enseña que la lógica de la vida está en la Humildad, totalmente contraria a la actitud de la lógica del poder, que no es otra cosa que la lógica del orgullo y la prepotencia: atropello a los derechos humanos fundamentales, arbitrariedad, corrupción, explotación económica de los más débiles.
“Construir la convivencia social iluminada, no en el orgullo de la imposición sino en la humildad de la concertación, el dialogo, constituye un aporte decisivo a la Paz; de ahí la importancia que reviste que todos los líderes políticos, empresariales y religiosos sean Humildes de corazón buscando siempre servir a los más débiles y menos útiles a los ojos del mundo”.
Esta actitud del corazón, a la que nos invitan las Lecturas de este Domingo, no es una tarea de seres débiles y fracasados. La Humildad es fruto de la madurez de quienes son capaces de reconocer con objetividad sus fortalezas y debilidades, sus cualidades y defectos que permitirá construir unos hogares mucho más integrados y una economía y una sociedad más incluyente. Practiquemos con Humildad la Generosidad desinteresada.