DOMINGO XII ORDINARIO CICLO A

La prudencia y la confianza

Hermanos y hermanas en la fe:

La liturgia de la palabra nos propone hoy reflexionar sobre el temor entendido como esperanza y prudencia, que al mismo tiempo nos anima a la confianza. Ciertamente todo ser humano experimenta el temor en su vida y también la necesidad de la confianza, aunque no siempre somos instrumentos de confianza para los demás.

En la primera lectura el profeta Jeremías ante una inminente amenaza estalla con estas palabras: ”Oía el cuchicheo de la gente: ‘Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo’ Mis amigos acechaban mi traspié.» “A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo atraparemos y nos vengaremos de él». Una amenaza genera siempre cierto temor, cierta angustia.

En la segunda lectura la carta de San Pablo a los Romanos nos alienta con estas palabras: “por un solo hombre entro el pecado y con el pecado la muerte”. Todos nos cuestionamos ante la muerte ajena y propia, la muerte es un misterio que da cierto temor y sobre todo tememos la muerte eterna.  “Por la transgresión de uno murieron todos; mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud”. Ante el miedo de la muerte, tenemos la confianza en la vida eterna.

El evangelio insiste varias veces en no tener miedo, es decir a confiar en el Señor. “Crean en Dios y crean también en mi”, dice Jesús en el Evangelio de San Juan. Y prosigue: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres… no tengáis miedo a los que matan… no, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo… no tengáis miedo…”

1- El temor bien entendido como fuente de la esperanza

El miedo es una dimensión del ser humano, forma parte de la estructura psicológica de la criatura humana. Desde la niñez el varón y la mujer experimentan el miedo a la oscuridad, a la ausencia de los padres, a las enfermedades, miedo a los mayores ante una falta cometida, miedo a los extraños, etc. tal vez nosotros hoy experimentamos el miedo ante diversos tipos de inseguridades que nos aquejan con sus amenazas.

El profeta Jeremía manifiesta su sentimiento de angustia ante la amenaza de sus adversarios que desean su muerte y su desgracia, sin embargo, manifiesta confianza y esperanza en un Dios que no abandona a su elegido.

Aunque el miedo es parte de nuestra humilde, vulnerable y frágil naturaleza, Jesús en el evangelio varias veces nos advierte a no tener miedo; únicamente recomienda “temer a aquel que puede quemar con fuego el alma y el cuerpo”. Dice Jesús “no tengáis miedo a los hombres. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, no tengáis miedo, no hay comparación entre ustedes y los gorriones…

Por lo tanto, por un lado, anima a no tener miedo, pero al mismo tiempo nos exhorta a temer. ¿Por qué hay que temer? Justamente Jesús conoce las profundidades del ser humano, sabe que estamos expuestos a equivocarnos en no temiendo de que se debería considerar peligroso, “el enemigo” espiritual que podemos identificar cuando la imprudencia nos impulsa a realizar actos y obras cuyas consecuencias son nefastas.

1º. Algunos piensan, no hay que tener miedo, por lo tanto, está permitido todo tipo de imprudencias descuidando lo mínimo necesario para el cuidado. Recordemos que estamos en una etapa muy sensible en cuanto a la salud donde la posibilidad de adquirir las enfermedades respiratorias se ha multiplicado enormemente. Por lo tanto, la imprudencia también es obra del maligno, una cosa que puede quemar con el fuego el cuerpo y el alma.

2º. La peor imprudencia es la corrupción ante los bienes públicos, esto sí que tendrá un juicio tarde o temprano. Nuestra historia está llena de enseñanzas sobre estas cosas. Los que quisieron aprovecharse de los bienes comunes, al final se quedan sin nada.

3º. El no temer implica también asumir todas las precauciones posibles y necesarias para el cuidado de la familia, la salud propia y del prójimo, algunos hasta están alejados de su patria sufriendo en el exilio.

4º. Es necesario estar disponible para animar, confortar y acompañar a nuestros hermanos en este tiempo para que las crisis sean más llevaderas y puedan ser superadas cuanto antes. Todos tenemos cuotas de responsabilidad sobre todo las instituciones públicas. Actuemos con esperanza, sin temor a las buenas acciones, pero actuemos con prudencia ante las cosas que pueden ser condenables. Cuidémonos en no cometer imprudencias que puedan tener consecuencias lamentables y que, un momento se convierta después en un trágico desenlace.

2- La confianza vs la sospecha

La confianza es una palabra medio gastada hoy día. El ser humano necesita vivir, compartir, coexistir en un ambiente de confianza que da bienestar, sin embargo, estamos ante situaciones que generan tantas desconfianzas. Se desconfiaba y se sigue desconfiando de la veracidad del coronavirus, la corrupción genera duda, existe un ambiente de sospecha generalizada sobre todo con relación a la economía y el trabajo de muchas familias que viven en la incertidumbre en el presente y de cara al futuro. No temamos porque ponemos nuestra confianza en Dios que nunca defrauda.

1º. Es necesario recuperar la confianza en el ambiente que vivimos sobre todo para que haya mayor apoyo, mayor solidaridad fortaleciendo los lazos entre los vecinos, las organizaciones, las instituciones, etc…

2º. Rezar el Padrenuestro nos recuerda que tenemos un Padre común que nos proteje. Jesús nos anima a no tener miedo porque tenemos un padre Dios misericordioso y amoroso que nos comprende, nos asiste, nos fortalece constantemente. El niño cuando sabe que su papa está cerca, no teme nada. Nosotros criaturas vulnerables, tenemos un Padre Dios que está siempre cerca acompañándonos, fortaleciéndonos, iluminándonos.

3º. San Pablo nos advierte que, a pesar de la presencia del pecado, el enemigo que acecha, Jesús está para asistirnos con su gracia., Por un hombre, Adán, entró el pecado y con el pecado la muerte; por un hombre, Jesús, recuperamos la vida y la gracia.

Conclusión:

En este domingo día del Señor, que la prudencia esperanzadora y la confianza marquen las pautas de nuestras acciones para que podamos enfrentar con acierto las situaciones de la vida y al mismo tiempo vencer a todos los enemigos que atenta contra la salud corporal y el pecado que hunde el espíritu. Que Dios con su gracia nos conceda la fortaleza que recibió el profeta Jeremías y el consuelo que asistió a Jesús en la Cruz. Que encienda en nosotros la luz del Espíritu Santo, para que estemos unidos por el bien de nuestra sociedad sobre todo favoreciendo a los más vulnerables, a los insignificantes, a los más pobres.

Pbro. Angel Ramón Collar