“Todos los bautizados somos discípulos y misioneros de Jesús”
La asamblea número 230ª de la Conferencia Episcopal Paraguaya realizada durante los días 5 al 9 de julio del corriente, en el numeral 4 de su mensaje resalta que “la misión de los discípulos nace y renace del fuego del corazón que escucha a Cristo vivo, quien sigue partiendo el pan para muchos, alimentando la esperanza de que con Él podemos vencer el desánimo ante las dificultades, las distancias que nos separan, los obstáculos que nos detienen. Con Cristo debemos ser medicina en este tiempo, de la pandemia y la post-pandemia, que deja al descubierto las enfermedades que debemos erradicar, y son expresiones de diversas formas de corrupción moral, social e institucional, y que afectan la convivencia pacífica e impiden la vida digna de todos los que somos hermanos”.
En este contexto la liturgia de la palabra nos propone como tema principal el primer envió misionero de los doce apóstoles. Jesús es quien toma la iniciativa en enviar a los colaboradores a una misión y los manda de dos en dos. De hecho Jesús podía hacerlo todo solo por sí mismo, porque tiene capacidad para ello. Sin embargo, él vino para compartir con nosotros su existencia, su vida de gracia y su misión; por lo tanto tenemos mucho que hacer por delante.
A pesar de las debilidades que tienen los apóstoles, Jesús les confía una tarea evangelizadora y les confiere la dignidad de ser sus enviados. Un experto explica que “El termino apóstol significa de hecho enviado, por tanto al ser enviado, los doce recibieron el nombre o título de apóstoles”.
La primera lectura, del libro del profeta Amós (Am 7, 12- 15), es un relato donde se introduce al profeta como un enviado por Dios para anunciar a los israelitas el mensaje recibido: “…el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo ve a profetizar a mi pueblo Israel”.
La segunda lectura es de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso (Ef 1, 3- 14) y manifiesta la gran obra de amor que Dios ha realizado a favor de la humanidad: “bendito sea Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clases de bienes espirituales…”
El evangelio de san Marcos (Mc 6. 7- 13) es el relato sobre el envió misionero de los apóstoles: “los llamó a los doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros… y les ordenó que no llevaran nada para el camino.”
1- La austeridad del misionero
Jesús al enviar a los doce, los mandó de dos en dos con una serie de instrucciones que debían ser observadas. La primera tiene que ver con el desprendimiento. Los misioneros no deben tener apego a las cosas materiales – dinero, ropa, zapatos, y confort de toda clase. No pueden tener ningún apego a nada ni nadie excepto a Dios y su causa. “No llevarán más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja”
La primera lectura tomada del profeta Amos nos recuerda que este hombre dejó todo para responder al llamado que Dios le había hecho, porque él recibió un mandato. Aunque dice de sí mismo: “yo no soy profeta, ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de sicómoros” es muy consciente de su misión: “el Señor me dijo: Ve a profetizar a mi pueblo Israel”. Tenemos aquí un campesino que abandona su estilo de vida de campesino y cultivador de sicómoros, para dedicarse a sembrar la semilla de la Buena Nueva. Amós dejó todo atrás para emprender una nueva vida con un nuevo estilo y con desafíos diferentes.
Esta actitud de completo desprendimiento es muy importante, porque, si una persona siente apego por sus propios intereses, no puede ser verdadero mensajero del amor de Dios. La Iglesia ha tenido siempre en alta estima esta actitud de la bienaventuranza evangélica: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”
Oremos por los misioneros/as, sacerdotes, religiosos/as y laicos, quienes has dejado todo por la causa del evangelio, recemos que la Iglesia siempre cuente con suficientes agentes para llevar adelante la misión que Jesús encomendó a la Iglesia a través de los apóstoles y sus sucesores.
2- El premio de la misión bien cumplida
Jesús advierte a los apóstoles que no siempre serán bien recibidos; algunas veces serán rechazados, otras veces perseguidos y en el peor de los casos buscarán darles muerte. Esta realidad no debe impresionarnos porque forma parte de la vida y la misión de los enviados por Dios.
Imaginemos la experiencia de Amos en la primera lectura: Amasías, un sacerdote israelita de Betel le dijo “vete de aquí vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí”. La misión encomendada por Dios a su profeta no siempre es bien recibida, por tanto la experiencia de rechazo y exclusión es parte de esta labor. La actitud de denuncia del profeta contra las injusticias genera malestar y da ronchas a aquellos quienes se ven tocados en sus intereses. Amós predica con energía contra las injusticias, y esto no les gusta a los poderosos ni tampoco a los sacerdotes del santuario de Betel quienes se aprovechan de la religión par sus beneficios particulares.
Los apóstoles también fueron despreciados, perseguidos y ultrajados, y sin embargo deben hablar en nombre de Jesús, predicar el reino de Dios sin preocuparse de lograr éxitos.
Toda misión requiere también de una dimensión de servicio. Según nuestro evangelio de hoy, se trata de anunciar la conversión a través de la predicación y al mismo tiempo asistir a los enfermos ungiéndolos con óleo. La misión debe siempre unir estos dos aspectos: la predicación de la palabra de Dios y la manifestación del amor de Dios con el gesto caritativo de servicio y entrega.
Conclusión
Si bien es cierto que la tarea evangelizadora es fatigosa, estas lecturas nos animan a ser misioneros allí donde nos toca vivir: cada uno, hemos sido escogidos por Dios para cumplir una misión. Aunque nos sintamos profundamente limitados por la falta de conocimientos o por las enfermedades o por cualquier otro motivo, siempre podremos sembrar semillas de amor, esperanza y paz. Dios nos ama, Dios nos llama. Dios desea que encontremos nuestro lugar de servicio en la vida.
El mensaje de la CEP en el numeral 5 también dice en torno a los desafíos pastorales: “Unidos a Cristo, todos los bautizados somos implicados en el compromiso de ser ‘sal de la tierra y luz del mundo’ con el anuncio y el testimonio, encarnando los valores y principios cristianos que inspiran la vida personal y social en todas sus dimensiones (cultural, económica, política, científica, tecnológica, artística y ecológica)”. Que nuestro Señor Jesucristo, el enviado del Padre nos dé valor para ser sus discípulos y misioneros para anunciar con valor la Buena Nueva que pretende transformar integralmente la vida personal y toda la sociedad en lugares de servicio a Dios y de convivencia justa y fraterna entre los hombres.
Pbro. Ángel Collar