PRIMER DOMINGO DE CUARESMA CICLO C
La cuaresma es un tiempo en el que todos los bautizados en nombre de la Santísima Trinidad atraviesan el desierto cuaresmal para llegar a la tierra prometida de la Pascua de Resurrección de Jesús. Por eso la lectura nos habla del desierto, sobre todo el Evangelio y también habla de las tentaciones con las que Jesús se enfrentó; las respuestas de Jesús son claras revelando que verdaderamente es Hijo de Dios obediente al Padre.
Durante estos cuarenta días que preceden a la celebración de la Pascua del Señor, la Iglesia nos invita a revisar nuestro proyecto de vida, de manera que reconozcamos las fallas y hagamos los ajustes necesarios. Por eso la Cuaresma es tiempo de conversión.
En la primera Lectura del libro de Deuteronomio (Dt 26, 4-10), Moisés orienta al pueblo cómo hacer para rendir homenaje a Dios.
La segunda lectura de la carta de Pablo a los Romanos (Rom 10, 5-13) nos dice que el Señor es generoso con todos los que lo invocan: “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”.
El evangelio de Lucas (Lc 4, 1-13) presenta a Jesús conducido al desierto por el Espíritu después de su bautismo. El desierto representa una situación en la que llega a encontrarse consigo mismo y con Dios toda persona que cree, a fin se ser puesto a prueba y crecer en la fe. Se trata de una situación no fácil. Una situación en la que no falta la ayuda de Dios, aunque parece estar ausente.
1- Jesús tentado por diablo
Recordemos que Jesús asumió totalmente nuestra naturaleza, menos el pecado; y la tentación forma parte de nuestra condición humana. El diablo al tentar a Jesús, tenía intención de presionarlo con el fin de desviarle de su misión. De igual manera nosotros somos tentados constantemente por el mal que quiere alejarnos de Dios.
El evangelio dice que “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo”. En el momento de su bautismo, se oyó una voz: “este es mi Hijo amado; escúchenlo”. Jesús, entonces, movido por el Espíritu Santo, se retira al desierto para meditar sobre la tarea que el Padre le ha confiado.
A través de las tentaciones, las fuerzas del mal pretenden que Jesús traicione su misión, asuma un camino diferente de lo que le indica Dios Padre y busque unos intereses que no coinciden con el plan de salvación.
Todos nosotros nos vemos sometidos a mil presiones en la vida diaria: presiones para descuidar las responsabilidades como padres y madres de familia, presiones para prescindir de la ética en los negocios y en la vida profesional, presiones para obrar de espaldas a los diez mandamientos, presiones para dejarse llevar por lo que está de moda relativizando las verdades objetivas y eternas como el valor de la vida desde la concepción hasta su muerte natural.
Para vencer la presión del mal necesitamos vivir este tiempo de Cuaresma con las prácticas de la oración, el ayuno y la limosna.
2- Las tentaciones del hombre
Una de las mayores dificultades del ser humano consiste en elegir entre una cosa que le produce placer inmediato, que está al alcance, y otra que no ofrece una inmediata satisfacción, pero se ajusta más a las exigencias profundas de la naturaleza del hombre creado a imagen de Dios.
Esta es la elección entre lo superfluo, superficial y pasajero, por un lado, y lo profundo, duradero y necesario por otro lado.
Las tentaciones de Jesús reflejan estas opciones que se nos presentan en nuestra vida. Existen la tentación de adorar un ídolo, porque está al alcance de la mano; sin embargo, esto nos llevaría a prescindir de Dios en quien podemos encontrar el sentido de la vida, la felicidad y la libertad.
Una de las tantas tentaciones es entonces adorar a los ídolos quienes nos llevan a la esclavitud y nos atan con cadenas pesadas que dificultan nuestro caminar como hermanos e hijos de un mismo Padre, Dios misericordioso. Pretender tener más y más a cualquier costo, desear el poder aplastando y traicionando a las personas y los principios de honestidad, buscando la gloria personal valorando más la apariencia que la verdad, son formas de adorar a los ídolos que nos roban la paz interior generando malestar espiritual.
Luchar contra las tentaciones como lo hizo Jesús en el desierto, es el camino que nos conduce a Dios, a la verdadera libertad y la felicidad, haciéndonos más dóciles al Evangelio.
Jesús en la última tentación respondió al diablo: “Está mandado: no tentarás al Señor tu Dios”. Luego el evangelio añade: “completadas las tentaciones el demonio se marchó hasta otra ocasión”.
Jesús no se ha dejado vencer por falsos valores que, con el sueño de las cosas pasajeras y superfluas deshumanizan y destruyen a la persona.
Conclusión
Una de las frases de San Agustín de Hipona afirma: “La ley de la libertad es la ley de la caridad, no la del temor”. El tiempo de cuaresma nos da amplia oportunidad para recuperar nuestra libertad perdida y romper las cadenas del pecado que nos esclavizan. Practiquemos con mayor fuerza y fervor la oración, el ayuno y la caridad como medios de fortalecimiento, crezcamos en la auténtica libertad que nos lleva a la vida espiritual para ir venciendo las tentaciones que se presentan en el curso de la vida.