Lecturas: (Is 40, 1-5. 9-11) (Tit 2, 11. 14; 3, 4-7) (Lc 3, 15-16. 21-22)
Introducción
Celebramos hoy el bautismo del Señor, fiesta con el que se cierra el tiempo de navidad que empezó el 24 de diciembre, donde Jesús se manifestó a la humanidad encarnándose en el seno de la Virgen María, nació en el portal de Belén, se manifestó a los pastores, les atrajo a los reyes magos, y hoy con su bautismo da inicio a su vida pública cumpliendo la misión que el Padre le ha encomendado.
En la primera lectura del libro del profeta Isaías encontramos un mensaje de consuelo al pueblo que se encontraba abatido y desorientado. Fueron invadidos por los caldeos, las ciudades habían sido destruidas; la dirigencia religiosa y política desmantelada. El pueblo estaba en una desolación doloroso. En medio de este dolor el profeta lleva la palabra de consuelo ¡consuelen consuelen a mi pueblo, dice su Dios¡
En la segunda lectura de la carta de San Pablo a Tito encontramos como Dios manifiesta su amor transformándonos en hijos. Así el Espíritu Santo se manifestó en el bautismo de Jesús, así también en nuestro bautismo el Espíritu viene a habitar en cada uno de nosotros. Dios mismo vive en nosotros.
El evangelio de san Lucas encontramos la escena del bautismo de Jesús en el Rio Jordán donde fue bautizado por Juan. “…todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús…”
1- Un gesto de gracia y humildad
El Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1224 dice: “Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para cumplir toda justicia (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su anonadamient (Flp 2,7). El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su Hijo amado (Mt 3,16-17).
El bautismo administrado por Juan bautista es un bautismo de penitencia, de preparación, por tanto, Jesús al no tener pecado no necesita de este bautismo. Sin embargo para dar valor a este sacramento y significar su misión, acepta recibir el bautismo en el río Jordán como un gesto de gracia y de humildad y con ella eleva a la categoría de puerta de entrada a todos los demás sacramentos.
En la segunda lectura de la carta de San Pablo a Tito encontramos el significado del bautismo como la muerte al pecado para revivir en la pureza y en la santidad. Jesús no tenía necesidad del bautismo para sí mismo, porque no tenía pecado “Él se entregó por nosotros, a fin de libarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien…”.
Jesús, sin embargo sí tuvo necesidad del bautismo para significar su misión: vino a cargar sobre sí nuestros pecados, a morir al pecado en nuestro lugar, para seguir una vida nueva. Vida que ahora está nuestra disposición. Éste es el bautismo que Jesús administrará y será eficaz.
2- La manifestación del Espíritu
En el bautismo de Jesús se produce la manifestación del Espíritu Santo. El evangelio relata que Jesús al recibir el bautismo y estando en oración, se abre el cielo y baja sobre él el Espíritu Santo, con apariencia corpórea, como el de una paloma. Este es el signo de la misión de Jesús. Seguidamente viene una voz del cielo que dice: “Éste es mi Hijo, el amado, el predilecto”.
Con estas palabras Dios padre glorifica a su Hijo Jesús. Su humillación produce su glorificación. Recordemos que para Jesús hacerse bautizar es humillarse a algo que no estaba obligado.
Esta misma manifestación del Espíritu Santo se realiza en cada bautismo administrado por la Iglesia. “Él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro salvador, a fin de que justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la vida eterna”.
Las gracias recibidas en el bautismo es un don gratuito, o basados en las obras buenas realizadas previamente por nosotros. Esta gracia nos da a continuación, la luz y la fuerza para dedicarnos a las buenas obras y renunciar a la impiedad y los deseos mundanos y llevar desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, en espera, llena de esperanza, de la manifestación gloriosa de Cristo.
Conclusión
“Nada manifiesta mejor al amigo como llevar la carga del amigo” Jesús cargó sobre sí todas nuestras culpas, con el bautismo entramos a gozar de su gesto maravilloso, Él, el inocente, el mejor amigo que lleva nuestras cargas, nos ofrece la fuerza de su Espíritu para que recibamos la revelación de su bautismo como manifestación de su mansedumbre, su humildad, y, por otra parte, como revelación de la extraordinaria fecundidad de su glorificación.
En este año del laicado establecido por la Conferencia Episcopal Paraguaya, estamos llamados a testimoniar nuestro bautismo buscando vivir con humildad nuestro con una constante actitud de salida misionera caracterizado por la alegría de ser discípulo y misionero de Jesús.
Pbro. Angel Collar
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