Homilía: Domingo X Ordinario. Ciclo A

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Pbro. Angel Collar

Introducción
Al iniciar la décima semana del tiempo ordinario perteneciente al ciclo A, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad; uno de los más grandes misterios de nuestra fe. Creemos en un solo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres personas distintas que participan de una sola naturaleza divina. Debo reconocer que hablar de este misterio es lo más difícil por el limitado recurso lingüístico y conocimiento que tenemos ante una realidad que trasciende toda capacidad humana.

En esta solemnidad, la primera lectura, del libro del Éxodo, nos presenta a Dios como “Señor compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad… que perdona nuestras culpas y pecados…”

En la segunda Lectura de la segunda carta a los corintios, San Pablo nos saluda con estas palabras: “la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos ustedes”.

El Evangelio nos presenta al Hijo enviado por Dios Padre para la salvación: “porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar, sino para que el mundo se salve por él”

La Trinidad principio inspirador de la comunidad

Las tres lecturas nos presentan a  Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Este misterio de la Santísima Trinidad debería ser adorado, reconocido y honrado a través de la oración y también debe convertirse en principio inspirador de nuestras acciones y convivencia. Lo que creemos y profesamos en el credo, debe transformarse en vida, testimoniando el amor en la comunidad que une.

1- ¿Qué significa que el misterio de la Trinidad debe inspirar nuestras vidas? Todo aquello que profesamos con la palabra, debe impregnar la vida de cada bautizado que forma parte de la Iglesia Pueblo de Dios. En la comunidad eclesial debe reinar la comunión entre todos a imagen de la Trinidad, donde cada uno según sus responsabilidades tienen su lugar para ejercer lo que se le confió: el obispo, los sacerdotes, los laicos a través de sus grupos y movimientos apostólicos, los religiosos. Todos conviviendo en armonía a imagen de la Santísima Trinidad donde el Padre es el creador, el Hijo el Redentor, y el Espíritu el Santificador, cada uno cumpliendo fielmente lo que le corresponde y todos juntos operando en armonía entre ellos.

2- Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios: En los relatos de la creación se nos dice que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Si Dios en su ser más íntimo es comunidad de amor, nosotros nos iremos haciendo imágenes más fieles de ese Dios comunidad de amor en la medida en que construyamos unas relaciones interpersonales basadas en la verdad y en el amor, en el dialogo, en la responsabilidad, el respeto mutuo, la paz y la justicia. En el contexto de la pandemia, no descuidemos nuestras responsabilidades personales cuidando los principios de prevención ante el riesgo de transmisión del covid-19, no cometamos ninguna imprudencia que se pueda lamentar después.

3- El misterio de la Trinidad inspira una hermosa espiritualidad conyugal: en la medida en que los esposos crezcan en su amor mutuo y vayan consolidando un proyecto común serán imágenes más fieles y cercanas de ese Dios que es comunidad siendo unidad perfecta, donde papá y mamá junto a los hijos cultivan todos los valores humanos y cristianos que ayudan a madurar como miembros vivos de una comunidad de amor. El misterio de la Trinidad comunica una dinámica especial a la relación entre padres e hijos: en la medida en que  establezcan una relación confiada y sincera serán imágenes más cercanas de ese Dios trino y uno.

4- La Santísima Trinidad  fundamento de toda sociedad: El gran misterio de la Trinidad debe fundamentar y estimular los proyectos que se ejecutan en nuestro país, en nuestra ciudad y en el mundo entero; deben conducir a la construcción de comunidades en las que  la justicia y la solidaridad, la fraternidad y la buena administración del bien común sean las reglas de juego, donde cada uno, cada ser humano ocupa su lugar y goza de lo necesario para desenvolverse dignamente sirviendo a la sociedad con el bien.

Conclusión
No veamos el misterio que hoy celebramos como algo extraño y distante, algo terriblemente complejo. Es necesario reconocer y agradecer a ese Dios uno y trino que vive dentro de cada uno de nosotros y que nos invita y nos inspira a crear unas relaciones interpersonales en las que no haya lugar para la corrupción, la deshonestidad, la manipulación y el engaño. Cuidémonos unos a otros ante el riesgo de la pandemia. Procuremos buscar el sentido de la vida en el servicio a los demás y así seremos imágenes de un Dios que es comunidad de amor.

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