“La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que Él ha enviado”
Una de las características del profetismo en el Antiguo Testamento es el de anunciar el mensaje de Dios y denunciar las injusticias o la falta de amor de parte de las autoridades o del pueblo entero. Esto también vale para nuestro tiempo, y en particular es un llamado constante para la Iglesia a tener una voz y actitud profética para anunciar la Palabra y denunciar toda injusticia presente en el mundo, es un llamado para todos los que se dedican a la evangelización. Por eso no podemos ignorar lo que pasa en la sociedad.
En lo que va de la semana van apareciendo situaciones que duelen y afectan fibras sensibles de nuestra sociedad: entre otras cosas de nuevo un secuestro en el norte del país, felizmente fue liberado el afectado; por otro lado, un grupo de mujeres del bañado norte de Asunción se manifestaron pidiendo insumos para las ollas populares que suelen alimentar a varias familias carenciadas, esto es grave, porque eso significa que hay familias que pasan hambre; también se habla de un atentado a la fuerza de tarea conjunta en el departamento de Amambay con tres militares muertos. Y seguramente existen más situaciones que nos roban la tranquilidad.
Uno puede pensar, ¿Qué tienen que ver estas cosas con el mensaje de la Palabra de Dios? Tienen mucho que ver porque la liturgia de este domingo nos trae una gran esperanza que nos ayudará a no desmayar en hacer siempre el bien.
La primera lectura del libro del Éxodo (Ex 16, 2-4. 12-15), presenta la protesta del pueblo hebreo contra Moisés y Aarón ante el hambre que les aqueja en el desierto: “¿Por qué ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea?”. Ante el reclamo, Dios dice a Moisés; “Yo haré caer pan para Ustedes desde lo alto del cielo y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración”.
El salmo 77 con su responsorio nos recuerda que todos comieron de este pan hasta saciarse: “El Señor les dio de cómo alimento un trigo celestial”.
La segunda lectura, de la carta de San Pablo a los cristianos de Éfeso (Ef 4, 17.20- 24), nos exhorta a no proceder como los paganos, frívolos, arrastrados por la seducción de la concupiscencia, sino más bien, a renunciar al hombre viejo renovándose en el espíritu y revestirse del hombre nuevo…
El Evangelio, tomado de san Juan (Jn 6, 24- 35) es parte del relato del pan de la vida donde Jesús reprende a los que le siguen únicamente por el pan material: “Les aseguro que ustedes me siguen no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna”; “yo soy el pan de vida”.
1- El hambre
El hombre con sus múltiples dimensiones necesita satisfacer cada una de ellas según su naturaleza. Tenemos la biológica-material, la intelectual o racional, la psicológica, la espiritual, individual, social, etc. Para ilustrar la reflexión nos limitaremos a dos de ellas, a saber: la dimensión material o corporal, y la espiritual.
La dimensión biológica, corporal o material requiere una atención peculiar que básicamente se tiene que ver con la alimentación y la salud, como el pan de cada día y el bienestar físico. Al parecer los seguidores de Jesús se preocuparon únicamente por lo material, es decir, por el pan que sacia el estómago, y por tal motivo Jesús les reclama: “Les aseguro que ustedes me siguen no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse”. Esto nos da la pauta de que además del pan material hay algo más que no puede ser ignorado. La necesidad de alimentarse es muy fuerte a causa del instinto de conservación que tenemos los seres vivientes, sin embargo, además de este alimento material existe otro que no puede descuidarse. Tal vez en el mundo existe hambre porque no solo descuidamos la caridad y la justicia, sino también os desentendemos de aquellos valores espirituales que capacitan para practicar la justicia y la caridad. Al faltar la justicia y la caridad se generan las dolorosas diferencias entre los que tienen todo y los que no tienen casi nada. Por eso es necesario alimentar la otra dimensión del ser humano, la espiritual.
La dimensión espiritual es aquella que se alimenta con el otro alimento que nos ofrece Jesús en el evangelio: “… ustedes me siguen… porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna”. “Yo soy el pan de vida”. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”. Su mensaje responde a las necesidades de una sociedad que, habiendo buscado la felicidad por mil caminos, está hambrienta y sedienta de espiritualidad.
2- Acercarse a Dios
No podemos vivir al margen de Dios, como pretendieron Adán y Eva al principio de la historia; siendo seducidos por el mal, ellos intentaron construir la vida de espalda a Dios; demasiado tarde se dieron cuenta del error cometido. El ser humano fue creado para vivir en sintonía con su creador y en armonía con todo lo creado.
Es oportuno recordar que debemos buscar siempre acercarnos a Dios Padre Misericordioso, pero al mismo tiempo debemos cuestionarnos sobre las motivaciones reales para acercarnos a Dios. “… Ustedes me siguen… porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna”.
Hay diferentes clases de motivaciones.
Una viene de haber llegado a la desesperación: Existen los que buscan a Dios porque ya han experimentado de todo en la vida buscando felicidad y no la encuentran, por tanto, no le sobra más nada que recurrir a Él. Sin embargo, no hay necesidad de esperar hasta el último momento para buscar los valores espirituales, al contrario, nos conviene cultivar la amistad con Jesús cuanto antes, ya que es ella que nos lleva a vivir en la justicia y la caridad. La ausencia de Jesús y de los valores espirituales en la vida de uno, repercute en el entorno en forma negativa.
La inquietud por el sentido de la vida: Hay personas que se acercan a Dios como resultado de una búsqueda honesta de la verdad. Después de un estudio cuidadoso y una reflexión seria, llegan a la conclusión de que el sentido de la vida se encuentra en un Ser absoluto y trascendente, que ha dado el impulso inicial al universo y que nos lo ha confiado para que lo administremos responsablemente.
Inercias sociológica: Alguien ha dicho que “hay personas que se acercan a la iglesia por simple inercia sociológica para asistir como si fuera un acto social vacío, a unos ritos que van marcando el proceso vital: el bautismo, la primera comunión, quizás el matrimonio, las exequias… Se trata de una religiosidad difusa, reducida a unos ritos, que no se traduce en un compromiso de vida. Es la fe superficial de los católicos sociológicos”.
Emergencias: Otras personas se acercan a Dios en las emergencias, cuando sienten amenazada su seguridad ante la inminencia de un examen, una entrevista de trabajo o un problema de salud. Superada la emergencia, Dios vuelve al “sótano de la casa”, donde se guardan las cosas que no se usan en la vida diaria pero que pueden ser útiles algún día.
La motivación de los cristianos ocasionales: son aquellos que en ocasión de ciertas celebraciones aparecen buscando a Dios un miércoles de ceniza, en la semana santa, el viernes santo, o en las celebraciones sacramentales de algún familiar.
¿Cuál es la razón en mi vida para buscar a Dios? ¿El alimento material o el alimento espiritual?
Jesús da instrucciones a aquellos que quieran tomar en serio su camino. “Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna que les dará el Hijo del Hombre”.
La palabra de Dios este domingo es una invitación a la responsabilidad madura como creyentes en nuestros deberes diarios como miembros de una familia y de una sociedad. Es necesario descubrir en ella una exhortación que invita a definir una clara escala de valores en un mundo ahogado por el materialismo. Es necesario vivenciar la justicia y la caridad. Jesús también hoy nos invita a creer en Él. “Ellos le preguntaron: Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios? Respondió Jesús: La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado”.
Conclusión
Consideremos el cuidado de las dos dimensiones de la vida humana, lo material y lo espiritual. Acerquémonos confiados a Jesús, pan de la vida. En Él encontraremos la respuesta a todos nuestros interrogantes y en Él saciaremos todas nuestras insatisfacciones porque Él es la plenitud de la verdad y el amor. “El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”. Busquemos con mayor ahínco responder a la invitación del Evangelio “Trabajen por el alimento imperecedero que da la vida eterna”, para vivir la caridad y la justicia con una fe firme en Dios Padre misericordioso que quiere la vida para todos.
Pbro. Angel Collar