“Jesús sana todas las dolencias”
HOMILIA
INTRODUCCIÓN
Ante una situación difícil de impotencia, ¿qué decir, como enfrentar, de qué manera actuar…?
Desde que empezó la situación de la pandemia nos han llegado muchas situaciones tristes, que esta enfermedad ha provocado en el seno de muchas familias, hay casos en que ha enlutado no solamente por la partida de un miembro de la familia, sino más de uno, y estas situaciones no son acontecimientos remotos, sino realidades cercanas que día a día estamos viviendo tristemente, en muchas ocasiones inclusive sin tener una explicación para lo sucedido.
La palabra que la liturgia nos propone este IV domingo ordinario del cilco B, nos alienta a mirar siempre la vida con esperanza en un Dios cercano y misericordioso que cura todas las dolencias, las decepciones y los sin sabores de la vida.
En la primera lectura el libro del Deuteronomio (Dt 18, 15- 20), Dios promete por boca de Moisés, enviar a su pueblo un profeta semejante a Moisés: “El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis”. Dios siempre está cerca de su pueblo, nunca le abandona.
En la segunda lectura de la carta de Pablo a los corintios (1Cor 7, 32- 35) dice que la mejor condición para una persona es la de preocuparse únicamente de las cosas del Señor. “El no casado se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor… También la mujer soltera y la virgen se preocupan de los asuntos del Señor, de ser consagrada en cuerpo y espíritu”. San Pablo quería que el ser humano se preocupara exclusivamente por el Señor.
El evangelio de san Marcos (Mc 1, 21- 28) nos presenta a Jesús como profeta que enseña con autoridad y ha venido a liberar a los hombres del influjo de los espíritus malos para darle su verdadera libertad de hijos de Dios. “¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él”
1- El médico por excelencia
Aunque tengamos a mano los últimos logrados en tecnología médica, comunicación, sistema económico, etc… todavía tendremos muy poco para aliviar aquellas situaciones límites que superan nuestras capacidades de controlar y resolver los problemas de la vida. Estar conscientes de cuan vulnerable y limitado somos ante las adversidades del mundo, es un paso importante hacia la fe en Dios que envió su Hijo único para salvar a la humanidad.
Al terminar el primer mes del año, seguimos con la misma incertidumbre que agobió a la humanidad durante año pasado; no podemos bajar la guardia, particularmente ahora cuando parece que se quiere complicar de nuevo las cosas, y los servicios de salud están saturados. Dentro de pocos meses tendremos acceso a la deseada vacuna. Mientras tanto, sigamos cuidándonos.
El Evangelio nos presenta un relato de curación de un endemoniado: Jesús grita diciendo: “Calla y sal de él…” estas palabras fueron suficientes para vencer al espíritu inmundo que sale del hombre sacudiéndoles y gritando fuerte.
¿Qué tipo de espíritu inmundo nos aqueja personalmente? Y si fuera así ¿a qué médico recurrimos? Al capricho personal para decir cada uno se vea, a los maestros esotéricos, a una fe casi magina que hace creer que la divinidad hará todo sin necesidad de mover un dedo, o verdaderamente acudimos a ese doctor de los doctores que cura el cuerpo y el espíritu.
2- Una fe madura
Antes que nada, es importante recordar la diferencia entre la magia y la fe: la magia sería esas prácticas rituales por el que se pretende manipular a gusto personal una fuerza sobrenatural, es decir, pretender que la divinidad haga lo que yo le mande, le pida o le ordene. En pocas palabras que Dios haga mi voluntad.
La fe en cambio, es esa virtud teologal del discípulo y misionero de Jesús que consiste en creer en la palabra de Dios y en la doctrina de la Iglesia.
El catecismo de la Iglesia católica dice: “Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26) (CIC 143)
La fe en este Dios misericordioso médico por excelencia que cura todas las dolencias requiere también de cada uno el cuidado responsable serio y disciplinado, pues cuidándose cada uno responsablemente, es como cuidamos a todos. Que este momento de nuestra historia nos fortalezca en la fe, la caridad y la esperanza, sobre todo en la doble esperanza de vencer al coronavirus y a la pandemia espiritual que refleja la falta de un testimonio vivo del amor a Dios y al prójimo; enfermedad o pandemia espiritual que lleva a la muerte eterna. Confiados en Dios hagamos lo que está a nuestro alcance por nuestra salud física y espiritual.
Conclusión
Sobre la fe dice San Agustín: “El creyente debe creer lo que todavía no ve, pero esperando y amando la futura visión”. La fe es una facultad del ser humano dotado de inteligencia, voluntad y libertad, “la fe no es ciega”.
Al concluir esta meditación pidámosle al Señor que seamos fieles comunicadores de su mensaje; que cada vez que leamos sus parábolas y los relatos de sus milagros nos sorprendamos ante el horizonte nuevo que nos abren y la riqueza del mensaje que nos comunican.
Vicaría Pastoral
Diócesis de Ciudad del Este