DOMINGO XV ORDINARIO CICLO A

La Palabra de Dios como lluvia y semilla

La liturgia de este domingo  nos presenta la Palabra de Dios como la semilla que cae en diferentes clases de terrenos, al mismo tiempo como lluvia que fecunda la tierra. Semilla y lluvia y tierra tres componentes importante para la vida del hombre sobre la tierra que recibe la semilla y la germina; la semilla que brota, crece dando  frutos para el alimento y la lluvia como el rocío que fecunda la tierra facilitando el crecimiento de la semilla.

La primera lectura del libro del profeta Isaías se refiere a la lluvia y al roció que cae para fecundar la tierra. (Is 55,10-11).

Hemos respondido al salmo diciendo: “La semilla cayó en tierra buena y dio fruto” (Sal 64).

La segunda lectura la carta de san Pablo a los romanos nos exhorta  “que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá” (Rom 8,18-33)

El Evangelio nos presenta cuatro tipos de terrenos donde puede caer la semilla: tres de ellos con resultados negativos, sin embargo el curto “la que cayó en tierra buena dio muchos frutos” (Mt 13,1-23).

1- La Palabra como lluvia

Para que germine la vida que posee la semilla, la lluvia y el rocío, son fenómenos muy necesarios, humedece la tierra preparándola para fecundar la semilla dándole vida, crecimiento y frutos; así también la palabra de Dios que desciende de lo alto fecunda con su gracia la vida de los hijos de Dios; esto nos recuerda el Profeta Isaías: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»

Es necesario dejarnos empapar con la Palabra de Dios para tener el corazón dispuesto a hacer crecer la buena semilla del evangelio transformándose uno mismo, transforma la familia incidiendo como fermento con el evangelio en la sociedad, generando el cambio necesario para que haya mayor justicia, equidad, y una convivencia solidaria.

La Palabra que descendió del cielo es el mismo Jesús, Palabra de Dios Encarnada en el seno de María la Virgen y que está confiada a la Iglesia Pueblo de Dios y sacramento de salvación… la Iglesia al tiempo de recibir la palabra la cuida y transmite, ofreciendo a la humanidad como roció que baja para fecundar e iluminar el mundo disipando la aridez del pecado del corazón humano.

2- La semilla que cae en tierra

El Evangelio nos presenta  diversas clases de terrenos en los que cae la semilla. A través de esta imagen, Jesús nos explica cómo acogen la semilla de la Palabra de Dios los diversos grupos de personas. La parábola nos habla de cuatro tipos diferentes de terrenos, es decir,  de cuatro tipos de personas que se diferencian por la acogida que dan a la Palabra de Dios.

1º. En primer lugar, Jesús habla de la semilla que cae al borde del camino, la cual se perdió. Hay un primer grupo de personas que no acogen la Palabra de Dios. Las fuerzas del mal destruyen esa semilla. Es doloroso encontrar personas que rechazan  con violencia cualquier referencia a Dios y a la religión. ¡Sólo Dios, que conoce lo profundo del corazón, puede juzgar ese rechazo!

2º. En segundo lugar, Jesús habla del terreno pedregoso: “significa el que escucha  la Palabra de Dios y la acepta enseguida  con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe”. Son personas superficiales, de reacción inmediata, con entusiasmos pasajeros.

3º. En tercer lugar, está el terreno inundado de zarzas, que ahoga la semilla. Las zarzas simbolizan los afanes de la vida y la ambición de bienes materiales. En este contexto es imposible que se desarrolle una espiritualidad. Da la impresión que el caso más frecuente en nuestro tiempo es éste tercero. Las espinas en realidad, no son cosas punzantes sino atractivas. Jesús las interpreta como la preocupación por las cosas del mundo y el engaño de las riquezas. Hoy, tal vez se nos presentan muchas cosas interesantes, diversiones, ocasiones para obtener beneficios a través de métodos ilegales como la corrupción la estafa -que hoy abunda-,  la falsedad, búsqueda de comodidad y de riquezas fáciles. El que se deja atrapar por estas cosas, no estará en condiciones de recibir la semilla de la Palabra de Dios. Dejarse ahogar por las cosas del mundo como el deseo desenfrenado de la riqueza, el placer y el poder, convierte el corazón en tierra árida, con muchas dificultades para fecundar la buena semilla.

4º. En cuarto lugar, Jesús habla de la tierra buena, es decir, se refiere a aquellas personas que se abren al mensaje de Jesús y diseñan un proyecto de vida coherente con esos valores.

Si nos considerarnos como esa tierra donde cae la semilla del Evangelio, es necesario realizar un examen de conciencia: ¿Acogemos nosotros verdaderamente la palabra de Dios? Cada domingo escuchamos en la celebración eucarística, la Palabra del Antiguo y del Nuevo Testamento; la homilía nos impulsa a reflexionar, a fin de comprenderla y abrirnos mejor a ella; pero ¿A cuál de las categorías de personas -tierras-  presentadas por Jesús en el Evangelio nos asemejamos?

A la par de examinarnos qué clase de terreno somos, es necesario preguntarnos si nuestro testimonio de vida hace posible que los demás reciban la semilla de la Palabra. ¿Somos facilitadores para que el sembrío de la semilla de la palabra de Dios sea acogida por los demás, o por el contrario somos los que hacemos que la tierra sea árida, pedregoso, o espinosos? También es importante preguntarnos si colaboramos con el sembrador preparando el terreno con nuestra actitud de salida misionera de una Iglesia sinodal de participación comunión y misión.

Conclusión

Al contemplar la Palabra de Dios, nos hacemos esta pregunta, nosotros, ¿dónde nos ubicamos?, ¿cuál de estos terrenos expresa mejor nuestra realidad interior? Y para culminar quiero recordar un pensamiento de San Agustín: “Pregunta a tu corazón; ve si posee la caridad. Si posee la caridad, posee la plenitud de la ley, y entonces ya habita Dios en ti, ya te hiciste trono de Dios.”  La primera semilla que debe brotar y producir frutos es el amor, la caridad.

Que esta semana sea un tiempo propicio para recibir la buena semilla del Evangelio dando abundantes buenos frutos de caridad y amor, fe y esperanza expresada en las buenas obras.

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